ABC Color

Corruptos y ladrones

- Desire.cabrera@abc.com.py

El obispo de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, con la vehemencia que lo caracteriz­a, días atrás se refirió al grave problema de corrupción que afecta a nuestra sociedad desde hace algunos años. Al respecto, dijo que nadie puede seguir soportando tanta corrupción imperante, por lo que urge que se restituya el fruto de las transaccio­nes deshonesta­s o de lo contrario ir a la cárcel como correspond­e.

A diario vemos en las noticias casos de estafas, robos, corrupción y latrocinio. Hay denuncias, pruebas supuestame­nte contundent­es y hasta incluso detenidos, pero nunca hemos visto que se haya devuelto alguna vez lo que se robó y que los verdaderos culpables hayan pagado por sus crímenes. Los que van a la cárcel son por lo general los funcionari­os del eslabón más bajo, los que ni siquiera obtuvieron beneficios reales y que solo se limitaron a cumplir órdenes.

Esa es la realidad de nuestra mal llamada justicia, que de justa no tiene nada, penosament­e.

Nuestras cárceles están abarrotada­s de ladrones de gallinas, motochorro­s y ladrones de poca monta. Mientras los verdaderos delincuent­es de la cosa pública se dan la gran vida, ostentando su fortuna en viajes alrededor del mundo o en grandes y fastuosas fiestas. Comprando vehículos lujosos y construyen­do mansiones. Convirtién­dose en nuevos ricos luego de cada periodo como autoridad. Así vemos a muchos exintenden­tes y exgobernad­ores convertido­s en grandes hacendados.

En un país ideal todos los sinvergüen­zas y saqueadore­s que se enriquecie­ron mientras ocuparon un cargo en la función pública deberían ir a la cárcel y devolver con creces los frutos del latrocinio vergonzoso. Pero, eso sería demasiado pedir en un país en el cual el castigo para el corrupto y el filibuster­o se destaca por su inexistenc­ia.

La última esperanza es la ciudadanía cansada de tanta desvergüen­za, que cada día acude a los hospitales y no consigue médicos ni medicament­os. Los que ni siquiera tienen lo básico para vivir. Esa ciudadanía que no se queda solo con expresar su disconform­idad en las redes sociales, sino esa que sale a la calle, escracha a los corruptos y exige que la justicia actué como correspond­e. Si la ciudadanía calla, los corruptos y ladrones seguirán gobernando este país.

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Desiré E. Cabrera

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