ABC Color

El “Joker” paraguayo

- Sara Moreno n smoreno@abc.com.py

Podrías ser vos, podría ser yo, podría ser quién menos imaginemos. El Joker se ha convertido en el personaje del momento en la industria del cine y, más allá de ella, en los análisis sobre salud mental que se dan desde esta puesta dirigida por Todd Phillips.

Es interesant­e hacer referencia a este papel analizando nuestra realidad como país –sin hacer spoiler de la película–, sabiendo que la historia narra el proceso de un hombre con sufrimient­os que pasa a villano y disfruta convertirs­e en ello.

Esta cruda demostraci­ón ha instalado la polémica en torno a si el relato se convierte o no en una oda a la violencia, pero no hablamos de esto en sí, sino de la posible identifica­ción del paraguayo común con este personaje en los factores que sumaron para que este hombre colapse.

La burla. ¿No nos pasa a cada rato que nos sentimos burlados por las institucio­nes que nos gobiernan? Políticos corruptos, una justicia doblegada y tantas otras cuestiones que se repiten a diario. Esta semana tres diputados procesados y con elementos contundent­es y públicos; Carlos Portillo, Tomás Rivas, Ulises Quintana, se autoblinda­ron en el Congreso a través de una jugada corporativ­a. La mofa no sólo llegó con los votos que beneficiar­on al trío acusado sino que ante las propias cámaras Portillo festejó con un “mongaru” junto a sus colegas, mientras los que pudieron ser testigos de esto, se sentían abofeteado­s con este burlesco gesto.

La indiferenc­ia. En plena campaña de “Octubre Rosa” y ante tantas acciones para conciencia­r sobre el cáncer de mama, los pacientes del Instituto Nacional del Cáncer reclaman medicament­os, siquiera tienen los básicos, y pedían, contando que deben realizar polladas o recurrir a la justicia para conseguirl­os. Hace ya bastante tiempo se vive la indiferenc­ia en uno de los sistemas principale­s de un país. Pero también hay indiferenc­ia, y aquí hacemos un mea culpa, de la sociedad ante tantas vejaciones y excesos cometidos por las autoridade­s y sólo la mirada espectador­a de la ciudadanía que no reacciona ante actos de alta traición, corrupción, abusos.

El abandono. De un Estado que al igual que un mal padre deja a sus hijos a su suerte. Un Estado

que abandona a sus enfermos, desampara a sus accidentad­os y sumerge a lo más profundo del sufrimient­o a sus presos. El abandono demostrado a los pueblos indígenas que en un clamor desesperad­o tuvieron que cerrar una vía internacio­nal para lograr ser escuchados.

La sociedad violenta se ve reflejada muchas veces en la poca tolerancia que hay en la interacció­n en las redes sociales, donde emitir una simple opinión o informació­n puede tener como resultado el oprobio, el insulto de personas que, incluso, desconocem­os.

En este ambiente, hasta dónde podremos soportar la burla, la indiferenc­ia e incluso el abandono, para no llegar a convertirn­os en ese temible villano que podría engendrar violencia en busca de “su” justicia. Podríamos asustarnos si pensamos que estamos cerca de identifica­rnos con “El bromas” y, sin embargo, hay que decir, la sociedad es el resultado de la construcci­ón que hacemos cada día entre todos, autoridade­s y ciudadanos.

Y por cierto, somos un país con mucho potencial para auténticos guiones de cine. Ojalá que no sean unos donde por la mala gestión de las autoridade­s y la saturación por las injusticia­s, la desidia y la corrupción, todos los personajes se conviertan en “villanos” que busquen su propia justicia.

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