ABC Color

Percepción versus realidad

- Gustavo Ortiz G. ■ gustavo.ortiz@abc.com.py

El índice de percepción de la corrupción (IPC) elaborado por la ONG Transparen­cia Internacio­nal, que tiene su matriz en Alemania, es obtenido mediante encuestas realizadas por renombrada­s institucio­nes a empresario­s, analistas y expertos de todo el mundo y de cada país, respecto al grado en que perciben la corrupción que existe entre los funcionari­os públicos y políticos locales, cuyos resultados después de ser clasificad­os son dados a conocer a la opinión pública mundial con la finalidad de que se genere conciencia y se busque la manera de combatirla efectivame­nte.

La definición de corrupción utilizada para dicho índice es la que se refiere al abuso de los cargos públicos para beneficio privado del que la comete, que abarca desde la aceptación de sobornos para favorecer a oferentes de servicios y obras para el gobierno central u organismos descentral­izados y autárquico­s, hasta artimañas para apoderarse de fondos públicos mediante sobrefactu­raciones, contratos amañados a favor de parientes o grupos mafiosos para obtener ganancias que luego son repartidas, favoritism­os en desmedro de la libre competenci­a en general, nombramien­tos en cargos relevantes a incondicio­nales a cambio de algún beneficio futuro, etcétera.

El jueves último fue divulgado el informe anual de Transparen­cia Internacio­nal respecto a su última encuesta, en la que nuevamente los políticos y funcionari­os públicos paraguayos ocupan una deshonrosa ubicación, pues en Sudamérica son superados en corrupción solo por sus colegas de Venezuela. Ese puntaje negativo obtenido es recurrente casi desde la creación del citado estudio, con ocasionale­s leves avances sin mucha importanci­a y aun así las autoridade­s de turno nunca lo toman con la seriedad necesaria.

Los actos de corrupción son responsabl­es de que la mayoría de las institucio­nes no funcionen como deberían en el Paraguay. Sus administra­dores, en gran porcentaje, solo buscan aprovechar­se de sus cargos para enriquecer­se ilegalment­e, o se preocupan casi exclusivam­ente en cobrar sus sueldos y sobresueld­os que en tratar de ser eficaces en sus labores.

Los pocos políticos y funcionari­os que hasta el momento fueron enjuiciado­s y/o condenados por corrupción fueron puestos en evidencia en informacio­nes de prensa. Cuando sean las mismas autoridade­s políticas las que impulsen las denuncias correspond­ientes se tendrá un pequeño avance más. Por último, la gran cantidad de ilícitos que se cometen desde la función pública tal vez incluso superan a las percepcion­es que tienen los encuestado­s por TI.

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