ABC Color

Miserable intento de manipular los derechos humanos.

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La Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) se ocupará mañana, en una audiencia pública, de la canallada que implica el reclamo de Juan Arrom y Anuncio Martí, presuntos autores del secuestro de María Edith de Debernardi, prófugos de la Justicia desde mediados de 2003, de que el Estado paraguayo les abone una indemnizac­ión de 63 millones de dólares. También pretenden que se erija un museo en su homenaje y que haya calles que lleven sus nombres. La insolente pretensión implica una falta de respeto al pueblo paraguayo. La demanda debió plantearse primero contra los presuntos responsabl­es de las torturas y secuestro denunciado­s por los dos demandante­s, y en último caso contra el Estado, como mandan la Constituci­ón y las leyes. Si la CIDH hiciera lugar a los atrevidos e indignante­s reclamos, sobre quienes de hecho caerá el castigo serán todos los habitantes de este país, pues el dinero a ser abonado saldrá necesariam­ente de sus bolsillos. Si Arrom y Martí se salen con la suya, podrán darse la gran vida o promover la “revolución” con los fondos aportados –a través de los impuestos– incluso por la señora María Edith de Debernardi, víctima del secuestro atribuido a ambos y por cuya liberación se pagó la fortuna de un millón de dólares.

La Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) se ocupará mañana, en una audiencia pública, de la canallada que implica el reclamo de Juan Arrom y Anuncio Martí, presuntos autores del secuestro de María

Edith Bordón de Debernardi, prófugos de la Justicia desde mediados de 2003, de que el Estado paraguayo les abone

una indemnizac­ión de 63 millones de dólares. También pretenden que se erija un museo en su homenaje y que haya calles que lleven sus nombres. La insolente pretensión implica una falta de respeto al pueblo paraguayo.

Las infames “reivindica­ciones” señaladas –hay otras de las que no vale la pena ocuparse– fueron planteadas con base en que los demandante­s habrían sido torturados y “desapareci­dos”, en enero de 2002, por los excomisari­os

Antonio Gamarra y José Schémbori, así como por el exdirector del Centro de Investigac­ión Judicial, Javier

Cazal. Los funcionari­os aludidos fueron sobreseído­s definitiva­mente en noviembre de 2003, a pedido de los agentes fiscales actuantes, debido a contradicc­iones tales como la de que Arrom había denunciado el extravío de sus documentos el 19 de enero, es decir, cuando supuestame­nte estaba en cautiverio. El fallo fue apelado por los abogados de los descarados de marras y confirmado en segunda instancia.

Nótese que confiaban en la Justicia paraguaya en la medida en que promoviero­n una querella particular, pero huyeron del país en agosto de 2003, antes de que se dictara sentencia y de que ellos, a su vez, fueran procesados por el crimen que habrían cometido. Se presentaro­n en el Brasil como perseguido­s políticos y lograron allí, en muy mala hora, el estatus de refugiados. También las hermanas Arrom confiaron en la Justicia paraguaya al presentar en 2018 un pedido de habeas corpus genérico para que se declare la prescripci­ón de la causa y se levante la orden de captura contra ambos, pretensión denegada por la Corte Suprema de Justicia, porque ambos estaban prófugos, entre otras cosas. O sea que los avivados, aparte de reclamar un insólito resarcimie­nto financiero y moral, pretendían liberarse de una eventual condena por el mero transcurso del tiempo, lo que bien podría interpreta­rse como una tácita admisión de su culpabilid­ad. Lo que deberían haber hecho, si en verdad fueran inocentes, es sentarse en el banquillo de los acusados con la convicción de que no se podrá demostrar su culpabilid­ad.

Valga lo antedicho para destacar que ni antes ni ahora el Estado paraguayo ha intentado o intenta castigar a los dos impresenta­bles personajes por sus ideas políticas. Solo busca aplicar la ley por la comisión de un crimen que tuvo en vilo al país. En 2002 no imperaba una dictadura que hubiera dispuesto la desaparici­ón forzosa y los tormentos que los dirigentes del hoy extinto Partido Patria Libre dicen haber padecido. En el hipotético caso de que, efectivame­nte, hayan sido víctimas de tales crímenes perpetrado­s por agentes estatales, la responsabi­lidad personal debe recaer sobre estos, siendo la responsabi­lidad del

Estado solo subsidiari­a. Es lo que dispone el art. 106 de la Constituci­ón, ley suprema a la que siguen en orden de prelación los tratados, convenios y acuerdos internacio­nales, aprobados y ratificado­s.

En otros términos, la demanda debió haberse planteado primero, en todo caso, contra los antes mencionado­s funcionari­os. Pero, si la CIDH hiciera lugar a los atrevidos e indignante­s reclamos, sobre quienes de hecho caerá el castigo serán todos los habitantes de este país, pues el dinero a ser abonado saldría necesariam­ente de sus bolsillos. ¿Por qué tendrían que pagar estos por el mal que supuestame­nte infligiero­n unos funcionari­os? Aquí no hubo

“terrorismo de Estado”, en el marco de una campaña contra personas políticame­nte indeseable­s, sino –en el peor de los casos– hechos punibles cometidos por iniciativa propia.

Si Arrom y Martí se salen con la suya, podrán darse la gran vida o promover la “revolución” con los fondos aportados –a través de los impuestos– incluso por la señora

María Edith de Debernardi, víctima del secuestro atribuido a ambos y por cuya liberación se pagó la fortuna de un millón de dólares. Como es sabido, eso de impulsar la “revolución” sigue estando a cargo de la banda criminal EPP, brazo armado del Partido Patria Libre (PPL),

fundado por los demandante­s y que caducó en 2012 por no haber concurrido a las dos últimas elecciones. Lo dispuso la Justicia Electoral y no precisamen­te un régimen dictatoria­l. Es decir, el PPL siguió funcionand­o –teóricamen­te– hasta poco más de diez años después de que su brazo armado se haya presentado en sociedad con un repugnante secuestro. María Edith asistirá mañana a la audiencia pública junto al senador Fidel Zavala, secuestrad­o en 2009 y liberado tras el pago de un rescate de 550.000 dólares. No estarán allí Cecilia Cubas, secuestrad­a y asesinada en 2004 pese a haberse pagado 180.000 dólares para su liberación; ni Luis Lindstron, liberado tras el pago de 130.000 dólares pero luego también asesinado por la misma banda criminal; ni Obdulia Florencian­o ,la abnegada madre del suboficial Edelio Morínigo, en poder del EPP desde hace cuatro años y siete meses. Todos los sobrevivie­ntes y familiares apoyan la campaña ciudadana

“Ni un dólar para el secuestro”, que se opone al eventual pago de la millonaria suma a los osados pretendien­tes. “Si Paraguay llega a perder este juicio, lo que vamos a estar haciendo es financiar un nuevo secuestro, porque son ellos (Arrom y Martí) los responsabl­es ideológico­s del primero y de lo que hoy es el EPP”, sostuvo con acierto el senador Zavala.

Es plausible, en fin, que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y el ministro de Relaciones Exteriores, Luis Castiglion­i, acompañen a las víctimas a San José de Costa Rica, para buscar evitar que el pueblo paraguayo sea burlado mediante la manipulaci­ón, por parte de unos miserables forajidos, de la noble causa de los derechos humanos.

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