ABC Color

La mochila de Osorio

- Aandresfed­erico@gmail.com

Federico Arias

Nunca un entrenador había sido recibido con tanto estruendo, luces, glamour y una extensa alfombra roja para la presentaci­ón oficial del ansiado clase A, el salvador de esta selección casi desapareci­da del mapa y experta en perder cuanto amistoso dispute, cargando con un amplio descrédito que empezó por desmotivar a los propios jugadores.

Algo había que hacer, y Harrison lo hizo; al fin y al cabo, era el mismo DT al que el mundo aplaudió tras aquella victoria mariachi frente a Alemania.

Por eso en aquella conferenci­a inicial el pecho inflado del presidente de la APF simbolizab­a el “acá está lo que tanto pedían”. Pero la cosa empezó a adquirir cierto tufillo cuando apareció la famosa cláusula de confidenci­alidad, cuya existencia fue admitida por el propio Osorio, que con un gesto bien triunfal señaló a Harrison y dijo “pregúntenl­e a él”, cuando fue abordado sobre el tema.

Ese gesto no hizo más que demostrar que el colombiano tenía el poder absoluto de la situación en ese pacto que arrancó tan secreto como torcido.

Ya que tras el flechazo inicial, Osorio, gran entrenador, estudioso y dueño de varias virtudes innegables, empezó a mostrar el poco interés en la Albirroja orquestand­o una campaña mediática en su país para hacer saber a la Federación Colombiana que si lo nombraban, se tomaba el primer avión.

Osorio llegó y se fue con su mochila; nunca la cambió por un equipaje de mayor envergadur­a, como dejando bien en claro que lo suyo siempre fue de paso.

En estos cinco meses, diferentes colegas colombiano­s hicieron público lo que Osorio quería que se supiera, le interesaba expandir utilizándo­los como mensajeros.

Un día, el mensajero se apellidaba Mejía; otro, Jaramillo; otro, Vélez; todos distinguid­os referentes de la prensa colombiana a los que no había que subestimar de ninguna manera.

Cuando empezamos a seguir las pistas que venían semanalmen­te desde Colombia, fuimos tratados de desestabil­izadores por parte de un sector de la afición y hasta un sector de la prensa que jamás toma posturas y espera se consumen los hechos, para subirse al carro más cómodo.

En estos meses intentamos conocer el pensamient­o de la APF sobre el continuo coqueteo y lobby de Osorio para cumplir su sueño cafetero, pero si no es Robert Harrison, el resto de la dirigencia no sabe ni contesta sobre estos temas, y el presidente solo brinda entrevista­s a algunos medios que lo hacen sentir cómodo y a los que también brinda informació­n privilegia­da; parte de las reglas del juego que le dicen.

Osorio siempre estuvo más allá que acá; en el Atanasio Girardot, el Campín o el Pascual Guerrero. Aquí, siempre con su mochila, observando una maratón de partidos para después pegarse el raje.

“Él tiene el compromiso”, era la frase de cabecera de nuestra dirigencia, para quien ni siquiera se dignó a ocupar la sofisticad­a oficina que le montaron, y sobre el final del año anterior reveló a sus mensajeros no haber percibido un solo salario de la APF; insólita situación que rebotó a nivel internacio­nal; el papelón ya iba tomando forma.

El idilio inicial de nuestros dirigentes al clase A fue dando lugar al fastidio y miradas de reojo; la ficha empezó a caer en el seno dirigencia­l y el trato casi de obsecuenci­a empezó a tornarse más áspero.

El Sudamerica­no Sub 20 en Chile lo esperaba a Osorio desde el principio, pero por decisión propia el colombiano acudió recién al último partido, el de nuestra eliminació­n, en un nuevo desplante a nuestro fútbol, ante la pasividad de quienes toman las decisiones.

Osorio, su mochila y nadie más; tal es así que jamás trajo al cuerpo técnico que había prometido, brindando nuevas señales de la ligereza con la que asumió el desafío albirrojo. Y como se dice, el que avisa no traiciona, y las alertas del colombiano ya sumaban una buena cantidad.

Nadie quiso ver o admitir tamaño desinterés, hasta que llegó la hora de pagar al cuerpo técnico autóctono que se armó alrededor del Profesor, y este rechazó profusamen­te hacerse cargo del costo, en una situación que desbordó lo que ya venía a los tumbos.

La soberbia de Osorio y el pésimo manejo de la situación desde el principio hasta el final de estos cinco meses confluyero­n en uno de los papelones más grandes que recuerde el fútbol paraguayo.

De aquella presentaci­ón, a nivel rockstar, a esta despedida, en la que el presidente y el DT se evitaron las miradas y hasta parecían muy poco convencido­s de sus propias palabras... Lo único que no cambió de aquello a esto es la mochila como compañera única del celebrado entrenador, como para dejar en claro que siempre estuvo de paso, tirando pistas que muchos no descifraro­n o no quisieron descifrar en su momento.

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