Chilavert y Ucrania
La dramática odisea de Marciano Rolando Chilavert y su hijo Iván en Ucrania es una historia de horror que pone en evidencia lo que significa en la realidad la expresión “Estado fallido”, esa situación en la que mafias feudales ejercen de hecho la autoridad en una sociedad, bajo el barniz de una supuesta normalidad semejante a la de los países serios.
Según la denuncia de los Chilavert, que tiene la verosimilitud otorgada por la manera brutal en que fueron extorsionados con videos luego viralizados en cumplimiento de las amenazas extorsivas, un capo feudal, autodenominado “el general”, controla la ciudad de Odessa, su policía, sus magistrados, con el concurso de un ejército de matones y la colaboración de extranjeros serviles, entre ellos un español con negocios en nuestro país.
Muchos de los que veían y escuchaban con espanto el relato de padre e hijo pasaron por alto, tal vez, lo semejante que es la situación de Ucrania con la de nuestro país, donde clanes feudales controlan también zonas amplias del territorio nacional con poder sobre policías, magistrados e instituciones.
El clan Zacarías controla el Este del país como un Estado independiente; el clan González Daher controla el departamento Central como si fuera su estancia; el grupo Cartes maneja partes de Alto Paraná y Canindeyú como su propia empresa y hay situaciones que se van consolidando en sentido parecido en Caazapá, Paraguarí, Concepción.
Las instituciones formales de nuestra República importan poco ante las órdenes que en sus feudos imparten Javier Zacarías, Óscar González Daher u Horacio Cartes y sus empleados.
La fiscala Teresa Sosa acaba esta semana de poner en evidencia que el grupo Cartes censuró una investigación de sus propios periodistas sobre corrupción policial y no se animó a confirmar si José Mauricio Ortiz Escauriza, quién define las líneas de los medios del grupo, fue quien llamó al comisario Gilberto Fleitas, o a sus superiores, para detener la investigación fiscal
sobre la historia censurada.
La descomposición de Ucrania es evidente por su desastroso manejo de su relación con Rusia, que pasa de la unificación a la guerra en cuestión de horas, en el obvio deseo de cientos de miles de ucranianos de dejar de ser ucranianos pues serlo significa estar sometidos a estas mafias feudales y en la supervivencia artificial del Estado alimentada solamente por la Unión Europea y Estados Unidos como tapón para los rusos.
Creo que no estamos aún en una situación parecida a la de Ucrania, pero también creo que nos estamos acercando peligrosamente a ella y que la tarea de todo presidente paraguayo digno de ese nombre es acabar con estos feudos que socavan la autoridad de nuestra República y de acabar con ellos en forma radical, drástica y urgente.
No será fácil, porque hay jueces, fiscales, policías, generales y políticos totalmente corrompidos que prefieren medrar en la descomposición que trabajar con sentido republicano. Ignorantes, inmorales y venales, ni siquiera entienden lo que significa “sentido republicano”.
Si no corregimos rápidamente el rumbo, historias como las de Marciano Rolando Chilavert y su hijo no serán anécdotas ucranianas de dos paraguayos, sino las de cientos o miles de paraguayos en Paraguay.