Posturas firmes
En estos tiempos de profundo desencanto de la clase política en nuestro país, los ciudadanos viven atentos y queriendo escuchar una “voz de mando” que despierte la confianza y renueve la esperanza perdida. Ocurre porque la economía de la gente va de mal en peor, los que van quedando sin trabajo ya no comen tres veces al día y los robos escandalosos en los entes públicos no paran.
En Canindeyú la mayoría de las municipalidades están siendo cuestionadas por robos en sus administraciones que, a pesar del “maquillaje”, no logran sortear los controles. Menos aún pueden engañar al pueblo que impávido observa escandalosas sobrefacturaciones y el enriquecimiento ilícito de sus autoridades.
A pesar de los escandalosos descubrimientos (ejemplo, el desvalijamiento de la Municipalidad de Francisco Caballero Álvarez), no se escucha ningún cuestionamiento de quienes son llamados “líderes políticos” en Canindeyú.
El gobernador, César “Tigre” Ramírez (colorado abdista), por ejemplo, apenas se limita a decir que las instituciones de control deben hacer su trabajo y castigar a los malos administradores, sin ser capaz de bajar una línea política firme contra la corrupción. Pareciera asumir una postura de “mejor no hablo” o, como diría un expresidente: “Calladito se te ve más bonito”.
Un gobernador es una especie de presidente de la República en su región, que debe repudiar enérgicamente la corrupción en su zona, provenga de donde provenga. Si el presunto ladrón es su correligionario, más fuerte aún debe ser la denuncia.
Es hora de dejar el nefasto corporativismo cuando se trata de defenderse entre ladrones. Aquellos que se creen honestos y diferentes en la política deben demarcarse con claridad de quienes entienden por política la oportunidad para enriquecerse robando todo lo que pueda.
El Paraguay necesita urgentemente de valores políticos con posturas firmes, que de manera inequívoca hagan saber al pueblo que no todos son iguales, y que más temprano que tarde el buen político prevalecerá sobre las ratas que carcomen las vísceras de un país demacrado.