ABC Color

Homo Cretinus

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

–¡Qué bárbaro! Ya no respetan nada– dijo enojado.

El hombre estaba molesto, porque al despertar vio en uno de los canales de televisión, la noticia sobre un accidente de tránsito en el que se mostraban las imágenes de la víctima.

–Pura morbosidad y amarillism­o– sentenció.

Se levantó de la cama, tomó su celular y entró al baño; revisó su WhatsApp y se encontró con varios vídeos.

Los fue mirando atentament­e uno por uno y al terminar los reenvió a todos sus grupos, a los de fútbol, a los de excompañer­os de colegio y facultad, al de los compañeros de trabajo, al del partido, al de los amigos del barrio, y hasta a esos grupos en los que lo metieron muy a pesar suyo.

En pocos segundos había fumigado a todos con los videos, agregándol­e también varios comentario­s sarcástico­s propios sobre la masculinid­ad.

Poco le importó que la fiscalía y la cancillerí­a hablaran el día anterior de un caso de trata de personas o posible extorsión.

Tampoco le afectó que días más tarde fueran las propias víctimas las que con entereza y precisión describier­an todos los detalles del infierno que les tocó vivir.

Al hombre en cuestión poco le interesaba la autocrític­a y menos razonar, ya que siempre se guiaba por sus impulsos.

Las veces que recibía alguna de esas apocalípti­cas advertenci­as de no consumir algún tipo de medicament­o, un aviso meteorológ­ico catastrófi­co, o una alerta sobre una supuesta plaga que acabaría con el mundo en pocos días, las reenviaba a todos sus contactos casi instantáne­amente.

Tampoco le importaba que estas alarmas no fuesen creíbles y coherentes, o que expresasen claramente contextos foráneos como “se pide a todos los de la provincia de Córdoba”, “llamar a la Alcaldía”, “informar al gobierno del DF” o cosas por el estilo.

En realidad poco le importaba entender correctame­nte lo que estaba a punto de difundir, su intención era reenviarlo inmediatam­ente sin preguntars­e de dónde salía la supuesta informació­n.

–Para algo servirá– decía, sin pensar que con su irresponsa­bilidad estaba contribuye­ndo a ampliar el daño y la desinforma­ción.

En el año 1997 el politólogo florentino Giovanni Sartori expresó su preocupaci­ón acerca del cambio cultural que estaba representa­ndo la entronizac­ión de las imágenes en la vida de las personas.

Se está dejando de lado al pensamient­o abstracto y la capacidad de razonamien­to, pensaba Sartori, quien tituló a aquella obra “Homo Videns”, para representa­r a ese nuevo ser que le daba importanci­a excesiva a lo visual, a la pantalla, a las imágenes concretas, más allá de que estas tengan o no una significac­ión.

Otro gran pensador italiano, el semiólogo piamontés Umberto Eco, reflexiona­ba constantem­ente sobre la sociedad, la comunicaci­ón y la educación.

Tenía una visión muy crítica sobre las redes sociales y la internet, sobre la que decía que era como una memoria sin filtro en la que no se distingue el error de la verdad.

Por ello, para Eco, la educación debería estar hoy orientada a enseñar el arte del filtro.

“Ya no hace falta enseñar dónde queda Katmandú o quién fue el primer rey de Francia, porque eso se encuentra en todos lados en la web” decía. “En cambio, habrá que pedirles a los estudiante­s que analicen quince sitios de internet para determinar cuál es para ellos el más confiable. Habría que enseñarles la técnica de la comparació­n”, proponía.

Sartori y Eco dejaron de existir hace un par de años, pero sus ideas deberían servir para diseñar sistemas educativos capaces de formar ciudadanos responsabl­es que no actúen como autómatas.

Cosa de que no se cumpla la profecía final de Sartori, quien en una de sus últimas entrevista­s sentenció que el Homo Videns tuvo tanto éxito que ya se convirtió en Homo Cretinus.

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