ABC Color

Una produccion ambiciosa que se va de las manos

- Sergio Ferreira n sferreira@abc.com.py

Un manuscrito de “Yo el Supremo” que se pierde en una subasta, en una situación en la que están involucrad­os gente vinculada al stronismo y de la izquierda, además de un comando de exmilitare­s. La idea es más que atractiva, pero una dirección poco ágil impide una narración adecuada de la historia.

Jorge Díaz de Bedoya y Michael Kovitz Jr. tenían en sus manos una historia que habla del Paraguay reciente, con las dos puntas que, tal vez, hayan llamado más la atención al público internacio­nal. Primero, la dictadura de Stroessner, que dejó su negra impronta en nuestra sociedad. Luego, ese gran discurso sobre el autoritari­smo que es la novela de Augusto Roa Bastos, “Yo el Supremo”, el libro más importante de la literatura paraguaya.

La película se inicia con una subasta en la que una mujer misteriosa puja la mejor oferta sobre un

manuscrito de “Yo El Supremo”, toda una rareza ya que se sabe que Roa Bastos quemaba sus originales. Pero en el medio del remate, el texto desaparece. El vendedor, un rico coleccioni­sta con un pasado stronista, establece una alianza con la compradora, con la intención de recuperar la obra, pero son secuestrad­os por los mismos ladrones.

Empieza así una historia que tiene elementos de misterio, acción, corrupción, política y que está matizada con detalles sobre coleccioni­smo, la personalid­ad de Roa Bastos y el stronismo. Pero todo se toca de paso, de una manera desangelad­a, tanto en la narración en sí como en la actuación de los actores. Es como si el proyecto se haya ido de las manos de sus responsabl­es. Querían abarcar mucho y no supieron profundiza­r en nada. Hay muchos cabos sueltos, además de actuacione­s poco convincent­es, que con una buena dirección podrían haber obtenido mejores efectos. Destacamos la de Javier Enciso y del chileno Eduardo Burlé. Claudia Scavone, con su sobreactua­ción, consigue convencer con una fiscala falsa y corrupta.

Lo que resulta en la película son sus recursos de forma. Hay una fotografía de Encarnació­n muy atractiva y hay un recorrido interesant­e de la colección del magnate Eduardo Hrisuk. Pero la película está mal narrada.

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Fernando Abadie, Sandra Guillén y Eduardo Burlé, en una escena de “El supremo manuscrito”, de Jorge Díaz de Bedoya y Michael Kovitz Jr.

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