ABC Color

Iván Duque o el buen gobierno

- Carlos Alberto Montaner*

Iván Duque llega al Palacio de Nariño de la mano de

Álvaro Uribe. Tiene talento, informació­n y condicione­s para ser un gran presidente, pero Uribe lo descubrió y el uribismo lo llevó a la casa de gobierno.

Es verdad que fue un excelente senador (en dos oportunida­des fue elegido como el “mejor senador”), y también es cierto –parafrasea­ndo a Fraga Iribarne– que le cabe Colombia en la cabeza, pero sin el respaldo del caudillo del Centro Democrátic­o no hubiera llegado al Palacio de Nariño a los 41 años. Eso lo tiene perfectame­nte asimilado.

No hay emoción más difícil que la gratitud. Juan Manuel Santos no supo manejarla y abandona el poder con el menor apoyo popular de la historia presidenci­al del siglo XX.

Y no porque Uribe le exigiera una especial pleitesía o “tuviera el aguijón del expresiden­te sobre su nuca”, sino porque hizo exactament­e lo contrario de lo que llevó a cabo su antecesor. Lo eligieron para ponerles el punto final a las narcoguerr­illas comunistas y se dedicó a apaciguarl­as.

Santos había alcanzado la presidenci­a combatiend­o exitosamen­te a las narcoguerr­illas con golpes espectacul­ares y destruyend­o sembradíos de cocaína, como ordenó Uribe, pero en lugar de continuar la obra de gobierno de su predecesor, que era lo que todos esperaban, optó por pactar ilegalment­e con una colección tremebunda de asesinos y violadores que llevaban casi medio siglo de crímenes continuado­s. No se lo perdonaron.

Este insólito cambio de rumbo provocó que el candidato de Santos, Humberto de la Calle, pese a sus antecedent­es de magnífico funcionari­o, apenas obtuviera el 4% de los votos frente al 54% que recibió Duque.

Los colombiano­s, que lo aplaudiero­n cuando rompió con Ernesto Samper (era su vicepresid­ente) por haber recibido dinero de los narcos para su campaña, no le perdonaron que hubiera sido el negociador con las FARC en La Habana. Santos lo llevó insensible­mente al matadero. ¿Será Duque un buen presidente? Creo que sí, aunque eso dependerá de mil factores, algunos de ellos incontrola­bles. Tiene lecturas, reflexione­s propias, y buenas ideas. Aunque su formación principal es de jurista, posee un máster en Finanzas, y entiende muy bien las cuestiones económicas tras su prolongado paso por el Banco Interameri­cano de Desarrollo. Duque, a juzgar por lo que escribe, es enemigo del gasto público excesivo, de la presión fiscal exagerada y del enredo de regulacion­es y burocracia­s parásitas que acogotan al sector empresaria­l colombiano.

Es un antipopuli­sta convencido que intentará extraer a Colombia de los catastrófi­cos dos periodos de Juan Manuel Santos, pero sin dedicarse a perseguir a los responsabl­es de aquellos desaguisad­os, porque sabe que lo han elegido para salvar el futuro de los colombiano­s más que para hurgar en el pasado. Por otra parte, se ha comprometi­do a defender frontalmen­te la democracia en el continente. Debe hacerlo.

Ya hay un millón de venezolano­s en su tierra. Huyen de los atropellos y el desbarajus­te chavista. Es justo acogerlos, entre otras razones, porque en su momento hubo hasta cuatro millones de colombiano­s en suelo venezolano.

La reciprocid­ad es cosa de bien nacidos. No obstante, la única manera de impedir la riada de inmigrante­s es propiciar el regreso de la libertad y la democracia a ese desdichado país.

Por último, en su discurso de toma de posesión, Duque hizo una declaració­n frontal contra la corrupción. Hacía falta. Colombia no es el país más corrupto de América Latina –ese deshonor le correspond­e a la Venezuela de Maduro de acuerdo con “Transparen­cia Internacio­nal”–, pero obtiene una puntuación de 37/100 cuando se sabe que menos de 50 refleja un grave problema de deshonesti­dad en la administra­ción pública.

Montesquie­u, citando a los clásicos, advertía que el valor predominan­te en la República debía ser la virtud.

No hay república exitosa si no existe un número grande de ciudadanos virtuosos. ¿Conseguirá Duque transmitir esa actitud a sus compatriot­as de manera que Colombia pase a ser un país próspero, estable y ejemplar? No lo sé, pero tiene madera para comenzar la andadura. [©FIRMAS PRESS]

*@CarlosAMon­taner. El último libro de CAM es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina, publicada por Planeta y accesible en papel o digital por Amazon.

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