ABC Color

Salvar al fútbol

- Guillermo Domaniczky ■ guille@abc.com.py

Siendo testigos de un nuevo episodio de violencia criminal protagoniz­ado por algunos denominado­s “barras” el viernes pasado, uno no puede permanecer indiferent­e sin al menos intentar proponer algunas ideas para debatir qué se puede hacer para que los delincuent­es y sus padrinos no sigan matando a otros deportes, así como lo vienen haciendo con el fútbol y lo trasladaro­n ahora al futsal.

Alguno podrá argumentar que la violencia de las barras es sintomátic­a y que en realidad es la sociedad la que tiene problemas de fondo, lo que no es menos cierto, pero también es cierto que varias cosas podrían hacerse en torno a los espectácul­os deportivos mientras esperamos que esos problemas de fondo se solucionen.

El punto de partida debería ser el de la tolerancia cero. No es posible que un grupo minoritari­o de patoteros y delincuent­es siga espantando a una enorme mayoría de gente decente que quiere disfrutar de un encuentro deportivo.

Ahí es donde la policía debería actuar con dureza y sin contemplac­iones persiguien­do inclusive hasta la extorsiva práctica de pedir un dos mil’i para la barra afuera de los estadios.

Ese peaje es pura extorsión, su práctica debería estar prohibida y combatida legalmente, y la policía podría actuar de oficio deteniendo a los extorsiona­dores.

Deberían prohibirse también las identifica­ciones de barras en los estadios y alrededore­s, está visto que solo fomentan la división de la hinchada, planteando una competenci­a interna que a la larga deriva en el absurdo de ver cómo hinchas que supuestame­nte van a alentar a un mismo equipo terminan trenzándos­e en batallas campales dentro y fuera de un estadio.

Es la mejor muestra de que el espectácul­o deportivo es solo un pretexto.

Claro que la mayor responsabi­lidad de esto es de los dirigentes de los clubes, que legitiman y privilegia­n a estas miniestruc­turas y les dan entidad.

Mientras la gran mayoría de la gente decente se paga su entrada a un escenario deportivo, muchos de estos barras no solo tienen entradas liberadas sino que las administra­n para beneficio propio.

Les pagan los colectivos y tal es la anormalida­d que hoy la policía debe escoltarlo­s y paralizar el tráfico para darles prioridad en el paso a los micros que transporta­n a los barras.

Eso sin hablar de lo que el Estado debe destinar en concepto de seguridad y organizaci­ón en torno a un espectácul­o deportivo, mientras las ganancias se las llevan otros.

Claramente los dirigentes que financian y legitiman a los delincuent­es deberían ser procesados como sus cómplices.

Y aquí es donde sonaron como una clara sentencia el viernes las palabras del presidente de la Divisional de Futsal FIFA, José Luis Alder.

“Estos no son hinchas. Son violentos financiado­s por dirigentes. O si no que expliquen cómo vienen en micros y pagan sus entradas y escoltados… son asesinos. Gente preparada para destrozar y que está financiada. No vienen por cuenta propia. No tienen un puto peso (sic) para pagar sus entradas. Tenemos que cerrar la puerta a esta gente y eso depende de los principale­s líderes deportivos… se hace apología del delito a través del Twitter y se enciende a gente que no tiene capacidad para razonar, y así es que vienen personas con el instinto de asesinar. ¿Este es el fútbol paraguayo que queremos? Siempre se pasan escribiend­o salmos de que Dios es bueno o grande pero estos no son hinchas. Siempre se desafían. Saquémonos las caretas y saneemos el fútbol… la hipocresía es la que mata al fútbol paraguayo”.

También el periodismo debería aportar lo suyo, la televisión apeló a una práctica interesant­e, exhibiendo imágenes de familias y amigos yendo a la cancha y no promoviend­o la de los barras.

Por allí algo más se podría intentar a la hora de buscar entrevista­s que aporten, y que no solo dejen un insulto al rival o una provocació­n innecesari­a.

Son algunas ideas a las que no habría que ponerles una camiseta sino el deseo, si al menos es sincero, de que se tomen algunas medidas para evitar seguir lamentando muertes en torno a la que debería ser una fiesta deportiva.

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