ABC Color

La intención que no sirve

- Caio.scavone@abc.com.py

Caio Scavone

La producción agrícola en el Paraguay es una de las actividade­s más remotas, y hasta nuestro tiempo ocupa un sitio privilegia­do en materia de ingreso de divisas al país y como motor generador del dinero que de manera interna le deja al Paraguay.

La parcialida­d indígena “los Carios” ya cultivaban y eran buenos agricultor­es, que posibilita­ron la producción del maíz, de la papa y otros rubros de consumo. Los españoles de la conquista quedaban felices de la vida al tener en Asunción y sus alrededore­s buena comida de origen agrícola, peces y animales silvestres.

La vida siguió, y llegó la época de la explotació­n y comerciali­zación externa de la yerba mate, y luego las naranjas. El país siguió produciend­o alimento, y el rubro agrícola continuó siendo la actividad principal que servía para apuntalar el progreso y la calidad de una vida mejor de los paraguayos.

Después se insertaron al país otros rubros, y durante años el algodón y su cadena productiva les dieron a sus productore­s un auxilio económico de gran valor. Fue durante años el buque insignia de la producción paraguaya, y el algodón paraguayo llegó a muchos confines de este mundo. La caña de azúcar llegó al país apenas entró el 1900, y hasta hoy sigue siendo una actividad que permite al Paraguay conocérsel­o mediante su almíbar, su alcohol, su azúcar orgánico y sus derivados. Lastimosam­ente, decayó bastante su producción, pero azucareras como AZPA y otras indican el camino a seguir con su cultivo, manejo, producción y comerciali­zación.

El Paraguay hoy es fuerte productor empresaria­l de la soja, de maíz, de arroz, de maní y de trigo mediante la agricultur­a mecanizada iniciada en décadas de 1970. De ahí en más, la producción de este tipo fue creciendo, y hoy equivale al único país subtropica­l que exporta trigo y su harina junto a los otros rubros mencionado­s como fuente de buenos ingresos. La producción agrícola mecanizada se encuentra en otra frecuencia merced a los productore­s organizado­s en empresas, corporacio­nes, cooperativ­as y en unidades de diversa índole. Lo mismo vale para la producción ganadera.

El drama agrícola del Paraguay radica en unos casi 300.000 agricultor­es encuadrado­s dentro de la agricultur­a familiar. El Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG), a través de su Dirección de Extensión Agrícola (DEAg), debe cuidar y transferir tecnología a los agricultor­es. Sus 705 técnicos de campo apenas dan una ínfima cobertura a 60.000 familias campesinas. Tiene un déficit de 250 técnicos y apenas dispone de 200 vehículos en el campo, de los cuales 85 están en buen estado, y el resto, calamitosa­mente. De los 705 empleados, 200 son administra­tivos y auxiliares, y el 80% de sus 182 oficinas diseminada­s en el Paraguay no disponen de equipos informátic­os. Para colmo, los aumentos de sueldos de los funcionari­os del MAG se hacen desde el Parlamento. Una verdadera vergüenza.

La DEAg tiene dos modalidade­s de contrato: por unidad de tiempo (UT) y por producto (PP), y ambos tipos de contratado­s deben dar asistencia con sus móviles propios. Una estrategia que puede mejorar en algo la asistencia integral a los necesitado­s campesinos. Se espera que el MAG regrese a su quehacer y obligación: la de entregar cobertura técnica, capacitaci­ón integral, conocimien­to de las buenas prácticas agropecuar­ias, actividade­s educativas, y ya no dedicarse a entregar insumos que para la nada sirve.

Así, la extensión agrícola no pasa de ser una intención y, siempre se supo, no hay cosa más cara de la que gratuitame­nte entrega el MAG a los campesinos del Paraguay...

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