Ineficiencia y corrupción
La estoica y sufrida ciudadanía paraguaya vive apresada, prisionera y sometida a la corrupción y la ineficiencia de dos entidades públicas que monopolizan dos servicios de esencial importancia para la vida en las ciudades, que son el agua potable y la electricidad.
Vivimos sometidos a la corruptela de la Essap y la ANDE, y si bien existe la posibilidad de “zafar” de la aguatera estatal mediante las juntas de saneamiento, que en numerosas comunidades a lo largo del país ofrecen un servicio mucho más barato y eficiente, de la ANDE no hay escapatoria.
En el Paraguay del siglo XXI vivimos como en la época del medioevo, en la cual el empobrecido pueblo que se debatía en necesidades de todo tipo estaba obligado a pagar tributo al monarca o a la Iglesia, para mantener una cohorte de zánganos improductivos.
Salvando las distancias, no estamos muy diferenciados de aquello, cuando el ciudadano se ve condenado a mantener un ejército de funcionarios jerárquicos con sueldos de primer nivel, viáticos y privilegios, transferidos a las boletas de “servicio” que debe pagar todos los meses.
Si hay reclamos, “pague primero y proteste después”, y terminó el asunto.
Hay denuncias, lamentablemente no hay elementos suficientes de prueba, de casos en los cuales funcionarios de la ANDE hacen 20 kilómetros a bordo de lujosas camionetas del ente, con combustible del Estado, solamente para ir a desayunar en el sitio de su preferencia, en un ejemplo de despilfarro hasta inmoral.
Ni mencionemos los casos de “blanqueos” a usuarios morosos, un sistema manejado por una mafia dentro del ente que permite desviar cobros por energía activa con la complicidad de grandes usuarios.
La superestructura política y administrativa de nuestro país es una muy pesada carga que debe ser soportada por un pueblo que apenas llega a fin de mes con sus ingresos, y que si no fuera porque es tan pasivo, al punto de la indolencia, hace tiempo se habría declarado en rebeldía ante los abusos.
Alguien, en los más altos niveles de gobierno, comenzando por el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, debería mirar con ojos de pueblo el funcionamiento de estas instituciones públicas, y ocuparse un poco más de la suerte de don Juan Pueblo.
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