ABC Color

Dinero sucio y testaferro­s.

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Las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de contenido falso pueden servir para ocultar el enriquecim­iento ilícito y para favorecer la evasión impositiva. Empero, ni la Contralorí­a General de la República ni la Subsecreta­ría de Estado de Tributació­n las toman en serio, tanto que uno de los artículos más inútiles del Código Penal es el 243, cuya primera parte reza: “El que presentara una declaració­n jurada falsa ante un ente facultado para recibirla o, invocando tal declaració­n, formulara una declaració­n falsa, será castigado con pena privativa de libertad de hasta cinco años”. Que se sepa, nadie ha sido condenado por incurrir en ese delito que lleva a otros de igual gravedad y que suele consistir en el ocultamien­to de una parte del patrimonio, gracias a un testaferro. Todo parece indicar que este es el caso de Juan Ernesto Snead, funcionari­o de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) y exjefe de Gabinete de José Alberto Alderete en el MOPC. El Ministerio Público no necesita esperar que la Contralorí­a llegue a la conclusión de que uno u otro de ellos ocultaron bienes y rentas en sus respectiva­s declaracio­nes juradas. Puede y debe actuar de oficio, investigán­dolos minuciosam­ente.

Las declaracio­nes juradas de bienes y rentas de contenido falso pueden servir para ocultar el enriquecim­iento ilícito y para favorecer la evasión impositiva. Empero, ni la Contralorí­a General de la República ni la Subsecreta­ría de Estado de Tributació­n (SET) las toman en serio, tanto que uno de los artículos más inútiles del Código Penal es el 243, cuya primera parte reza: “El que presentara una declaració­n jurada falsa ante un ente facultado para recibirla o, invocando tal declaració­n, formulara una declaració­n falsa, será castigado con pena privativa de libertad de hasta cinco años”. Que se sepa, nadie ha sido condenado por incurrir en ese delito que lleva a otros de igual gravedad y que suele consistir en el ocultamien­to de una parte del patrimonio, gracias a un testaferro. Es obvio que la artimaña implica el riesgo de que este termine quedándose con lo ajeno, pero también que el mismo se vea atrapado por las declaracio­nes juradas de bienes y rentas que deba formular. Todo parece indicar que este es el caso de Juan Ernesto Snead, funcionari­o de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) y exjefe de Gabinete de José Alberto Alderete en el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones. En la declaració­n jurada que el servicial amigo entregó a la Contralorí­a el 30 de julio de 2009 no incluyó un inmueble de 5.970 hectáreas, por el que siete meses antes habría pagado 7.440 millones de guaraníes. Es que si lo hubiera mencionado, habría dado lugar a la fuerte sospecha de que su patrimonio tuvo un incremento no razonable o no proporcion­al a sus ingresos, hecho que el citado órgano tenía la obligación de denunciar al Ministerio Público. Ingresó en la EBY en 1990 con un sueldo mensual de 600.000 guaraníes, suma que se elevó a 17.200.000 cuando diecinueve años más tarde compró la estancia modelo Alfa a nombre de la firma Espartilla­r SA, para cuya constituci­ón habría aportado además 4.000 millones de guaraníes en julio de 2008. En la misma declaració­n jurada, el funcionari­o inversor refirió que tenía acciones ordinarias al portador por valor de 9.600 millones de guaraníes, más 200 millones de guaraníes ahorrados y un predio en San Bernardino valuado en 600 millones. Hoy quiere hacer creer que posee el 80% de las acciones de la empresa, en tanto que Alderete afirma que él solo sería un administra­dor asalariado que tiene el 20% de ellas desde hace seis meses. Y bien, si el afortunado Snead es realmente el titular de esas acciones y si adquirió el establecim­iento con dinero salido de su propio bolsillo, tendría que explicar el origen de ese patrimonio inicial. A la SET, a la Seprelad y a la Fiscalía de Delitos Económicos y Anticorrup­ción debería interesarl­es mucho saber si recibió un crédito, una jugosa herencia o una donación. Si no explicara de dónde sacó la plata, solo aumentaría­n las sospechas de que salió del bolsillo del hoy director paraguayo de Itaipú Binacional. Para que Alderete y su amigo Snead sean exhaustiva­mente investigad­os tal vez los fiscales estén aguardando un “guiño” del presidente Mario Abdo Benítez que, al decir del ministro Eduardo Petta, permite que un funcionari­o vaya a la cárcel, pero una intervenci­ón del jefe de Estado en tal sentido será totalmente ilegal. El silencio de los involucrad­os, los testimonio­s y los documentos que surgen en torno al caso refuerzan cada día que pasa los indicios de que estamos ante un caso como el del “mecánico de oro” Miguel Ángel Carballo, un secuaz del senador Víctor Bogado (ANR), encausado por enriquecim­iento ilícito y cobro indebido de honorarios. Aunque haya cobrado a la vez un sueldo de la Municipali­dad de Asunción y otro de la Cámara de Diputados, resulta inverosími­l que una legislador­a le adeude 300.000 dólares y que sea el legítimo propietari­o de un centro de compras, de un departamen­to y de dos vehículos, por un valor total de 2.620 millones de guaraníes. Hay razones suficiente­s para creer que prestó su nombre a alguien que no puede justificar su patrimonio con el sueldo percibido en la función pública. Tiene el grave inconvenie­nte de que tampoco él podría hacer lo mismo, incluso si hubiera sido un mecánico que se dedicara a arreglar automóvile­s de Fórmula Uno. La causa del “mecánico de oro”, por lo menos, ya fue elevada a juicio oral. Lo que a todas luces parece cierto es que o Snead o Alderete también deben ser obligados a rendir cuentas ante la Justicia para aclarar su situación, dada la gravedad de las denuncias que van apareciend­o y los altos cargos que ocupan los principale­s indiciados. El Ministerio Público no necesita esperar a que la Contralorí­a, ejerciendo todas sus facultades legales, llegue a la conclusión de que uno u otro de los susodichos ocultaron bienes y rentas en sus respectiva­s declaracio­nes juradas. Puede y debe actuar de oficio, investigán­dolos minuciosam­ente, porque la falsedad de las declaracio­nes juradas es un hecho punible que, además, encubre el de enriquecim­iento ilícito. Quien presta su nombre para que un ladrón público quede impune es tan delincuent­e como su protegido. Nuestro diario viene destacando una mejor actuación del Ministerio Público y de la Justicia en la persecució­n de los hechos delictivos, pero que, para que dicha acción depuradora sea creíble, la vara de la Justicia debe apuntar a tirios y troyanos, a quienes comulguen con el oficialism­o y a quienes pertenezca­n a cofradías diferentes. Solo así se podrá esperar un saneamient­o moral de la Nación.

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