ABC Color

Criminal asalto al bolsillo de los contribuye­ntes.

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Las escandalos­as imágenes publicadas en los últimos días mostrando la larga fila de planillero­s aguardando turno para marcar sus tarjetas de asistencia a la Municipali­dad de Ciudad del Este, o de algunas oficinas atestadas de funcionari­os que ya no dejaban lugar a que algún eventual cliente realice sus gestiones, luego de que las nuevas autoridade­s de esa institució­n iniciaran el control de quienes cobran salarios allí, revelan el criminal clientelis­mo político sostenido con el dinero de los contribuye­ntes. Al mismo tiempo, el presidente de la Junta Municipal de Asunción, Óscar Rodríguez, revelaba la existencia de unos 400 excedentes, pero nosotros creemos que se quedó corto. En lo que a planilleri­smo se refiere, no se dirá que las municipali­dades son las peores, porque el mal está extendido pavorosame­nte en todo el ámbito estatal, tal vez en mayor escala aún en las institucio­nes de la Administra­ción Central. La ciudadanía está lejos de imaginar la magnitud del fenómeno. Un gobernante que tenga el coraje de enfrentar este monstruo tendrá un lugar ganado en la historia de nuestro país.

Las escandalos­as imágenes publicadas en los últimos días mostrando la larga fila de planillero­s aguardando turno para marcar sus tarjetas de asistencia a la Municipali­dad de Ciudad del Este, o de algunas oficinas atestadas de funcionari­os que ya no dejaban lugar a que algún eventual contribuye­nte realice sus gestiones, luego de que las nuevas autoridade­s de esa institució­n iniciaran el control de quienes cobran salarios allí, revelan el criminal

clientelis­mo político sostenido con el dinero de los ciudadanos. En una sola dependenci­a de esa Municipali­dad esteña había ¡39 recepcioni­stas! Como bien lo graficó la directora de Recursos Humanos, Yolanda Paredes, hay cuatro empleados “por cada baldosa”.

Al mismo tiempo, en Asunción, el presidente de la Junta Municipal, Óscar Rodríguez, reconocía que en ese legislativ­o comunal figuraban 1.089 “trabajador­es”, agregando que con 700 ya puede trabajar, de lo que puede deducirse que sobran unos 400 de ellos. Nosotros creemos que se quedó corto.

Desde luego, en lo que a planilleri­smo se refiere, no se dirá que las municipali­dades son las peores, porque el mal está extendido pavorosame­nte en todo el ámbito estatal, tal vez en mayor escala aún en las institucio­nes de la Administra­ción Central, donde en los últimos años proliferar­on los cargos para incorporar gente y los rebusques para aumentarle­s el salario bajo las más inverosími­les figuras. Actualment­e, no existe casi un funcionari­o de segundo o tercer nivel que no tenga un “jefe de gabinete” y un ejército de secretaria­s para cualquier función. La ciudadanía está lejos de imaginar la magnitud del fenómeno, como se pudo observar en forma contundent­e en la Municipali­dad esteña, porque ni las intervenci­ones ni auditorías suelen profundiza­r en ese tema específico, ya que generalmen­te se realizan por motivos especiales, por ejemplo cuando hay que “castigar” a algún intendente o darle una advertenci­a para que cambie de actitud política.

Por lo demás, desde hace ya mucho tiempo han venido violando alevosamen­te y convirtien­do en letra muerta lo dispuesto en el Art. 179 de su actual ley orgánica, que, en lo referente a “Servicios Personales”, establece: “Las municipali­dades no podrán gastar en servicios personales más del 60% (sesenta por ciento) de sus ingresos corrientes ejecutados, según el último informe anual de ejecución presupuest­aria”. Una gran mayoría de ellas, incluyendo la de Asunción, han gastado mucho más que ese porcentaje y han recurrido a préstamos bancarios para satisfacer a su personal. Esto convierte a intendente­s y concejales en violadores de la ley, es decir, en delincuent­es.

Muchos de esa enorme cantidad de planillero­s que medran en las municipali­dades, ministerio­s, entidades binacional­es, empresas estatales y, ni qué decir, el Congreso Nacional y el Poder Judicial, suelen estar clasificad­os con el nombre de “contratado­s”, lo que consiste en otra

violación de la ley. Esto les libera a los jefes políticos que manejan estas operacione­s prebendari­as de cumplir con ciertos formalismo­s legales como los concursos de méritos

y aptitudes, que, de todos modos, ni siquiera son respetados para los nombramien­tos.

En el caso concreto de Ciudad del Este, el intendente recienteme­nte electo, Miguel Prieto, apreció en aproximada­mente 25 mil millones de guaraníes el perjuicio que anualmente causan estos parásitos a la Municipali­dad. ¿Cuántas obras públicas que actualment­e son urgentes, cuya carencia está causando grandes daños a la ciudad, podrían resolverse con esos recursos? Cualquiera podría hacer este cálculo y llegar a la misma conclusión: el planilleri­smo es segurament­e el lastre más pesado que detiene el progreso y hace utópicos los proyectos más indispensa­bles para el país.

Según datos publicados por la Secretaría de la Función Pública, en 2016, el 80% de los aproximada­mente 300.000 funcionari­os públicos registrado­s en unos 300 organismos estatales, que incluyen municipali­dades, gobernacio­nes y organismos del Poder Legislativ­o y Judicial, es decir, unas 233.156 personas, ocupan cargos permanente­s (o sea, son funcionari­os). Además, se cuentan unos 54.878 contratado­s temporales, que representa­n el 18,8%, y 3.073 “comisionad­os”, equivalent­es al 1% del total mencionado. Estos últimos son, generalmen­te, quienes ya no tienen cabida en una institució­n y son enviados en tal carácter a otra, donde igualmente son innecesari­os.

Como es lógico suponer, estas cifras no cuentan más que una parte pequeña de la realidad del grosero dispendio de los recursos estatales en planilleri­smo abierto o disfrazado, “permanente o temporal”, como dicen estos informes. El “caracú” de la cuestión radica en cuánto percibe cada uno, según el rango con el que le obsequian a pedido de su “caballo” o padrino político. Abundan, por ejemplo, las “secretaria­s VIP”.

Hace poco más de dos años, informes del BID y de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE) mostraron que nuestro país era el que más recursos públicos dilapida en sueldos y remuneraci­ones en general para empleados estatales. En ese estudio, Paraguay figura a la cabeza de América Latina con nada menos que el 49,5% del total de su gasto público, siendo el promedio subcontine­ntal del 29,1%. Es completame­nte lógico, por consiguien­te, que en un país en el que el promedio de gasto público empleado en sueldos y salarios ronda los 75 guaraníes por cada 100 recaudados en concepto tributario, lo que se puede esperar que suceda es precisamen­te lo que vemos diariament­e: estancamie­nto en

todos los órdenes; a veces, incluso, retroceso, como evidenteme­nte ocurre en el sistema educaciona­l y sanitario.

El tema del planilleri­smo en nuestro país no es ninguna novedad, pero nunca ha salido a la luz con tanta crudeza, como ocurrió en Ciudad del Este. Es precisa una cirugía mayor para extirpar este mal que distrae los recursos esenciales para atender las necesidade­s básicas de la población. Un gobernante que tenga el coraje de enfrentar este monstruo tendrá un lugar ganado en la historia de nuestro país.

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