La madre de las batallas
En varios lugares de reclusión políticos y exfuncionarios se preparan para recibir la Navidad.
Óscar González Daher y su hijo pasarán presos estas Fiestas en la Agrupación Especializada, procesados por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, mientras se define si el exsenador afronta otro juicio por asociación criminal y tráfico de influencias, delito en el que también está acusado su excolega Jorge Oviedo Matto, por las ya célebres grabaciones que demostraron la podredumbre en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.
Pasará también preso esta Navidad, pero en la cárcel militar de Viñas Cue, el ex fiscal general del Estado Javier Díaz Verón, procesado por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero.
En el mismo lugar está el diputado Ulises Quintana, imputado por complicidad en el narcotráfico, enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias.
Mientras que en la cárcel de Tacumbú recibirá este 25 de diciembre el expresidente del Indert Justo Cárdenas, procesado por enriquecimiento ilícito.
Todas son prisiones preventivas, en medio de causas judiciales aún abiertas.
Y si de causas se trata, ahí están los imputados exministros de la Corte Sindulfo Blanco y Víctor Núñez, procesados por prevaricato; y el recientemente imputado exministro Miguel Óscar Bajac, acusado por la fiscalía de intentar cobrar a una empresa una coima de más de 3 mil millones de guaraníes.
Pero si en todos estos casos el sistema judicial no llega a una sentencia clara y sólida, estos no habrán sido sino solo fuegos de artificio similares a los utilizados en las fiestas, para dejarnos una vez más la sensación de impunidad.
La impunidad, el mayor de nuestros males, esa que se genera por la falta de justicia.
Justicia, esa que tiene su corazón en la Corte Suprema.
Por eso es que creo que no hay que dejar de mirar al Consejo de la Magistratura.
Allí, donde decidieron suspender la conformación de la terna para reemplazar al destituido ministro Sindulfo Blanco.
Una buena terna del Consejo obligará al Senado y al Ejecutivo a elegir a un buen ministro.
Una terna que no sea como un caballo de Troya, con candidatos de conciencia hipotecada, permitirá que llegue a la Corte un nuevo ministro, autónomo en sus decisiones.
La elección de los dos últimos ministros dejó esa sensación.
Hasta aquí, los ministros Manuel Ramírez y Eugenio Jiménez han instado a la transparencia en la Corte, permitiendo que de ese modo el ciudadano pueda acceder al proceso de toma de decisiones y que los ministros de esa forma rindan cuentas de sus fallos.
Ambos llegaron, naturalmente, a través de un acuerdo político entre el Ejecutivo y el Legislativo, pero sobre la base de ternas que fueron elaboradas con parámetros claros y sin candidatos mayormente cuestionados.
Pero en este momento la sensación es que existen fuerzas que generan anticuerpos corruptos que empiezan a aparecer para intentar sacar de la carrera a los mejores puntuados, y con denuncias que además fueron admitidas fuera del plazo por el propio Consejo.
Es como si esas fuerzas dijesen “está muy bien eso de la transparencia, pero hasta aquí llegamos”.
A fines de enero, el Consejo de la Magistratura tiene previsto convocar a otro concurso para reemplazar al ministro Raúl Torres Kirmser, quien el 4 de abril de 2019 cumplirá 75 años.
De ese modo serán cuatro ministros, casi la mitad de la Corte, los que habrán llegado en menos de un año.
Cuatro ministros, que si acceden sin deber nada a nadie se constituyen en un peligro para quienes siempre estuvieron acostumbrados a manejar al Poder Judicial.
Es allí donde se anida la impunidad, donde se juega la madre de todas las batallas ciudadanas.