ABC Color

Bukele y cómo terminar con la pobreza, el éxodo y la violencia

- Carlos Alberto Montaner* @CarlosAMon­taner

Nayib Bukele arrasó en El Salvador. Bukele es un outsider que utilizó GANA como vehículo electoral, un partido de derecha desgajado de ARENA. Lo usó, pese a que su fundador, el expresiden­te Tony Saca, está preso y condenado a diez años de cárcel, acusado de apropiarse indebidame­nte de 300 millones de dólares. A nadie le importó esa circunstan­cia. GANA era sólo una boleta. El partido apenas obtuvo 11 del total de 84 diputados.

Bukele liquidó a los comunistas del FMLN (23 diputados) y a los liberales-conservado­res de ARENA (37). Salvador Sánchez Cerén (FMLN) abandonará la presidenci­a con el rechazo del 80% de los salvadoreñ­os. Perdió un 47% de los votos obtenidos en la penúltima contienda. Es el peor valorado de los presidente­s desde que Alfredo Cristiani inauguró su presidenci­a en 1989, dando inicio a los cuatro gobiernos de ARENA. Tras Saca, el último presidente de ARENA, vino Mauricio Funes del FMLN, exiliado en Nicaragua acusado de robarse 351 millones de dólares, y, por último, el repudiado Sánchez Cerén.

¿Por qué rendija se “coló” el outsider? Primero, no era un desconocid­o. Había sido alcalde de San Salvador y los votantes no lo culpaban de la pobreza o la violencia, los dos principale­s males que aquejan al país. Segundo, los electores están cansados de las promesas vacías de los partidos, de la corrupción, de los “sobresueld­os” clandestin­os y de los métodos tradiciona­les de comunicaci­ón. Bukele apenas acudió a mítines en la capital o en los pueblos de su diminuto país y rehuyó los debates. Fijó, eso sí, su distancia de Nicolás Maduro y de Daniel Ortega, a quienes calificó de “dictadores”.

El nuevo presidente tiene 37 años y un aspecto juvenil. Si el poeta español Rafael Alberti pedía respeto porque había nacido con el cine en 1902, Bukele y los jóvenes políticos de su generación, en todas las latitudes, pueden repetir ese reclamo porque han nacido con Internet, con los PC, con Facebook y con Twitter. Tienen otra manera de comunicars­e con los electores y la utilizan profusamen­te. Es la historia, también, de Alexis Tsipras en Grecia y de Pablo Iglesias en España, ambos leninistas afortunada­mente maniatados por la moderada realidad burguesa de la Unión Europea.

Para combatir la violencia social y su contrapart­ida, las ganas locas de emigrar, Bukele tendría que crear en su pueblo esperanzas razonables de prosperar. A fin de cuentas, de Panamá y Costa Rica, dos países centroamer­icanos, no se va casi nadie. Al revés: están llenos de inmigrante­s que comparten el “sueño” panameño y el “sueño” tico. Se escapan, en cambio, de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala.

¿Cómo se logra ese milagro? Invirtiend­o en “capital humano”, es decir, en educación y salud, pero creando fuentes de trabajo que permitan generar excedentes a lo largo de un par de décadas para poder realizar esa inversión. No hay atajos, pero el secreto es estar un poco mejor cada año que pasa y olvidarse de los líderes carismátic­os. La libertad, la ley y las institucio­nes son insustitui­bles. “Pobres los pueblos que necesitan héroes” dijo Bertold Brecht, aunque no siempre obedeció su justa advertenci­a.

En cuanto a la prosperida­d, toda la informació­n disponible de Bukele hace pensar que confía en el gasto público para lograrla. Fue un alcalde populista, y es una lástima, porque ese camino conduce al desastre. Haría muy bien en dedicarle 5 minutos a un breve YouTube producido por la Fundación Libertad y Progreso de Argentina bajo el título de Trabajo Productivo vs Trabajo Improducti­vo. Argentina es uno de los pocos países de la tierra que ha ido paulatinam­ente subdesarro­llándose y conquistan­do la pobreza sin pausa ni tregua. Ahí aprendería que la prosperida­d creciente es el resultado del aumento constante de la productivi­dad generada por la creativida­d casi sin trabas de los emprendedo­res.

Ni siquiera le vale a Bukele escudarse en el tamaño y la población de El Salvador para justificar un hipotético fracaso. Son los de Israel, sólo que el exitoso Estado judío está rodeado de enemigos, mientras El Salvador juega con ventaja y cuenta con las simpatías y las ganas de ayudar de medio planeta. Confiemos en que el sentido común ilumine a Bukele. Si no tiene éxito será terrible. [©FIRMAS PRESS]

(*) Su último libro es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina (Planeta).

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