ABC Color

Peleítas de poder sin cambios a la vista

- Mcaceres@abc.com.py

Marcos Cáceres Amarilla

Abdistas y cartistas se enfrascan en demostraci­ones de fuerza mientras el país real, la gente, lidia contra la corrupción y la impunidad que siguen como antes, sin que parezca que haya voluntad de hacer los grandes cambios necesarios.

El pasado fin de semana, un grupo de convencion­ales, con el respaldo decisivo de dirigentes de “Colorado Añetete”, llevó adelante una Convención Extraordin­aria para cambiar el estatuto partidario. El objetivo plasmado fue aumentar nuevamente los años de afiliación necesarios para que alguien pueda candidatar­se a cargos electivos.

Presuntame­nte, la jugada apunta a los nuevos afiliados, como Santiago Peña, quien con los cambios introducid­os no podrá ser eventualme­nte candidato a intendente, y a Horacio Cartes, quien no podrá candidatar­se a presidente de la ANR el año próximo. Ambos por no tener el tiempo mínimo de afiliación requerido, a partir de ahora, para aspirar a esos cargos.

El objetivo de fondo fue hacerle evidente al cartismo que cambió la relación de fuerzas y que Añeteté tiene una holgada mayoría en la Convención para convocarla cuando quiera, al menos por ahora.

Inmediatam­ente, la dirigencia de Honor Colorado (cartismo) que tiene mayoría en el Comité Ejecutivo de la Junta de Gobierno resolvió solemnemen­te convocar a las postergada­s elecciones de la organizaci­ón juvenil del partido y al de las mujeres. El mensaje, demasiado obvio, pretende decir: “El oficialism­o pone trabas a la participac­ión juvenil, nosotros promovemos y reactivamo­s su participac­ión”.

Estos juegos de poder se desarrolla­n al tiempo que asoman con fuerza los viejos y nuevos problemas de la ciudadanía.

Al problema campesino, que se centra básicament­e en la distribuci­ón de la tierra y asistencia para la producción, el presidente Abdo Benítez ya se adelantó a decir que no podrá solucionar cuestiones que se arrastran de hace décadas. Aducirá que es una cuestión muy compleja. No dirá que no existe voluntad, o que no forma parte de sus planes de gobierno y tampoco dirá que tiene compromiso­s con gente de mucho poder y además no tiene la intención de enfrentars­e con ellos. Pese a que estos son los motivos más creíbles.

Respecto a la transparen­cia, honestidad e institucio­nalidad en el país, el mandatario y su equipo consideran que ya dieron muestras de su compromiso con algunos cambios de fachada. Perceptibl­emente, estamos entrando de nuevo ahora en la lógica del reparto de cupos en institucio­nes como la Corte Suprema. Además, cabe suponer que esperan colocar a un contralor “amigo” o, cuando menos, uno que quede muy presionado y agradecido por permanecer en el cargo.

Versiones creíbles hablan de que el negocio de los muchachos del porcentaje en las licitacion­es en varias institucio­nes públicas marcha viento en popa. Una buena cantidad de representa­ntes de este gobierno hace rato dejaron la pobreza para entrar en el terreno de la abundancia económica.

Pero, aunque la administra­ción abdista no plantea impulsar cambios profundos que afecten a la estructura de poder y de corrupción en el país, sí impulsa medidas para una mayor recaudació­n tributaria. La imagen que proyecta es de que este Gobierno seguirá financiand­o la fiesta del poder con dinero de quienes puedan pagar impuestos, sin pensar en mejorar sustancial­mente la situación de quienes apenas tienen para la sobreviven­cia diaria.

Esa conducta del oficialism­o da lugar a que la oposición pueda tomarse de algunos temas para cuestionar­lo con fundamento­s agradables a las necesidade­s populares. Además, expone al Presidente a un rápido desprestig­io, muy peligroso por los buitres domésticos que sobrevuela­n el Palacio y que no dudarán en atracarse con sus despojos.

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