ABC Color

Colonias de inmigrante­s en la mira, por sus tierras

La colonia Tape Porã fue creada en 1984 por el Estado. El IBR entregó títulos de propiedad a los colonos. Tape Porã puede desaparece­r hoy: una orden de desalojo “obtenida” por un muerto establece la expulsión de 47 familias de 745 hectáreas que les perten

- Roque González Vera roque@abc.com.py

El grito de “la tierra es de los paraguayos” es hábilmente utilizado por dirigentes sociales y políticos que buscan justificar el despojo de tierras de los inmigrante­s con el atropello.

Plantean una reivindica­ción histórica absurda pero eficiente en el momento de paralizar acciones: los “bandeirant­es” robaron nuestra tierra.

Por lo tanto, la recuperaci­ón de nuestro espacio guaraní pasa por expulsar a los brasileños que son hijos de bandeirant­es.

Los bandeirant­es se movilizaro­n en tierras portuguesa­s hace 450 años y fueron tan salvajes como los conquistad­ores españoles en el momento de aniquilar a las poblacione­s indígenas.

No existe ninguna relación entre la historia de los bandeirant­es con el proceso de colonizaci­ón iniciado por el Estado paraguayo en procura de poblar la frontera este del país.

Entre 1960 y 1970, el Instituto de Bienestar Rural (antecesor del Indert) fracasó en el proyecto de llevar campesinos paraguayos a instalarse en la inmensa selva del Alto Paraná.

Los campesinos paraguayos no querían vivir en medio de un monte donde carecían de todo: no había caminos, ni agua, ni luz, ni centros hospitalar­ios. Era vivir en un aislamient­o casi absoluto.

Hoy las tierras tienen un valor que resulta inaudito: entre 8.000 y 10.000 dólares la hectárea.

Entonces se lanza el grito de “la tierra es de los paraguayos, fuera bandeirant­es” para ocultar atropellos y usurpacion­es que llegan a extremos groseros con el apoyo de jueces y fiscales.

La bandera de la xenofobia

El senador Paraguayo Cubas es uno de los parlamenta­rios que levantó la bandera de la xenofobia.

Si unimos al nacionalis­mo retrógrado el sentimient­o de xenofobia se tiene la combinació­n ideal para incentivar enfrentami­entos sociales.

No existe momento en que la historia de la humanidad no registre el espíritu de xenofobia para justificar atropellos, violencia y muerte.

Hitler, sin duda, es el ejemplo perfecto del daño que genera la xenofobia.

El ideal nazi se reproduce en cada voz que recuerda la superiorid­ad de una raza o la discrimina­ción como mecanismo de control social.

Esa situación ahora cobra fuerza en diversas comunidade­s de nuestro país: se quiere expulsar a los japoneses y sus descendien­tes para tomar posesión de sus tierras; a los brasileños, por el mismo motivo; a los alemanes igual.

La debilidad del Poder Judicial, controlado por la corrupción, permite que los atropellos se conviertan en una herramient­a en manos de políticos y dirigentes sociales.

En el caso de la colonia Tapé Porã, ubicada en el distrito de San Alberto, Alto Paraná, existe una orden de desalojo que afecta a 47 familias de inmigrante­s, propietari­os de 745 hectáreas. Y un muerto “logró” el mandato judicial.

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El 30 por ciento de la producción agrícola se perdió por falta de lluvias. El daño es muy alto.
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En Tape Porã se trabaja duro para sobrevivir. Ahora quieren desalojar a los propietari­os de las tierras.

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