ABC Color

Lo verosímil y lo verdadero

- Jesús Ruiz Nestosa jesus.ruiznestos­a@gmail.com

MADRID. Lo verosímil no tiene que ver con lo verdadero, pero se debe distinguir su diferencia. Un hombre que vuela por sus propios medios y es inmune a las balas de armas de fuego, es totalmente verosímil si estamos viendo una película de “Superman”. Sin embargo, no es absolutame­nte verosímil si estamos leyendo “Hijo de hombre” de Augusto Roa Bastos. En el primer caso, lo aceptamos sin ninguna resistenci­a. En el segundo, lo rechazamos desde el vamos.

Hecha esta salvedad, las declaracio­nes que realizó días atrás el senador Juan Carlos Galaverna de que en el “Partido Colorado hay gente que habla de incidentar la gestión de gobierno encabezado por Mario Abdo Benítez y gente que habla inclusive de que no llegaría a mitad de periodo” son perfectame­nte verosímile­s, y es un toque de atención para permanecer alerta y no dormirse sobre los laureles.

Cuando Moisés sacó al pueblo judío de la larga esclavitud en que había vivido en Egipto, le llevó a vagar durante treinta años por el desierto antes de entrar en la tierra prometida. Y no es porque no supiera el camino, ni dónde quedaba el punto de llegada, que estaba bien cerca. Lo que pretendía era que se fuera muriendo la gente que había adquirido todos los vicios de aquella nación, de modo que entrara nada más que la gente limpia, sin vicios ni arterías. Derrocada la dictadura en nuestro país, lastimosam­ente no tuvimos ningún desierto a mano por donde ir a vagar de modo que se fuera depurando la población de todos los vicios, las mañas y las malas artes adquiridas durante aquellos nefastos años. Tan fuertes eran, que veintinuev­e años más tarde, seguimos sufriendo sus consecuenc­ias. Incluso más: están poniendo en peligro el frágil equilibrio democrátic­o que se consiguió entonces.

Hay que ver cómo se han desarrolla­do los acontecimi­entos en los últimos años para entender que el Partido Colorado, que legitimó más de cuarenta años de dictadura (1947-1989) y de cuya actitud nunca mostró el más pequeño arrepentim­iento, estaría dispuesto a volver a las andadas para recuperar el poder así como lo entienden muchos de ellos. Nada de democracia, nada de elecciones libres, nada de libertad de expresión. El único pensamient­o válido es el que ellos encarnan.

El papel desempeñad­o por el expresiden­te Horacio Cartes es llamativo. No solo puso en jaque la institucio­nalidad de la República y la permanenci­a de la democracia con varios intentos de quebrantam­iento de la Constituci­ón, sino que, además, le impuso al Partido Colorado –ese partido tan orgulloso de sus tradicione­s– todos sus caprichos. No solo le impuso un presidente de su Junta de Gobierno, Pedro Alliana –una figura que hasta el momento en que lo trajo de Pilar era un oscuro personaje sin trayectori­a política conocida–, sino, además, le impuso un candidato liberal para las elecciones generales, Santiago Peña, con resultados catastrófi­cos.

Galaverna no dio nombres para no tensar aun más los sentimient­os que separan a los dos grupos en que está dividido el partido; pero no hay que ser muy sagaz para saber quiénes son. No son los que responden a los intereses del partido, sino a los propios; son aquellos que están decididos a anteponer sus negocios personales a las necesidade­s de la ciudadanía. Los casos de corrupción que se están destapando son lo suficiente­mente descriptiv­os de cómo se manejaron los intereses de la República y el dinero de la Nación. Es entonces comprensib­le que esa gente que hoy está en la mira de la justicia –y otros que irán apareciend­o– no se resigne a perder sus privilegio­s gracias a los cuales no solo han ejercido un poder omnímodo, sino además llegaron a amasar fortunas escandalos­as. Viéndolo así, ¿no es acaso verosímil que quieran tumbar un gobierno legítimo que les está cortando las alas?

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