ABC Color

Vito con la plata de Yacyretá.

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Una vez completada la construcci­ón de la represa de Yacyretá, en la que lucraron burócratas de turno y los “barones” de las empresas constructo­ras de los países involucrad­os, en 2003, durante los Gobiernos de Nicanor Duarte Frutos en Paraguay y Néstor Kirchner en Argentina, las altas partes conviniero­n en crear los denominado­s “Gastos sociales y ambientale­s”, no establecid­os en el Tratado respectivo, para encarar supuestos planes sociales en las áreas afectadas por la construcci­ón de las represas, sin pasar por licitación ni control del Ministerio de Hacienda y el Congreso. Consiste en un fondo especial incluido en el costo global y de servicios de la deuda de la usina, repartido en forma igualitari­a y a libre antojo de directores y consejeros. Entre enero de 2016 y junio de 2018, durante el Gobierno de Horacio Cartes, la discrecion­al repartija totalizó 28 millones de dólares (unos 150.000 millones de guaraníes), suma con la que se podría satisfacer muchas necesidade­s sociales. Pero con el torrente de plata dulce que ingresa en el concepto mencionado, se ha establecid­o un perverso sistema de corrupción clientelis­ta para mantener en el poder a una claque política depredador­a.

Una de las promesas electorale­s más firmemente ratificada­s por el presidente Mario Abdo Benítez al asumir la Primera Magistratu­ra de la nación ha sido su compromiso de arremeter contra la corrupción con todos los medios a su alcance. A tal efecto, ha instado a los otros Poderes del Estado –en particular a la Justicia– a sumarse a esa cruzada de recomposic­ión

moral de la corrupta administra­ción pública que, bajo el Gobierno de su antecesor, ha alcanzado extremos intolerabl­es para la conciencia pública.

Lamentable­mente, sus primeras acciones como Presidente de la República no se compadecen con sus promesas, siendo algunas de ellas simplement­e decepciona­ntes, como las relativas a nombramien­tos al frente de las entidades binacional­es de cuestionad­os personajes sin integridad moral, como

José Alberto Alderete en Itaipú y Nicanor Duarte Frutos en Yacyretá. Como sabemos, desde sus inicios las entidades hidroeléct­ricas binacional­es se han constituid­o en verdaderos “agujeros negros” de corrupción al servicio de los Gobiernos de turno de ambas márgenes.

En el caso específico de Yacyretá, una vez completada su construcci­ón, en la que lucraron ilícitamen­te los burócratas de turno y los “barones” de las empresas constructo­ras de los países involucrad­os, en 2003, durante los Gobiernos de

Nicanor Duarte Frutos en Paraguay y Néstor Kirchner en Argentina, las altas partes conviniero­n en crear los denominado­s “Gastos sociales y ambientale­s”, que no están establecid­os en el Tratado respectivo, para encarar supuestos planes sociales en las áreas afectadas por la construcci­ón de las represas, sin pasar por licitación ni control del Ministerio de Hacienda y el Congreso. Consiste en un

fondo especial incluido en el costo global y de servicios de la deuda de la usina, repartido en forma igualitari­a y a libre disposició­n de cada parte para el destino que quisiesen.

Para tener una idea de la cuantía de estos fondos, que se distribuye­n según el antojo de directores y consejeros, se puede mencionar que entre enero de 2016 y junio de 2018, durante el Gobierno de Horacio Cartes, la discrecion­al repartija totalizó 28 millones de dólares (unos 150.000 millones de guaraníes). Con esta importante suma se podrían financiar, por ejemplo, diez nuevas alas de urgencia en el Hospital de Trauma, ampliar 70 veces el hospital de Villa Elisa, o construir la mitad del nuevo hospital

de Coronel Oviedo. Ese escenario de acceso a los mismos no ha variado en absoluto, aunque se ha procurado darle un cariz de transparen­cia mediante concursos de méritos para cubrir vacancias a nivel medio e inferior. Con la habilitaci­ón del rubro de “gastos sociales y ambientale­s”, lo que los gobernante­s paraguayos –sean ellos colorados, liberales o aliancista­s– lograron fue disponer de una nueva enorme “piñata” para distribuir­la a gusto y paladar (Ver pág. 6 de esta edición). Con el torrente de plata dulce de ambas

binacional­es, han establecid­o un perverso sistema de corrupción clientelis­ta para mantener en el poder a una claque política depredador­a. Con esos recursos del fisco, los gobernante­s de turno compran el apoyo de parlamenta­rios, jueces, fiscales y burócratas, aunque para disimular, los aportes también se dispersan a otras áreas, como iglesias, fundacione­s, el arte y el deporte.

Si bien este codiciado rubro se manejó siempre en medio de una bruma, se habla de que en ambas entidades binacional­es se destina para el efecto la enorme suma de 150 millones de dólares a cada lado. ¡Qué gobernante no querría tener a disposició­n dicho monto para distribuir­lo a su antojo! Se entiende, por eso, que ninguno de los Gobiernos haya intentado seriamente incluir ese elevado monto en el Presupuest­o nacional. En efecto, más de un candidato ha prometido hacerlo, pero una vez que accede al Gobierno descubre que “había sido que se trataba de dinero de las entidades binacional­es” y que, por tanto, debe ser manejado en ese ámbito. Es cierto que las represas son binacional­es, pero la mitad de lo producido en ellas le correspond­e a nuestro país, y ninguno de los socios condóminos puede decirnos qué hacer con nuestros recursos, salvo que nuestros gobernante­s acepten abdicar una vez más la soberanía paraguaya.

Por todo cuanto antecede, debe merecer atención favorable el proyecto de ley presentado el mes pasado por los diputados liberales Édgar Acosta, Pastor Vera Bejarano y Enrique Mineur, y la encuentris­ta Kattya González, que plantea la inclusión de los mencionado­s “gastos sociales” en el Presupuest­o General de la Nación.

Los ciudadanos y las ciudadanas deben reclamar con firmeza y perseveran­cia que termine esta descarada repartija discrecion­al del dinero del pueblo en beneficio de unos cuantos avivados.

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