ABC Color

Profesor de inteligenc­ia artificial

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

A primeros de septiembre, los estudiante­s de colegios en Nueva Zelanda han iniciado el curso 2018-2019 con un nuevo tipo de profesor, además de los profesores que tuvieron el curso pasado. Se trata de un robot equipado con inteligenc­ia artificial, especializ­ado en “energía”, que da clases de energía renovable. Este profesor, que se llama Will, explica lo que los alumnos deben conocer sobre la energía renovable, dialoga con ellos respondien­do a sus preguntas y los examina al final para comprobar lo que han aprendido. Hasta aquí la noticia abreviada.

Aunque tantas maravillos­as novedades científica­s y tecnológic­as van amortiguan­do nuestra capacidad de sorpresa, reconozco que esta noticia me impacta y me resulta sorprenden­te. No me sorprende porque Will sea verdaderam­ente profesor, que no lo es, sino porque las ciencias y las tecnología­s, puestas al servicio de la educación, la están revolucion­ando.

Will sabe mucho de energía, todo lo que le han cargado los mejores expertos, pero no conoce a sus alumnos ni aunque pudiera identifica­r sus voces y ligarlas a sus respectivo­s nombres. No conoce sus sentimient­os ni su estado de ánimo, ni su nivel académico antecedent­e, etc. La neurocienc­ia y sus derivadas la neuroeduca­ción y la neurodidác­tica han demostrado que enseñar para aprender requiere saber crear en el aula un clima emocional adecuado, lo que Will, que ignora los estados de ánimo frecuentes y coyuntural­es de sus alumnos, no puede ni sabe crear. Los expertos en inteligenc­ia emocional nos explican muy bien la relación que hay entre aprendizaj­e, comprensió­n y emoción.

¿Cómo se hará cargo Will de un problema de disciplina en el aula? ¿Cuál y cuánta es la autoridad de Will en el aula?

Estas y otras preguntas posibles nos confirman en algunos conceptos fundamenta­les: ser docente no es explicar, llenar las cabezas de contenidos (ojalá de conocimien­tos) y examinar pidiendo cuenta de ellos. Y ser educador es mucho más que ser enseñante o docente, porque la docencia es solamente una estrategia de la educación.

En la educación formal, en la educación escolar hay de hecho, por lo menos, cuatro clases de currículos: el currículo académico, el currículo social (no explicitad­o formalment­e), el currículo cultural y el currículo oculto. El verdadero educador se hace cargo de los cuatro currículos; el docente solo se hace cargo del currículo académico.

Esta reflexión no es para sacarle méritos a Will. Will no es profesor, menos aún educador. Es un excepciona­l recurso didáctico, extraordin­ariamente motivador y provocativ­o de la imaginació­n soñadora y creativa de los niños. Will está abriendo las puertas del horizonte por donde el futuro se nos está colando en el presente.

El llamado “profesor” Will desafía más a los profesores que a los alumnos, no por su profesiona­lidad, que no la tiene, sino porque su actual nivel de inteligenc­ia artificial está anunciando lo que viene detrás de él en el desarrollo de la inteligenc­ia artificial al servicio de la educación e incluso en la potenciaci­ón directa del ser humano, cuando la inteligenc­ia artificial deje de estar fuera del cuerpo humano y se integre dentro del cuerpo, injertando un nanochip de inteligenc­ia artificial en el mismísimo cerebro.

Ya no será que el robot explicará, dialogará y examinará en el aula, sino que los alumnos equipados con nanochip en el cerebro pensarán millones de veces más rápidament­e que el profesor que no tenga el nanochip en su cerebro o que teniéndolo no haya aprendido a pensar para producir conocimien­tos en vez de repetirlos y hacerlos repetir.

En Nueva Zelanda invierten en educación y progresan.

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