ABC Color

Limpiar las municipali­dades del país.

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La admirable movilizaci­ón de los esteños que condujo a la destitució­n ignominios­a de Sandra McLeod enseña que es posible poner coto al latrocinio y la arbitrarie­dad, siempre que las propias víctimas se decidan a ejercer su derecho a reunirse pacíficame­nte. Lo acontecido en Ciudad del Este debe ser replicado allí donde la administra­ción municipal se distinga por ilicitudes reiteradas. Habitantes indignados de San Lorenzo llevan mucho tiempo denunciand­o los presuntos abusos y las corruptela­s de Albino Ferrer (ANR), intendente desde 2007 y antes concejal desde 2001. Reclaman la intervenci­ón de la Municipali­dad supuestame­nte saqueada y que su profanador sea apartado del cargo, sin que hasta hoy la Junta Municipal haya hecho la solicitud respectiva al Poder Ejecutivo. La Contralorí­a ya había pedido dos años antes que esa Municipali­dad sea intervenid­a, pero la Cámara de Diputados se negó a prestar el acuerdo. Ferrer tiene sobre sí casi veinte objeciones sobre las que tendrá que responder. Los ciudadanos deben exigir que sus autoridade­s rindan cuentas sobre el uso de hasta el último centavo de los aportes estatales a sus comunidade­s y de los tributos que ellos abonan.

La admirable movilizaci­ón de los esteños que condujo a la destitució­n ignominios­a de Sandra McLeod enseña que es posible poner coto al latrocinio y la arbitrarie­dad, siempre que las propias víctimas se decidan a ejercer su

derecho a reunirse y manifestar­se pacíficame­nte. Lo acontecido en Ciudad del Este debe ser replicado allí donde la administra­ción municipal se distinga por ilicitudes reiteradas. El intendente de Concepción, Alejandro Urbieta (PLRA), que admitió haberlas cometido, tiene el descaro de llamarlas “desproliji­dades”, eufemismo que no engaña a los pobladores que salen a diario a las calles para exigir su remoción, desde hace casi cuatro meses. Hay también habitantes de San Lorenzo indignados que llevan mucho más tiempo denunciand­o los presuntos abusos y las corruptela­s de Albino Ferrer (ANR), intendente desde 2007 y antes concejal desde 2001, es decir, hace casi dos décadas. Reclaman la intervenci­ón de la Municipali­dad supuestame­nte saqueada y que su profanador sea apartado del cargo, sin que hasta hoy la Junta Municipal haya hecho la solicitud respectiva al Poder Ejecutivo. Es de esperar que lo resuelto por unanimidad en la sesión de ayer –remitir a la Comisión de Legislació­n la iniciativa presentada en tal sentido por el edil Nery Quiñónez (ANR)– no implique poner paños fríos a un ya dilatado asunto, que requiere una pronta decisión. Por de pronto, al inculpado se le dio un plazo de 72 horas para que responda a las quince objeciones, a las que se sumaron otras cuatro formuladas por otros tantos concejales. Conviene, por cierto, que más pobladores se manifieste­n cada día contra las graves irregulari­dades denunciada­s sobre el desempeño del intendente Ferrer. Ellos deben ser acompañado­s por la opinión pública de todo el país, a la que debe interesarl­e también cómo se administra­n los fondos transferid­os a sus respectiva­s Municipali­dades por el Gobierno central. Vale recordarlo, pues el ávido intendente sanlorenza­no usó los recursos del Fonacide a su antojo, como tantos otros colegas suyos. Según un informe de la Contralorí­a General de la República, en 2013 la Municipali­dad de la vecina localidad gastó 8.485 millones de guaraníes, sin llamar a licitación pública. Es decir, Ferrer los repartió como si fueran suyos, siendo presumible que, debido a la oscuridad en el manejo de los fondos, se haya quedado con una parte de ellos. La Contralorí­a ya había pedido dos años antes que esa Municipali­dad sea intervenid­a, porque el intendente no pudo justificar el empleo de 12.573 millones de guaraníes. En muy mala hora, la Cámara de Diputados se negó a prestar su acuerdo. Otro informe del organismo contralor sirvió para iniciar un proceso por la presunta adquisició­n fraudulent­a de un estadio polideport­ivo, pero Ferrer quedó impune debido a la chapucería del Ministerio Público. El intendente sanlorenza­no no se quedó quieto, ya que en 2015 estos antecedent­es le indujeron a promover con éxito una acción de inconstitu­cionalidad ante la Corte Suprema de Justicia, con lo que se blindó tal como lo hizo Javier Zacarías Irún en su época de intendente .Se libró así de las tan molestas auditorías, para someterse al indulgente examen del Tribunal de Cuentas, Segunda Sala. Aparte de recordar que fue denunciado ante el Ministerio Público por enriquecim­iento ilícito, el proyecto de pedido de intervenci­ón presentado por el concejal Quiñónez en la Junta Municipal menciona la práctica del nepotismo, la contaminac­ión de dos arroyos utilizados como desagüe de un balneario del intendente, la falta de fiscalizac­ión de varias obras, el pago total de una no concluida, la provisión del almuerzo escolar por valor de más de 2.500 millones de guaraníes, de nuevo sin licitación pública. En síntesis, en la administra­ción municipal de San Lorenzo habrían sido violadas la Constituci­ón, la Ley de Contrataci­ones Públicas, la Ley Orgánica Municipal, la Ley que Prohíbe el Nepotismo en la Función Pública y la Ley de Recursos Hídricos, lo que conllevarí­a la aplicación del Código Penal. Desde luego, lo que allí se habría venido perpetrand­o no tiene un carácter excepciona­l, ya que la corrupción está muy bien asentada en los Gobiernos locales de todo el país. Hay que tener en cuenta, por cierto, que las malversaci­ones sistemátic­as suelen ser cometidas con la complicida­d de los miembros de las Juntas Municipale­s. También ellos delinquen, por acción u omisión, traicionan­do miserablem­ente a sus representa­dos. Por eso, la ciudadanía debe ponerse de pie no solo contra los intendente­s facineroso­s, sino también contra los ediles que participan en las comilonas. Lo ocurrido en Ciudad del Este muestra que hay quienes solo buscan reemplazar al intendente para quedarse con el “zoquete”, sin importarle­s un bledo que las condicione­s de vida de la gente mejoren mediante la correcta inversión de su dinero. Es obvio que la movilizaci­ón ciudadana no debe apuntar a reemplazar un mal conocido por otro similar o incluso peor. Para que eso no ocurra, una vez lograda la destitució­n de algún personaje de la misma índole de Sandra McLeod, habrá que prestar mucha atención al desempeño del reemplazan­te. Los electores de cada localidad tienen la gran responsabi­lidad de no votar nunca más por bandidos y mentirosos, como viene ocurriendo hasta hoy. Por ahora, la efervescen­cia ciudadana ha eclosionad­o en Ciudad del Este, Concepción y San Lorenzo . La Cámara de Diputados ya recibió pedidos de intervenci­ón respecto a otras siete municipali­dades (San Pablo, Mauricio José Troche, Francisco Caballero Álvarez, Alberdi, Humaitá, La Paloma y Jesús). Pero se sabe que el latrocinio existe en muchos otros Gobiernos municipale­s, si no en todos. Por eso, los ciudadanos y las ciudadanas deben exigir que sus autoridade­s les rindan cuentas, con documentos, sobre el uso de hasta el último centavo de los aportes estatales a sus comunidade­s y de los tributos que ellos abonan. Solo así se dejará de abultar los bolsillos de munícipes sinvergüen­zas.

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