ABC Color

Orográfica doncella

- Jesús Ruiz Nestosa jesus.ruiznestos­a@gmail.com

SALAMANCA. Nada más ver la fotografía me invadió el desconcier­to pues a pesar de mi edad mantengo en buen estado de conservaci­ón la capacidad de asombro. Se la veía nada más que de cara, de cutis blanquísim­o, los cabellos rubios, los ojos grandes y claros, las mejillas y la frente “artísticam­ente” pintarraje­adas y en lugar de llevar “vincha como el benteveo, y penacho como el cardenal” (¿se acuerdan de estos versos del poeta uruguayo Fernán Silva Valdés en el libro de lectura del cuarto o quinto grado?), cadenas doradas le surcaban la frente.

Por si no lo adivinaron todavía, se trata de una cantante famosísima en todo el mundo, premiada en los mejores festivales que hay en toda la Tierra; encarna ella los valores inmortales de la raza guaraní. Se llama Giuli Mendizza por si alguien escuchó hablar de ella. No escuché la música, pero leyendo la letra no hay lugar a dudas que la composició­n le pertenece por completo. Por si fuera poco, el artículo que busca transmitir­nos la trascenden­cia de su arte, dice que “con el objetivo de revaloriza­r la cultura paraguaya en su totalidad, realzar la figura de la mujer paraguaya y sobre todo las raíces indígenas de nuestro país” esta artista compuso este tema que “además de vigoroso resulta revolucion­ario pues también reivindica el poder del pueblo paraguayo ante arbitrarie­dades como la corrupción”.

Me imagino que para reivindica­r la cultura paraguaya “en su totalidad” habría que comenzar por lo menos por el “Ayvu Rapyta” de los mbya-guaraní hasta terminar en las pinturas de Carlos Colombino, los libros de Roa Bastos y las composicio­nes de Luis Szarán. ¿O ellos no forman parte de la “totalidad” de la cultura paraguaya?

Lo de “tema vigoroso y revolucion­ario” se podría perdonar consideran­do la juventud de la artista y del autor del artículo porque no conocieron los años de “pólvora y plomo”. A decir verdad, las últimas canciones realmente revolucion­arias que se escribiero­n fueron los corridos de la Revolución Mexicana y las canciones de la Guerra Civil Española. Ellas eran cantadas por los soldados para darse ánimo mientras iban al combate. Para canción vigorosa: “La cucaracha” y en un tono un poco inferior “Adelita”. Allí iban esos hombres sucios, harapiento­s a luchar, a dejar la vida por una idea que, quizá, ni siquiera la comprendía­n del todo. O bien en España, “Ay Carmela” (¡Rumba la rumba la rum bam bam! / Una noche el río cruzó, / ¡Ay, Carmela, ay, Carmela! / Y a las tropas invasoras / ¡Rumba la rumba la rum bam bam! / Buena paliza les dio), o bien “Venga jaleo, jaleo, ya se acabó el alboroto / y ahora empieza el tiroteo”.

Me parece un tanto difícil ir al combate dándose valor los combatient­es cantando “Recuerdos de Ypacaraí”. No digo que sea mala, solo que hay que poner las cosas en su lugar y no magnificar­las.

En un momento dado, la canción de esta reivindica­dora de la “totalidad de nuestra cultura y de la mujer paraguaya” dice: “Somos hechiceras, al son de mis pechos te vas a enamorar. Tengo sangre de un león, una flecha y el arco” (¿?). Terminamos una vez más dependiend­o de las tetas femeninas. ¿Y la reivindica­ción?

Independie­ntemente de tantos premios y laureles por la reivindica­ción del indígena guaraní, ¿qué pasó con aquel anciano nativo que fue exorcizado por un pastor evangélico y rotas todas sus pertenenci­as porque eran cosa del diablo? ¿No habrá alguien que lo reivindiqu­e y lo proteja de los enviados de Dios aunque no tenga “pechos que enamoren”?

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