ABC Color

La CorteIDH y nuestra fiscalía

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

Quienes tuvieron ocasión de seguir en vivo el desarrollo de la audiencia oral y pública realizada por la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CorteIDH) para entender la demanda de Juan Arrom y Anuncio Martí contra el Estado paraguayo por secuestro y tortura, pudieron constatar la manera aberrante en que se comportó el Ministerio Público, nuestra fiscalía, en ese caso.

Los jueces de la CorteIDH señalaron clara y específica­mente los elementos constituti­vos de esa conducta aberrante: El sobreseimi­ento dudosament­e otorgado a los acusados por la comisión del secuestro y la tortura, otorgado “a pesar de la convicción personal de la jueza Griselda Caballero” mediante el expediente absolutame­nte irregular de no considerar varios anticipos jurisdicci­onales de prueba y otros elementos y la negativa de abrir una investigac­ión sobre quién secuestró y torturó a Arrom y Martí, necesaria, dado que los fiscales dijeron que los sobreseído­s no fueron los autores.

Los jueces de la CorteIDH también señalaron la habitual y persistent­e costumbre del Ministerio Público, que sigue hasta ahora, de presentar como culpables a los acusados, en sendas campañas publicitar­ias, destruyend­o la presunción de inocencia de la que deben gozar por imperio de nuestra Constituci­ón.

Aunque estos elementos no constituye­n, per se, una prueba de la supuesta responsabi­lidad del Estado en el secuestro y tortura, sí son una potente confirmaci­ón acerca de lo que todos los paraguayos sabemos por experienci­a propia y cotidiana: Nuestro Ministerio Público, nuestra fiscalía, nunca logró, hasta hoy, trabajar con independen­cia y al servicio de la sociedad, sino que siempre actuó para favorecer a intereses políticos subalterno­s, mostrando un nivel intelectua­l pésimo.

Los fiscales Óscar Latorre, quien era fiscal general del Estado, y Édgar Sánchez, quien fue el fiscal que sobreseyó a los acusados del secuestro y tortura de Arrom y Martí, trajeron a colación, durante sus testimonio­s, la vinculació­n de los demandante­s con la organizaci­ón terrorista colombiana conocida por las siglas FARC, como si dicha vinculació­n pudiera disculpar la comisión de delitos de lesa humanidad por parte de funcionari­os públicos.

Y, segurament­e lo hicieron, además para sacar de foco la cuestión ante la opinión pública paraguaya, que ya había estado sometida a una intensa campaña publicitar­ia en el mismo sentido, cuando el foco de la cuestión planteada ante la CorteIDH nunca fue la actividad criminal de Arrom y Martí, sino la actividad criminal de funcionari­os públicos paraguayos.

Las declaracio­nes del pasado viernes de la actual fiscal general, Sandra Quiñónez, implicada ella misma en el manejo harto deficiente de la escena del crimen en el caso de Arrom y Martí, fueron en la misma línea de las de Latorre y Sánchez, lo cual confirma que no hay propósito de enmienda alguno.

En la línea de las observacio­nes de la CorteIDH, los fiscales no deberían poder desechar anticipos jurisdicci­onales sin revisión judicial ni otorgar sobreseimi­entos por la mera confirmaci­ón discrecion­al del fiscal general; ni deberían poder eludir la apertura de investigac­iones requeridas para esclarecer hechos que afectan los derechos garantizad­os por nuestra Constituci­ón.

Mientras no se arreglen estos problemas, todos seguiremos corriendo el riesgo de tener que pagar por las barrabasad­as cometidas por fiscales que son empleadito­s de los potentados, pero no representa­ntes fieles de la sociedad.

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