Echar las redes de nuevo
Lc 5,1-11
Hno. Joemar Hohmann - Franciscano Capuchino
La gente se agolpaba alrededor de Jesús para escuchar su predicación, pues él anunciaba la Buena Nueva, y Dios sabe cuánto la humanidad la necesita. Buena Nueva que la Iglesia sigue anunciando fielmente como su principal misión. Recordemos que la palabra “Evangelio”, en sí misma, significa “buena noticia”.
En cierto momento el Señor ordenó a Pedro: “Navega mar adentro y echen las redes”. El apóstol contestó que ellos habían usado toda su técnica, su capacidad de organización y sus conocimientos humanos y no habían pescado nada, pero añadió: “Si Tú lo dices, echaré las redes”.
Es una realidad que se repite en nuestra vida: uno lucha, procura hacer lo mejor que puede, busca orientación profesional, luces de la ciencia y, al final, como Pedro, exclama desilusionado: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes”.
Es importante el esfuerzo humano, motivado por valores éticos, sin embargo, es insuficiente para lograr cambios profundos y positivos en nuestro mundo. Necesitamos oír con más disponibilidad las palabras de Jesús.
Echar las redes de nuevo es un agudo desafío, pues significa el empeño de no caer en el desánimo, y de alguna manera, recostarse por los demás.
Uno puede volverse desinteresado y procurar agradar a tirios y troyanos, puede no elaborar metas en su vida y no ver un camino claro por donde transitar: en definitiva, una falta de personalidad. Está peligrosamente latente el tova mokõi, que genera relaciones falsas y de conveniencias mezquinas.
Para tener fortaleza y tentar de nuevo es esencial valorar más la Palabra del Señor, que es útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la justicia (2 Tim 3,16) y manifestar la “obediencia de la fe”, que suele dar excelentes resultados.
Hemos de navegar mar adentro, lanzar las redes una vez más y escuchar al Señor que susurra en nuestra conciencia un principio sanador: haz el bien y evita el mal. De este modo, hay que huir del mundanal ruido que tanto dispersa y conduce a la búsqueda de la felicidad fuera de uno mismo, cosa que jamás se va a encontrar.
Jesús quiere que echemos las redes de nuevo, que tentemos una vez más superar la discordia, o el desempleo, o la provocación en las relaciones familiares.
Cuando uno es dócil a la voz del Señor y pone empeño personal seguramente va a salir adelante, con una “pesca milagrosa”, es decir, con un resultado muy allá de lo esperado, como muestra el texto de este domingo.