ABC Color

Asunción y Junior

- Mabel Rehnfeldt ■ mabel@abc.com.py

Que en paz descanse. Ayer falleció Junior devorado por Asunción; no tenía esperanzas en nada ni en nadie pero aún así murió decepciona­do y convertido en un apodo. El viernes se metió a un edificio abandonado del microcentr­o, encontró el camino hacia las peligrosas instalacio­nes subterráne­as de la ANDE y halló una trampa mortal. Buscaba algo, quiso llevárselo y encontró la muerte disfrazada de 23.000 voltios de energía eléctrica.

Junior es lo único que pudo pronunciar cuando le preguntaro­n su nombre después de la descarga eléctrica. Un colega halló su ficha documental el viernes de noche: Junior nació un 15 de marzo de 1997, tenía apenas 22 años, estaba soltero y decía vivir en una de las avenidas Proyectada­s de barrio Obrero. Figuraba un papá A. y una mamá C. pero nunca nadie apareció junto a él. Cuando ayer falleció en el Hospital del Quemado, en ausencia de familiares, se dio la orden de enviar su cuerpo a la morgue judicial.

Luego del accidente con fatal desenlace, el comisario Carlos López, de la comisaría 3ª Metropolit­ana, dijo que entendía que Junior era uno más de tantos jóvenes en situación de calle que deambulan por el microcentr­o. Sin hogar, sin familia, sin rumbo hacia otro lado más que la desesperan­za, Junior se metió a instalacio­nes céntricas de la Municipali­dad de Asunción que están abandonada­s hace mucho tiempo.

Un aguantader­o de drogadicto­s, dijo López.

El edificio de la Municipali­dad de Asunción fue abandonado tras un incendio en el 2011, recuerda la prensa. Un lugar que acostumbra­ba a recibir a importante­s artistas se ha convertido en un antro, refugio y aguantader­o de drogadicto­s que ya fue denunciado en el 2016 con imágenes y testimonio­s.

Pero esto es apenas una fracción de la torta. Le preguntamo­s al comisario López si de cada diez jóvenes en situación de calle que deambulan por el microcentr­o asunceno, ¿cuántos de ellos viven asfixiados por la droga? “El 90% de ellos, y encima le agregan alcohol. Está lleno el centro, está muy difícil, hay que tomar en serio la situación”, dijo el preocupado jefe policial.

El casco histórico del microcentr­o de Asunción del Paraguay, madre de ciudades, es un enorme aguantader­o. De esas típicas ciudades que cuando uno llega, pregunta al conserje del hotel si se puede caminar tranquilo, y el hombre te mira con cara de espanto y te dice que no. Que para caminar un par de cuadras mejor tomes un taxi, que cuando empieza a oscurecer ya no camines por ningún sitio histórico. Que si se te hace tarde en las calles, busques un lugar concurrido para estar a salvo.

Y que bajo ningún sentido, pase lo que pase, aceptes ayuda de nadie.

Asunción merece un abordaje urgente, interinsti­tucional. Que controle y combata el narcotráfi­co, que asista a los adictos, que rescate y devuelva la ciudad, las calles, las veredas y las plazas a los asuncenos, a quienes la habitan y la visitan. La situación no da para más; no puede ser que 482 años después la capital del Paraguay luzca tan miserablem­ente abandonada en todos los sentidos. Si esta es la primera imagen que ven los turistas, y si la ciudad es una primera fotografía de lo que desborda el país, estamos más que fritos. el comisario

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