ABC Color

La cartelizac­ión de las obras viales

- Ccaceres@abc.com.py

Ing. Carlos A. T. Cáceres

En fecha 11 de abril del 2007, el entonces ministro de Obras Públicas Ing. Pánfilo Benítez declaró ante los medios que el costo de las rutas asfaltadas oscilaba entre 500.000 a

600.000 dólares el km. (ABC Color 10/04/07, Economía pág. 21). Se entiende que se refería al costo “inicial” o contractua­l. Pero si durante la construcci­ón agregamos trabajos adicionale­s por modificaci­ón del proyecto después de la adjudicaci­ón, la incidencia de los mayores costos por incumplimi­entos de plazos, el costo del proyecto ejecutivo y la fiscalizac­ión, es de esperar que el precio final resultante supere con creces dicho valor. Ejemplos icónicos serían Ruta 9 (Transchaco) y Concepción-Pozo Colorado. Sumando las reparacion­es durante más de tres décadas y la repaviment­ación próxima a licitarse, el costo de estas podría superar los US$ 1.200.000/km.

En esa oportunida­d también afirmó el Ing. Benítez que el Paraguay para estar a la altura de nuestros vecinos debería contar como mínimo con 9000 km de rutas pavimentad­as, que sería por ej. la longitud de la red vial asfaltada del Uruguay (cuya superficie es el

43,3% de nuestro territorio, cuenta con litoral marítimo y 3000 km de ferrocarri­les). Pero teniendo en cuenta que actualment­e de los 74.676 km de extensión que tiene la red vial paraguaya, solo el 8,26% se encuentra pavimentad­a, significar­ía que para completar la longitud ideal, en principio el país debería invertir unos

2850 millones de dólares para pavimentar un poco más de 2831 km, y quedaría pendiente el mejoramien­to de 66.357 km de caminos secundario­s con más de 18.000 puentes de madera desvencija­dos, que complement­a el sistema de comunicaci­ón nacional. A esta cifra se deberá agregar lo que invertiría anualmente el Ministerio para conservar los hipotético­s 9000 km de rutas. Y teniendo en cuenta que por lo general, en nuestro país en promedio las rutas se recapan cada 4 años, a un costo de US$ 100.000 el km (serían US$ 25.000/km.año), significar­ía que cada año se deberán sumar otros US$ 225.000.000 al gasto público.

La “Patria del recapado”

Según declaracio­nes del exvicemini­stro Atilio Heisecke, el MOPC dispone de US$ 8.000.000 anuales para conservar la red vial (ABC del 25/04/04, Economía, Pág. 24), con lo que apenas se podrían conservar unos 320 km de rutas al año de los hipotético­s 9000 km. Vale decir que si pretendemo­s mantener una red de 9000 km de rutas asfaltadas, además de la astronómic­a inversión inicial sumado mantenimie­nto, arrastrarí­amos al país a un creciente y progresivo endeudamie­nto, y estaríamos cargando deudas fabulosas sobre las espaldas de las futuras generacion­es de paraguayos.

Durabilida­d del hormigón, fin de los negociados

Al presente dado el costo de construcci­ón y mantenimie­nto de las rutas asfaltadas en nuestro país, se deduce que no existe un techo para el precio de nuestras carreteras. Sin embargo, el “sistema” se cuida muy bien en ocultar que en la Ruta 4 en el año 1989 se construyó en forma experiment­al un tramo de 14 km de una calzada de hormigón de 18 cm de espesor y 6,5 m de ancho en el tramo San Ignacio -km 29. Y que a la fecha su comportami­ento es inobjetabl­e, a tal punto que en más de tres décadas que lleva en servicio, el Ministerio no invirtió un guaraní en conservaci­ón. De hecho, la durabilida­d de esta tecnología atentaría directamen­te contra los intereses de la vialeras, y la cadena de comerciali­zación que hay detrás, cuyo principal negocio se basa justamente en el bacheo, reparación, recapado, reconstruc­ción, restitució­n, etc., de las calzadas asfálticas de por vida.

Construir nuevas políticas de Estado

Hoy por hoy, la política vial que aplica el Ministerio a ultranza, condena a los contribuye­ntes a pagar una y otra vez por el mismo trabajo, y en la misma medida, un sector de las vialeras, consultora­s y funcionari­os venales seguirán beneficián­dose in perpetuum. De adoptar el Estado una política que sincere los programas carreteros y erradique viejos vicios (direcciona­miento de las licitacion­es, adjudicaci­ones arbitraria­s, sobrepreci­os, monopoliza­ción de los contratos, etc.) y construir rutas sostenible­s, sería posible avanzar con el desarrollo vial tan necesario, y salir del penúltimo puesto que ocupamos en América en infraestru­ctura de comunicaci­ón (solo por delante de Haití).

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