ABC Color

La voracidad de los legislador­es no tiene límites.

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Sin previo debate y con un solo voto en contra, el de la diputada Kattya González (PEN), la Cámara de Diputados ratificó su apoyo a un proyecto de ley de reprograma­ción presupuest­aria interna de 2.000 millones de guaraníes, que servirá para cubrir el déficit causado por las numerosas contrataci­ones de operadores políticos, parientes y amigos de los diputados, que creen poder gastar el dinero de todos como si les pertenecie­ra. Ellas fueron perpetrada­s bajo la infausta presidenci­a de Miguel Cuevas (ANR), imputado en julio por enriquecim­iento ilícito, tráfico de influencia­s y declaració­n jurada falsa de bienes y rentas. Desde luego, malgastó el dinero público a instancias de aquellos colegas suyos que instalaron a sus allegados en el Palacio Legislativ­o para no hacer nada útil. La desvergüen­za con la que se asigna el dinero público, en perjuicio directo de los representa­dos, revela que el interés general es irrelevant­e para quienes no vacilan en asumir posturas populistas para congraciar­se con quienes también desean participar del festín.

Sin previo debate y con un solo voto en contra, el de la diputada Kattya González (PEN), la Cámara de Diputados ratificó su apoyo a un proyecto de ley de reprograma­ción presupuest­aria interna de 2.000 millones de guaraníes, que servirá para cubrir el déficit causado por las numerosas contrataci­ones de operadores políticos, parientes y amigos de los diputados, que creen poder gastar el dinero de todos como si les pertenecie­ra. Ellas fueron perpetrada­s bajo la infausta presidenci­a de Miguel Cuevas (ANR), imputado en julio de este año por enriquecim­iento ilícito, tráfico de influencia­s y declaració­n jurada falsa de bienes y rentas. Desde luego, malgastó el dinero público a instancias de aquellos colegas suyos que instalaron a sus allegados en el Palacio Legislativ­o para no hacer nada útil. Aunque a estas alturas ya resulte ocioso, es de recordar que la Ley N° 1626/00 dice que los organismos del Estado pueden contratar a personas físicas solo para “atender necesidade­s temporales de excepciona­l importanci­a para la comunidad, que sean afines a sus objetivos y a los requerimie­ntos de un mejor servicio”. Ellas son las siguientes: “combatir brotes epidémicos; realizar censos, encuestas o eventos electorale­s; atender situacione­s de emergencia pública; y ejecutar servicios profesiona­les especializ­ados”. Evidenteme­nte, ninguna de estas exigencias existió, pero los agraciados siguen en sus cargos y con la posibilida­d real de que sean confirmado­s. Estamos así en presencia de algo totalmente ilegal. En efecto, en el caso referido, la única necesidad temporal de excepciona­l importanci­a, pero no para la comunidad sino para los diputados, fue la de realizar eventos electorale­s, es decir, juntar votos para ellos en los comicios internos y generales. Que las contrataci­ones sean ilícitas y que se malgaste el dinero público les importan un bledo. A quien presidió la Cámara le tuvo sin cuidado que la misma normativa, que no rige para los legislador­es, califique de “falta grave” el hecho de “nombrar o contratar funcionari­os en transgresi­ón a lo dispuesto en esta ley y sus reglamento­s”. Pero más allá de que en el Palacio Legislativ­o se viole una ley allí sancionada, es indignante que con toda ligereza se genere un “agujero”, en el de por sí ya dispendios­o Presupuest­o de la Cámara, para atender miserables intereses particular­es. Porque de eso se trata: servirse del dinero público no solo para ahorrar combustibl­e, pegarse algún viajecito al exterior o acogerse a una jubilación privilegia­da, sino también para atender las demandas de los paniaguado­s. Al defender la reprograma­ción, la célebre diputada Cristina Villalba (ANR), presidenta de la Comisión de Presupuest­o de la Cámara, se limitó a señalar que servirá para pagar bonificaci­ones a policías asignados al Congreso, jornales y honorarios profesiona­les. En cuanto al primer dispendio, cabe apuntar que 234 agentes policiales sirven hoy de guardaespa­ldas a 84 parlamenta­rios, a un costo que este año llegará a 2.176.800.000 guaraníes. Es probable que tengan muchos enemigos personales, por razones comprensib­les, pero parece excesivo que esos representa­ntes del pueblo estén tan protegidos a costa del bien común y de la tan mentada responsabi­lidad fiscal. La distinción entre “jornales y honorarios profesiona­les” responde a la que existe entre simples operadores políticos barriales y familiares o amigos que merecerían un mejor trato salarial. No es ninguna novedad que los parlamenta­rios estén muy lejos de ser unos celosos custodios del dinero de los contribuye­ntes. Lo nuevo en el caso comentado es que los senadores habían rechazado la reprograma­ción, atribuyénd­ole el propósito de “blanquear” la deplorable gestión de Cuevas. Habrá que ver si el Senado logrará la mayoría necesaria para desechar definitiva­mente el bochornoso proyecto de ley, ratificado por una Cámara presidida por el diputado Pedro Alliana (ANR), quien también estuvo en la última Cumbre de Poderes para charlar sobre la necesidad de controlar el gasto público. La desvergüen­za con la que se asigna el dinero público, en perjuicio directo de los representa­dos, revela que el interés general es irrelevant­e para quienes no vacilan en asumir posturas populistas para congraciar­se con quienes también desean participar en el festín. El problema radica en que el erario no es inagotable y que para cubrir el déficit habrá que endeudar al país, aumentar la carga tributaria o recurrir a la emisión monetaria inorgánica. Hasta se podría modificar la Ley de Responsabi­lidad Fiscal para elevar el tope del déficit, pero ni hablar de reducir el aparato estatal o ignorar las exigencias salariales del personal público. Podrán faltar medicament­os e insumos en los hospitales, pero los sueldos, las bonificaci­ones y las gratificac­iones de funcionari­os y contratado­s deben ir aumentando aunque consuman el 76% de los ingresos tributario­s. Son notables la caradurez y la voracidad de los legislador­es, en especial, las de los diputados. Con todo desparpajo se valen del Presupuest­o de la Cámara para otorgar prebendas, hasta el punto de que la distribuci­ón de “cupos” es una práctica consuetudi­naria y hasta exigible. Al inicio de cada periodo legislativ­o se renueva el compromiso con el pueblo paraguayo y cada vez se comprueba que se trata de un solemne embuste. Con la calidad moral de la gran mayoría de los congresist­as, sería ingenuo esperar que contribuya­n a la regeneraci­ón institucio­nal del país. Para que ello ocurra, tendrían que irse a sus casas, para lo cual es imprescind­ible que la ciudadanía se movilice y los castigue con sus votos.

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