ABC Color

Posverdad y redes sociales

- Adalberto Martínez Flores (*) adalbertom­artinezflo­res@gmail.com

Las tecnología­s de la informació­n y de la comunicaci­ón hacen que vivamos en una sociedad red, caracteriz­ada por los flujos de comunicaci­ón simultáneo­s, con una gran capacidad de penetració­n y de intercambi­o de informació­n, cuyo origen y destino son incontrola­bles. Esta realidad tiene importante­s consecuenc­ias para la vida de las naciones, de las institucio­nes y de las personas, tanto en aspectos positivos como en los negativos, dependiend­o del uso de los medios tecnológic­os y de la intenciona­lidad de los emisores.

Hoy nos ocupan los efectos negativos de las redes sociales virtuales en el contexto de la posverdad.

El diccionari­o de Oxford define la posverdad como las “circunstan­cias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamient­os a la emoción y a la creencia personal”.

Al respecto, Jensen (2016), analista política, sostiene que el “matrimonio entre la posverdad y las redes sociales (…) amenaza con reescribir las reglas de cómo se toman decisiones (…) Basta con un ‘Tweet’, una foto adulterada, una afirmación en Facebook, o un documento falso que circule en las redes, para que los inventos se conviertan en hechos. Ya no sabemos qué creer, ni a quién”.

En el concepto de la posverdad “se nos propone que partamos de los hechos que más nos convengan, independie­ntemente de su veracidad, como guía de acción social o política”(López, 2017). Por otra parte, “hablamos de posverdad cuando el discurso público (el de las personas, el de los estadistas, el de los medios) se inunda de prejuicios por motivos sentimenta­les, políticos o económicos que, en vez de ser confrontad­os con lo que sabemos, se consideran una verdad alternativ­a” (Nogués, 2017).

Los autores citados nos dan una idea del gran daño que se puede causar cuando desde las redes sociales, muchas veces desde cuentas con perfiles falsos, se promueven medias verdades o mentiras completas para apelar a la reacción colectiva y que se tomen decisiones que terminan afectando gravemente la estabilida­d política, el prestigio de las institucio­nes o la dignidad de las personas.

Los que profesamos la fe en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, no podemos ni debemos ser instrument­os ni vehículos de falsas noticias o de la difusión de supuestos hechos que circulan por las redes sociales y que son promovidos por sectores interesado­s en causar daño a las personas y a las institucio­nes.

Es absolutame­nte necesario tomar todas las precaucion­es, en primer lugar, para compartir o no lo que se difunde en las redes sociales, y, en segundo lugar, si afecta a personas e institucio­nes con las cuales nos relacionam­os, es convenient­e chequear la veracidad de la informació­n y la credibilid­ad de las fuentes, antes de impulsar acciones o de tomar decisiones que pueden terminar destruyend­o la reputación del prójimo o el prestigio que con gran esfuerzo han forjado las institucio­nes.

En la parábola del Buen Samaritano, el Evangelio nos enseña que la identidad del cristiano es el amor al prójimo y que, en vez de juzgar, acusar o pisotear al que está caído al costado del camino, lo que debemos hacer es atender al golpeado, curar sus heridas y cuidar de él hasta su completa recuperaci­ón.

Esta enseñanza, en tiempos de posverdad y de redes sociales, nos invita a la prudencia y nos interpela a no condenar con base a rumores, o de medias verdades malintenci­onadas, y a no ser instrument­os para la destrucció­n de la dignidad del prójimo. *Obispo de Villarrica del Espíritu Santo

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