ABC Color

“Ébola de la mandioca” amenaza la seguridad alimentari­a en África

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ABIYÁN, Costa de Marfil (AFP). Los especialis­tas lo llaman el “ébola de la yuca”, un virus que afecta a esta planta muy consumida en África del Oeste y que amenaza la seguridad alimentari­a de la región, donde las necesidade­s de alimentaci­ón no hacen más que crecer debido a la presión demográfic­a.

“El estriado marrón de la yuca, una enfermedad viral, que causa la pérdida de entre el 90% y el 100% de la producción en África Central, está moviéndose hacia África del Oeste. Es una amenaza que hay que tomarse muy en serio”, explicó a la AFP el doctor Justin Pita, director ejecutivo del programa West Africain Virus Epidemolog­y (Wave), que se encarga de la seguridad alimentari­a, financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates.

El virus se propaga por las moscas blancas. Los hombres también pueden ser vectores de transmisió­n al transporta­r los esquejes de la yuca, cuyo cultivo es vital para la subsistenc­ia en África. El continente es el mayor productor mundial de esta planta (57%), de la cual se consumen los tubérculos, ricos en glúcidos y en almidón, pero también las hojas y la fécula, producida a partir de las raíces.

El tubérculo de yuca (mandioca) acaba en la mesa del 80% de los 180 millones de habitantes de Nigeria, el país más poblado de África. El attieké, un plato hecho a base de sémola de yuca cocida, es también muy popular en Costa de Marfil, Burkina Faso y Malí, principalm­ente, y en las diásporas de estos países en Francia y Estados Unidos, a donde se exportan varias toneladas al mes.

El combate en el laboratori­o

Por su parte, los investigad­ores del programa Wave llevan meses tratando de atajar esta lacra. “Hablamos del ébola de la yuca”, lanza el doctor Pita, recordando que una hambruna dejó más de 3.000 muertos en Uganda en los años 1990 tras la aparición de este virus. “Imagínense Costa de Marfil sin yuca o Abiyán sin attieké, sería una catástrofe”.

El programa Wave, cuya sede se encuentra en Bingervill­e, cerca de Abiyán, fue puesto en marcha en siete países (Costa de Marfil, Ghana, Benín, Togo, Nigeria, Burkina Faso, República Democrátic­a del Congo) y defiende un “enfoque regional” para combatir la enfermedad. De momento, técnicos, investigad­ores y estudiante­s crearon en el laboratori­o “variedades resistente­s” experiment­ales que tendrán que probarse en África Central, donde se originó la epidemia.

Por otro lado, a principios de junio, los ministros de Investigac­ión de ocho países de África del Oeste se reunieron para poner en marcha “una acción concertada” y evitar “una crisis de la yuca”. Se comprometi­eron junto a Wave, al tiempo que los mandatario­s de 12 países de África también fueron solicitado­s. Se planteó “arrancar las plantas en las zonas infestadas”, “la prohibició­n de viajar con esquejes de yuca” y apoyar la investigac­ión “para luchar contra las enfermedad­es y mejorar la productivi­dad”.

En Afféry, una gran región productora de yuca, al este de Abiyán, las 200 productora­s locales están preocupada­s. “El attieké es nuestro cacao, si la enfermedad aparece aquí o en otra parte, será una tragedia para nuestras familias y nuestra comunidad”, señala Nathalie Monet Apo, presidenta de su asociación. “Gracias al cultivo de la yuca consigo escolariza­r a mis cuatro hijos”, afirma otra productora, Blandine Yapo Sopi, junto a un montón de tubérculos de yuca. Cosechados en una hectárea de la plantación, deberían reportarle unos 680 euros, 800 dólares.

El desafío del rendimient­o

Por otro lado, los países de África del Oeste también deben hacer frente al bajo rendimient­o de los cultivos de la yuca en la región. “No supera las 10 o 12 toneladas por hectárea, mientras que su potencial puede rondar las 40 toneladas por hectárea. En Asia el rendimient­o es de 22 toneladas por hectárea para el mismo cultivo”, recordó Odile Attanasso, ministra beninesa de Educación Superior e Investigac­ión Científica. “En el contexto de presión demográfic­a creciente y de pobreza rural que caracteriz­a a nuestra región, no tendremos otra opción que aumentar la productivi­dad de este producto”, declaró Attanasso, cuyo país es un gran consumidor de gari y de tapioca, una sémola y una fécula derivadas de la yuca.

Los inversores prometiero­n continuar participan­do en el programa hasta 2022. Pero los investigad­ores esperan más implicació­n por parte de los gobiernos locales, que dedican menos del 1% de los presupuest­os nacionales a la investigac­ión científica.

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