El “Joker” paraguayo
Podrías ser vos, podría ser yo, podría ser quién menos imaginemos. El Joker se ha convertido en el personaje del momento en la industria del cine y, más allá de ella, en los análisis sobre salud mental que se dan desde esta puesta dirigida por Todd Phillips.
Es interesante hacer referencia a este papel analizando nuestra realidad como país –sin hacer spoiler de la película–, sabiendo que la historia narra el proceso de un hombre con sufrimientos que pasa a villano y disfruta convertirse en ello.
Esta cruda demostración ha instalado la polémica en torno a si el relato se convierte o no en una oda a la violencia, pero no hablamos de esto en sí, sino de la posible identificación del paraguayo común con este personaje en los factores que sumaron para que este hombre colapse.
La burla. ¿No nos pasa a cada rato que nos sentimos burlados por las instituciones que nos gobiernan? Políticos corruptos, una justicia doblegada y tantas otras cuestiones que se repiten a diario. Esta semana tres diputados procesados y con elementos contundentes y públicos; Carlos Portillo, Tomás Rivas, Ulises Quintana, se autoblindaron en el Congreso a través de una jugada corporativa. La mofa no sólo llegó con los votos que beneficiaron al trío acusado sino que ante las propias cámaras Portillo festejó con un “mongaru” junto a sus colegas, mientras los que pudieron ser testigos de esto, se sentían abofeteados con este burlesco gesto.
La indiferencia. En plena campaña de “Octubre Rosa” y ante tantas acciones para concienciar sobre el cáncer de mama, los pacientes del Instituto Nacional del Cáncer reclaman medicamentos, siquiera tienen los básicos, y pedían, contando que deben realizar polladas o recurrir a la justicia para conseguirlos. Hace ya bastante tiempo se vive la indiferencia en uno de los sistemas principales de un país. Pero también hay indiferencia, y aquí hacemos un mea culpa, de la sociedad ante tantas vejaciones y excesos cometidos por las autoridades y sólo la mirada espectadora de la ciudadanía que no reacciona ante actos de alta traición, corrupción, abusos.
El abandono. De un Estado que al igual que un mal padre deja a sus hijos a su suerte. Un Estado
que abandona a sus enfermos, desampara a sus accidentados y sumerge a lo más profundo del sufrimiento a sus presos. El abandono demostrado a los pueblos indígenas que en un clamor desesperado tuvieron que cerrar una vía internacional para lograr ser escuchados.
La sociedad violenta se ve reflejada muchas veces en la poca tolerancia que hay en la interacción en las redes sociales, donde emitir una simple opinión o información puede tener como resultado el oprobio, el insulto de personas que, incluso, desconocemos.
En este ambiente, hasta dónde podremos soportar la burla, la indiferencia e incluso el abandono, para no llegar a convertirnos en ese temible villano que podría engendrar violencia en busca de “su” justicia. Podríamos asustarnos si pensamos que estamos cerca de identificarnos con “El bromas” y, sin embargo, hay que decir, la sociedad es el resultado de la construcción que hacemos cada día entre todos, autoridades y ciudadanos.
Y por cierto, somos un país con mucho potencial para auténticos guiones de cine. Ojalá que no sean unos donde por la mala gestión de las autoridades y la saturación por las injusticias, la desidia y la corrupción, todos los personajes se conviertan en “villanos” que busquen su propia justicia.