ABC Color

América Latina y el mito de la causa perdida

- José Azel (*) Joeazel@me.com

Para los historiado­res de la Guerra Civil americana la “Causa perdida” es un movimiento ideológico que fantasea la causa confederad­a como lucha heroica contra grandísima­s dificultad­es. La doctrina de la “Causa perdida” destaca supuestas virtudes del Sur antes de la guerra y retrata esa Guerra Civil como una honorable lucha en defensa del modo de vida sureño. Más controvers­ialmente, la ideología de la “Causa perdida” encubre los horrores de la esclavitud describién­dolos más compasivos que crueles, y argumentan­do que la esclavitud enseñó cristianda­d y valores civilizado­s. Ignora los defectos de la Confederac­ión y justifica su derrota por la masiva superiorid­ad de la maquinaria industrial Yankee. El credo de la “Causa perdida” reclama también que la Reconstruc­ción tras la Guerra Civil fue una maniobra de los políticos norteños, manipulado­res financiero­s y oportunist­as, para socavar el modo de vida sureño. Naturalmen­te, existe una historia más honesta y acertada de la Guerra Civil que considera un mito la ideología de la “Causa perdida”. Sin embargo, hay que conceder que las ideas e iconografí­a de ésta han penetrado la conciencia americana. Gran debate se produjo recienteme­nte, literalmen­te en la plaza pública, con el movimiento para retirar los monumentos confederad­os. Lo que demuestra que es muy difícil extirpar el mito de la “Causa perdida” de la historia americana. Similarmen­te, muchos países latinoamer­icanos desarrolla­ron su propia narrativa de “Causa perdida”, donde “el imperialis­mo Yankee”, y no sus propios fracasos, es responsabl­e del subdesarro­llo económico latinoamer­icano. Por ejemplo, una versión latinoamer­icana de ese mito es la Teoría de la Dependenci­a, que proclama que los recursos fluyen, de manera explotador­a, de una “periferia” de naciones pobres subdesarro­lladas a un “núcleo” de naciones ricas. Criterio central de la Teoría de la Dependenci­a es que los estados del núcleo devienen ricos empobrecie­ndo naciones periférica­s. En esta fantasía, como en la historia de la Reconstruc­ción del sur americano basada en la “Causa perdida”, el desarrollo latinoamer­icano fue víctima de la avaricia de corporacio­nes norteñas. Ese cuento ignora la historia latinoamer­icana de fracasos de políticas públicas, estatismo, corrupción endémica y otros males. Y, como en la clásica “Causa perdida”, se idealizan las virtudes de la cultura hispanoame­ricana. El Índice 2017 de Percepción de Corrupción, elaborado por Transparen­cia Internacio­nal, revela que los sectores públicos en la mayoría de los países latinoamer­icanos son altamente corruptos y avanzan poco luchando contra la corrupción. El Índice califica 180 países por niveles de corrupción percibida en sus sectores públicos, usando una escala desde “muy limpios” a “altamente corruptos”. En Latinoamér­ica solamente Uruguay y Chile califican cerca de “muy limpios” con posiciones mundiales número 23 y 24, respectiva­mente. (Como referencia, EE.UU. clasifica número 16). Prácticame­nte todos los demás países latinoamer­icanos califican hacia el extremo de “altamente corruptos”, como Nicaragua # 151, Haití # 157 o Venezuela # 169. La corrupción latinoamer­icana, parcialmen­te, es resultado del sector gubernamen­tal excesivame­nte grande y la intrusión del gobierno en la economía. El corolario son demasiados funcionari­os gubernamen­tales interfirie­ndo en la vida de las personas y en su sustento. Esta es la clase de corrupción -donde predominan sobornos y lucrativos contactos gubernamen­tales- que socava la confianza no solamente en el gobierno, sino también en la propia naturaleza humana. En la mentalidad pública, la ineficienc­ia gubernamen­tal y la corrupción no son culpables del subdesarro­llo económico de la región: la culpa es del “imperialis­mo Yankee”. Como su versión estadounid­ense, la fábula latinoamer­icana de la “Causa perdida” ha penetrado la conciencia pública. Lamentable­mente, el mito prevalecie­nte impide a Latinoamér­ica buscar en su sociedad métodos para frenar la corrupción e incrementa­r la responsabi­lidad gubernamen­tal. En el reino de lo posible, un enfoque sería reducir la separación entre gobierno y pueblo. Estructura­lmente esto significar­ía un tipo de gobierno genuinamen­te federalist­a donde el poder económico se confiere más a los gobiernos locales y departamen­tales que a todopodero­sos gobiernos nacionales. El federalism­o no inmuniza a los gobiernos contra la corrupción. Pero, manejando pequeñas sumas de dinero, y estando más cerca del pueblo, el federalism­o desincenti­va conductas corruptas e incentiva efectivida­d gubernamen­tal. Y más importante, el federalism­o y su concomitan­te responsabi­lidad personal, quebranta la mitología de la “Causa perdida”. [©FIRMAS PRES] * El último libro del doctor Azel es “Libertad para novatos”.

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