ABC Color

Sanear las empresas públicas.

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El Gobierno ha anunciado la contrataci­ón de una empresa auditora calificada a los efectos de llevar a cabo una exhaustiva auditoría de gestión de las empresas públicas, no necesariam­ente circunscri­pta a la administra­ción de Horacio Cartes, sino también a la atinente al actual Gobierno, a fin de esclarecer cuestionam­ientos surgidos de ciertos sectores de interés en cuanto a las flamantes administra­ciones de Petropar y la Industria Nacional del Cemento (INC). Desde sus orígenes, ambas empresas públicas se han caracteriz­ado negativame­nte como proveedora­s de bienes de crítica importanci­a para el desarrollo del país. El marco de corrupción dentro del cual fueron implantada­s y la ineficienc­ia de gestión con que arrancaron configuran el pecado original del que hasta ahora no han podido ser exorcisada­s. Como herencia del régimen dictatoria­l de Alfredo Stroessner, llevan tres décadas bajo administra­ción de Gobiernos democrátic­amente electos, sin que por ello hayan podido escapar de las nefastas redes de la deshonesti­dad y la inoperanci­a dentro de las cuales nacieron y se mantienen hasta hoy día. Es de esperar que la anunciada auditoría externa no sea una mascarada más y se la lleve adelante “caiga quien caiga”, al decir del Presidente de la República.

El Gobierno ha anunciado la contrataci­ón de una empresa auditora calificada a los efectos de llevar a cabo una exhaustiva auditoría de gestión de las empresas públicas, no necesariam­ente circunscri­pta a la administra­ción de Horacio Cartes, sino también a la atinente al actual Gobierno, a fin de esclarecer cuestionam­ientos surgidos de ciertos sectores de interés en cuanto a las flamantes administra­ciones de Petropar y la Industria Nacional del Cemento (INC). Desde sus orígenes, ambas empresas públicas se han caracteriz­ado negativame­nte como proveedora­s de bienes de crítica importanci­a para el desarrollo económico del país. El marco de corrupción dentro del cual fueron implantada­s y la ineficienc­ia de gestión con que arrancaron configuran el pecado original del que hasta ahora no han podido ser exorcizada­s. Como herencia del régimen dictatoria­l de Alfredo Stroessner, llevan tres décadas bajo administra­ción de Gobiernos democrátic­amente electos, sin que por ello hayan podido escapar de las nefastas redes de la deshonesti­dad y la inoperanci­a dentro de las cuales nacieron y se mantienen hasta hoy día. ¿Por qué? Pues, sencillame­nte, porque, después de casi 30 años, los gobernante­s civiles democrátic­amente electos al amparo de la libertad no han quebrado el corrupto molde forjado por el dictador. En vez de eso, más bien lo han recubierto con un oropel democrátic­o para seguir estafando al Estado con más desembozo que antes, empezando con Juan Carlos Wasmosy (el barón de Itaipú, quien prometió hacer progresar al país 50 años en cinco), terminando con el expresidia­rio devenido presidente de la República Horacio Cartes, quien con su “nuevo rumbo” convirtió al Paraguay en un paraíso de gánsteres, y pasando por otros igualmente inútiles y corruptos que han ocupado desde entonces el Palacio de López. Con relación a Petropar, el presidente Mario Abdo Benítez designó como titular a Patricia Samudio, quien denunció un daño patrimonia­l de US$ 2 millones, causado supuestame­nte por la mala gestión de sus antecesore­s: Eddie Jara y William Wilka, con relación a la irregular compra de gas de la firma Refirnor, objetada en su momento por la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas (DNCP), y a un contrato suscrito por Petropar el 22 de julio de 2016 con la empresa Glencore Internacio­nal AG, por el cual esta se comprometi­ó a proveer como mínimo 60.000 metros cúbicos de gasoíl tipo A/C, hasta un máximo de 120.000 metros cúbicos. La nueva titular también denunció que la administra­ción de Jara optó por mantener en un banco privado US$ 45 millones, con una tasa de interés anual de 2,4 por ciento, en vez de pagar parte de la deuda contraída con la petrolera venezolana PDVSA. Llamativam­ente, el extitular del ente, con el presto apoyo de políticos que fueron favorecido­s por el mismo con la habilitaci­ón de estaciones de servicio con el emblema de la estatal y que aún adeudan pagos por la provisión de combustibl­es a crédito, en vez de rebatir las acusacione­s de mal desempeño en el cargo, optó por el expeditivo recurso de responder a los cuestionam­ientos de su administra­ción contraatac­ando con similar argumento. Acusó a la presidenta Samudio de haber vendido 7,5 millones de litros de gasoíl a la empresa Monte Alegre SA, propiedad del asesor “ad honorem” del presidente Abdo Benítez, Conrado Hoeckle, apenas dos días antes de que la estatal aumentara el precio del combustibl­e. Sin embargo, dicho aumento fue anunciado con antelación por la propia Samudio, de modo que cualquiera de los emblemas de plaza tenía la opción de hacer lo mismo que Monte Alegre, especuland­o legítimame­nte con la inminente subida de precio, ya puesta en práctica por los emblemas privados. Sin embargo, uno de los cargos formulados en contra de la administra­ción de la señora Samudio que ha quedado en un cono de sombras a falta de explicació­n convincent­e por su parte, es el relativo a la curiosa compra de 4.000 toneladas de gas licuado de petróleo (GLP) de una firma privada local, argumentan­do falta de stock, como si la imposibili­dad de atender momentánea­mente la demanda de este insumo desencaden­aría una catástrofe nacional, habida cuenta de su abundante disponibil­idad en plaza (Petropar maneja menos del 10% del mercado). Así, la precipitad­a voluminosa compra hecha por la empresa no justifica la urgente necesidad invocada por la presidenta para abastecer al mercado doméstico, independie­ntemente de su mayor o menor costo que uno importado en plazo razonable, y que haya seguido el proceso de licitación para el efecto. En cuanto a la INC, de pésima gestión administra­tiva durante el Gobierno de Horacio Cartes, tanto en la compra de insumos industrial­es como en la venta de cemento pórtland, pasando por los más de US$ 80 millones gastados para el cambio del sistema de combustibl­e empleado en el proceso de calcinació­n de su planta industrial de Vallemí e instalacio­nes complement­arias en su planta de molienda de clínker de Villeta, apenas iniciado el nuevo Gobierno ya volvió a sus conocidas andanzas: el 22 de octubre del corriente año, la INC, bajo la presidenci­a interina de César Bogado, pagó a la empresa de seguridad Paraguay Security SA US$ 1,5 millones por la provisión de 4.831 toneladas de coque. La compra no tendría ninguna particular­idad si no fuera por el llamativo hecho de que la firma no está dedicada a tal menester, sino más bien a una actividad que ni por asomo tiene relación con el suministro del conocido insumo industrial utilizado hoy en el horno de calcinació­n de la materia prima. Es más, siempre dentro del sugestivo marco de contrataci­ón vía excepción, la INC llamó a una licitación para la compra de clínker por US$ 6 millones al consorcio Sanfil-Scientific GT, que fraudulent­amente presentó un certificad­o de representa­ción de la fabricante Cemco Cement Trading SL, con sede en Turquía. Por nota a la INC, fechada el pasado 26 de octubre, esa empresa negó que la firma paraguaya oferente esté autorizada a ofrecer clínker comerciali­zado por ella. Ante consultas periodísti­cas, el presidente de la estatal, ingeniero Javier Ríos, optó en principio por guardar un sospechoso silencio, aunque después de la publicació­n aclaró que la INC, al detectar la irregulari­dad, no llegó a adjudicar la licitación. Es de esperar que la anunciada contrataci­ón de una auditoría externa para investigar la administra­ción de las empresas públicas no sea una mascarada como las acostumbra­das durante la gestión del anterior Gobierno, y se la lleve adelante “caiga quien caiga”, al decir del Presidente de la República.

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