ABC Color

Los políticos continúan parcelando la Justicia.

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Las enérgicas palabras que el obispo de Caacupé, Mons. Ricardo Valenzuela, dedicó en su homilía a la desastrosa administra­ción de Justicia, recogidas por los fieles con fuertes aplausos, reflejan cabalmente el hartazgo de nuestra sociedad ante la iniquidad institucio­nalizada. Su legítima indignació­n, como la de todas las personas honestas, responde a un estado de cosas cada vez más intolerabl­e. Como bien dijo, “el pueblo está cansado de la injusticia”, que implica, en suma, la impunidad de los corruptos vinculados al poder político. Se corre el riesgo, en efecto, de que los buenos, que hoy se sienten impotentes ante tantos atropellos a la ley y a la moral, sientan la tentación de hacer “justicia por mano propia”. Si se llegara a tal extremo, la culpa recaería sobre quienes, a lo largo de los años, han envilecido el Poder Judicial desde la magistratu­ra, desde el Congreso y desde el Palacio de López. Al incurrir en tamaña infamia, han borrado de hecho el principio de igualdad ante la ley, en favor de unos pocos y en perjuicio de la enorme mayoría. Nada puede ser más ultrajante para el natural sentido de Justicia.

Las enérgicas palabras que el obispo de Caacupé,

dedicó en su homilía a la desastrosa administra­ción de Justicia, recogidas por los fieles con fuertes aplausos, reflejan cabalmente el hartazgo de nuestra sociedad ante la iniquidad institucio­nalizada. Su legítima indignació­n, como la de todas las personas honestas, responde a un estado de cosas cada vez más intolerabl­e. Como bien dijo, que implica, en suma,

Se corre el riesgo, en efecto, de que los buenos, que hoy se sienten impotentes ante tantos atropellos a la ley y a la moral, sientan la tentación de hacer “justicia por mano propia”. Si se llegara a tal extremo, la culpa recaería sobre quienes, a lo largo de los años, han envilecido el Poder Judicial desde la magistratu­ra, desde el Congreso y desde el Palacio de López. Al incurrir en tamaña infamia,

Nada puede ser más ultrajante para el natural sentido de justicia. Para peor, los beneficiad­os por esa doble vara suelen ser quienes se enriquecen ilícitamen­te a costa del interés general, mediante

La ley no rige para ellos, sino solo para sus víctimas. El obispo instó con toda razón a mirar la Casa de la Justicia y a no permanecer impasibles ante

En verdad, esa casa parece más bien un establo, en el que se prevarica abiertamen­te, se venden sentencias, se cobran viáticos por viajes no realizados y, de paso, se practican el nepotismo y el prebendari­smo.

En última instancia, los responsabl­es de que el Poder Judicial y el Ministerio Público sean una calamidad son los políticos, por así llamarlos, pues

como también señaló Mons. Valenzuela. Por mandato constituci­onal, algunos legislador­es integran el Consejo de la Magistratu­ra, que elabora las ternas de candidatos para los nombramien­tos, y el Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s, que juzga a los jueces y a los agentes fiscales, increíblem­ente hoy dirigidos por dos cuestionad­os hermanos, respectiva­mente. No son la mayoría de los miembros de esos órganos, pero los controlan de hecho, en la medida en que los ministros de la Corte Suprema de Justicia, así como los abogados y los profesores de Derecho, fueron elegidos según su filiación partidaria. Para ilustrar a qué grado de podredumbr­e se llegó en el Consejo y en el Jurado basta con recordar que, hasta el año pasado, el primero llegó a estar integrado por el senador liberal procesado por el delito de lesión de confianza, y que el segundo fue empleado por su presidente, el exsenador colorado

para el tráfico de influencia­s puro y duro. Si se conforman las ternas según los colores partidario­s y se ejerce el chantaje sobre jueces y fiscales

Hace poco, el juez en lo laboral segurament­e con conocimien­to de causa, que

El problema empieza ya en la Corte, en cuya conformaci­ón interviene­n decisivame­nte los legislador­es, primero cuando el Consejo propone las ternas de candidatos y luego cuando el Senado los designa, con acuerdo del Poder Ejecutivo. Para el efecto, importan menos los méritos y aptitudes de los postulante­s que el respectivo carnet partidario.

es decir, una distribuci­ón proporcion­al de cargos en la máxima instancia judicial. De ella depende también que los ministros sean o no depuestos mediante un juicio político, aunque hayan desempeñad­o mal sus funciones o hayan cometido delitos en su ejercicio. Aunque estas causales de remoción sean evidentes, quienes estén incursos en ellas pueden seguir ensuciando el cargo durante años

entre sus reemplazan­tes, lo que implica necesariam­ente influir luego en el Consejo

afirmó,

Por ese motivo, quienes cohonestar­on la inconstitu­cional candidatur­a a senador del presidente de la República

siguen tan campantes, al igual que los miembros del Tribunal Superior de Justicia Electoral

que prevaricar­on antes en la misma cuestión. A ellos se sumó ahora

en el sonado caso de la usurpación de la facultad que tiene la Junta Municipal de Ciudad del Este de aceptar o rechazar la renuncia de la intendenta. Si los senadores aún no han convenido quiénes serán los sucesores de estos impresenta­bles magistrado­s, es de temer que se mantengan en sus cargos. Algunos políticos y legislador­es han admitido desembozad­amente que para el reemplazo de los mismos debería haber un acuerdo político, e inclusive, el senador del Frente Guasu ,ya reclamó un cupo para su partido.

Este es el duro cerrojo que debe romperse para que en el Paraguay reinen la paz y la igualdad que dispone la Constituci­ón. Debe haber Justicia, no una condiciona­da por los colores, sino a cargo de magistrado­s justos y valientes. Los ciudadanos y las ciudadanas no deben abandonar sus movilizaci­ones para reclamar el cese de tan deplorable situación actual y el

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