ABC Color

Dólares “simbólicos”

- Mabel Rehnfeldt mabel@abc.com.py

Tengo un problema personal con secuestros y torturas.

Mi abuelo Alberto fue el militar que tomó la rendición de Alfredo Stroessner en su primera sublevació­n. El dictador no se lo perdonó. Nunca. Vivió apresándol­o mientras vivió, confinándo­lo a lugares ignotos y por tiempo desconocid­o, hasta que ya fue muy anciano como para arrastrarl­o. Se lo llevaban casi siempre de noche o madrugada, lo sacaban a las patadas de su casa de Villarrica.

A Villa del Rosario, a Caapucú, al Chaco, siempre lejos, muy lejos. Lo vejaban lo más que podían; cada vez volvía más viejito, más entregado. Papapa se apagó como una vela, todo encogido en el último tramo de su vida. Y esa nieta a quien le regaló su primera máquina de escribir para ser periodista juró que nunca sería mera espectador­a de historias.

Como dije, tengo un problema personal con secuestros y torturas.

Cuando secuestrar­on a María Edith Bordón de Debernardi hace 18 años (2001), la sociedad paraguaya reaccionó con una asquerosa miserabili­dad al primer secuestro de una larga serie. La sociedad debatía chismes mientras sus niños prendían velas aguardándo­la y María Edith yacía enterrada viva. En un pozo oscuro, con unas latas donde le bajaban sólidos y líquidos, con alimañas y barrotes. Fueron 64 días en una casa del barrio Palomar que fue encontrada recién en junio del 2005, cuatro años después de su secuestro, exactament­e igual a como ella la recordaba: los mismos pisos, ventanas, la fosa...

Cuando liberaron a María Edith, ella era una sombra de sí misma. Un par de días después, compartimo­s con ellos: En esa familia estaban todos quebrados. Eran niños que cada tanto iban a abrazarla y cerciorars­e de que ella no se había vuelto a ir, y era ella derramando lágrimas sin consuelo. Antonio Debernardi (+) vaticinó:

“Arranca la industria del secuestro”. Lamentable­mente, el tiempo le dio la razón.

Su esposa fue la primera en aquel lejano 2001 pero no la última. Los últimos son Edelio Morínigo y don Félix Urbieta. En el medio, otros muchos; algunos volvieron para contar la historia y otros no volvieron, como don Abraham Fehr y como Cecilia Cubas. Don Luis Lindstron volvió de su secuestro pero vivió secuestrad­o hasta el día en que el mismo grupo lo acribilló en un camino vecinal.

Juan Arrom y Anuncio Martí huyeron antes de que se hiciera el juicio oral donde ambos estaban sospechado­s. Ellos dicen que no había garantías en Paraguay, aunque, paradójica­mente Arrom llegó a candidatar­se para senador y hacía proselitis­mo.

Arrom y Martí le han puesto un precio a sus dolores ideológico­s; parece que si entre todos los paraguayos les pagamos “simbólicam­ente” 63 o 100 millones de dólares el problema “simbólicam­ente” habrá acabado.

Los que no tenemos solución, ni “simbólicam­ente” somos nosotros. No hay dólares que garanticen que terminarán los dolores de secuestros y muertes. Son las secuelas de un “negocio” que iniciaron “simbólicam­ente” hace 18 años y por el que parece volverán a cobrar un millonario rescate simbólico.

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