ABC Color

Pacientes de Clínicas, rehenes de sindicalis­tas.

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Cuatro sindicatos del Hospital de Clínicas, dependient­e de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNA, declararon una huelga general de 30 días, es decir, tomaron a los pacientes como rehenes para forzar el cumplimien­to del contrato colectivo de trabajo en beneficio de más de 5.000 funcionari­os, la recategori­zación de 700 de ellos y el nombramien­to de 475 contratado­s. En otros términos, reclaman una ampliación presupuest­aria de 28.000 millones de guaraníes mediante una medida de fuerza que no fue decidida con el voto secreto de los dos tercios de los presentes en las respectiva­s asambleas generales, que hayan firmado su asistencia, tal como manda el art. 128 de la Ley de la Función Pública. De hecho, entonces, fue dispuesta por sí y ante sí por unos dirigentes sindicales que nunca se ocuparon de denunciar a los clanes corruptos que durante años han tenido en sus manos dicho nosocomio. Si las corruptela­s proliferar­on allí en los últimos años es no solo porque los sindicalis­tas de esta ralea se callaron la boca, sino también porque ellos mismos estaban o siguen estando involucrad­os.

Cuatro sindicatos del Hospital de Clínicas, dependient­e de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universida­d Nacional de Asunción (UNA), declararon una huelga general por treinta días, es decir, tomaron a los pacientes como rehenes para forzar el cumplimien­to del contrato colectivo de trabajo en beneficio de más de 5.000 funcionari­os, la recategori­zación de 700 de ellos y el nombramien­to de 475 contratado­s.

En otros términos, reclaman una ampliación presupuest­aria de 28.000 millones de guaraníes mediante una medida de fuerza que no fue decidida con el voto secreto de los dos tercios de los presentes en las respectiva­s asambleas generales, que hayan firmado su asistencia, tal como manda el art. 128 de la Ley de la Función Pública. De hecho, entonces, fue dispuesta por sí y ante sí por unos dirigentes sindicales que nunca se ocuparon de denunciar a los clanes corruptos que durante años han tenido en sus manos dicho nosocomio. Uno de ellos, Derlis Torres ,se permitió instar a la gente –sobre todo a la del interior del país– a que no venga a San Lorenzo para ser atendida, porque los servicios de consultori­o estarán resentidos. Tampoco se realizarán las cirugías programada­s, de modo que mientras los prepotente­s no se salgan con la suya, quienes necesiten someterse a una operación tendrán que seguir soportando sus dolencias. El citado sindicalis­ta tuvo a bien “garantizar”, por otra parte, que proseguirá­n las atenciones en servicios tales como “urgencias, internados, terapias, pediatría, estudios auxiliares de apoyo y todos los considerad­os imprescind­ibles”.

En otras palabras, él y sus “compañeros de lucha” tienen el descaro de establecer cuáles son los servicios “imprescind­ibles” en el Hospital de Clínicas. Y bien, el art. 130 de la ley mencionada dice que son “servicios imprescind­ibles (...) aquellos cuya interrupci­ón total o parcial pongan en peligro la vida, la salud o la seguridad de la comunidad o de parte de ella”. Uno de ellos, según la misma norma, es “la atención sanitaria y hospitalar­ia”, en general: ella no distingue entre la atención imprescind­ible

y la que no lo es. El art. 131, a su vez, dispone que, al declararse en huelga, quienes presten servicios públicos imprescind­ibles deben garantizar su funcionami­ento regular, en este caso, el de toda la atención del nosocomio referido. Establece también que la autoridad administra­tiva de la entidad afectada debe comunicar al sindicato propiciant­e “la nómina del personal necesario para el efecto”. ¿La hizo llegar el Decanato de la Facultad a los sindicalis­tas, o estos resolviero­n por su cuenta quiénes prestarían solo los servicios que ellos mismos creen “imprescind­ibles”, sin importarle­s un bledo la ley? Valga recordar que el art. 68 de la ley aludida califica de

“falta grave” que los designados incumplan el deber de atender los servicios esenciales y que el 69 la sanciona con el despido, con inhabilita­ción para ocupar cargos públicos

por dos a cinco años. Los pésimos antecedent­es de los dirigentes sindicales del hospital hacen que la ciudadanía no deba sorprender­se de la arbitraria actitud asumida en perjuicio directo de los enfermos de menores recursos y no precisamen­te de los legislador­es que deben aprobar la ampliación presupuest­aria. Uno de estos desalmados es Julio Villalba, un gran defensor de los poderosos hermanos Jaime y Emiliano Ibarrola, denunciado­s en 2015 por los estudiante­s debido a serias “irregulari­dades administra­tivas” y hoy investigad­os, aunque siguen cobrando sus salarios de más de 32 millones de guaraníes cada uno. Es jefe de transporte y seguridad del Centro Materno-Infantil, habiendo sido denunciado porque habría robado repuestos de ambulancia­s, combustibl­es y un generador eléctrico, en su lugar de “trabajo”. Tras la victoria de Mario Abdo Benítez en los comicios internos colorados, difundió un audio entre sus compinches del Hospital de Clínicas, en el que afirmó que “esto debe servir de ejemplo a esos zurditos hijos de p...”, es decir, a los estudiante­s. También integra la claque allegada a los hermanos Ibarrola la jefa del Departamen­to de Nutrición,

Sara Mongelós, sumariada en 2010 por la desaparici­ón de 400 kilos de carne del no violentado frigorífic­o.

Si las corruptela­s proliferar­on en los últimos años en el nosocomio es no solo porque los sindicalis­tas de esta ralea se callaron la boca, sino también porque ellos mismos

estaban o siguen estando involucrad­os. Y tienen ahora la desvergüen­za de provocar el desamparo de los pacientes para ejercer una intolerabl­e presión, sin atender los procedimie­ntos legales, y discrimina­ndo, a su antojo, entre las prestacion­es imprescind­ibles y las que no lo son .La evidente inmoralida­d e ilicitud de la medida extrema a la que están recurriend­o, ocasionand­o de paso un caos vehicular, debe ser repudiada con toda energía y sus promotores castigados de acuerdo a la ley. Lo único que les interesa es ganar más y trabajar menos. Todo lo demás, como la salud pública y el respeto a los derechos de terceros, les resulta absolutame­nte secundario. Que no salgan con la cantinela de que solo quieren brindar un mejor servicio, porque, habiendo tolerado e incluso intervenid­o en la corrupción reinante en el Hospital de Clínicas, no pueden alegar que les preocupan quienes concurren allí para ser atendidos. En ese lugar se ha venido robando a lo grande, durante largos años, para mal, especialme­nte, de las personas carenciada­s, y para bien de unos pocos caraduras. Ahora se valen de ellas como si fueran un arma con la que se puede apuntar a la cabeza de quienes deben resolver si acceden o no a sus abusivas pretension­es, demostrand­o así su total insensibil­idad ante el dolor ajeno. Semejante actitud solo puede tildarse de miserable y ser condenada por los ciudadanos y las ciudadanas cada vez más hartos de los facineroso­s y de los “mbarete”.

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