La última vez que la Policía tuvo “carta blanca” contra criminales
La “carta blanca”, aunque no tiene un concepto jurídico ni mucho menos legal, metafóricamente significa darle libertad total a una persona o un grupo para actuar sin restricciones, como matar. La Policía la tuvo por última vez en 1998.
Hoy se cumple una semana de la fuga masiva de 76 presos de la penitenciaría regional de Pedro Juan Caballero. El operativo de búsqueda arrojó hasta ahora solo nueve recapturados, ocho paraguayos y un brasileño (ayer cayó Francisco Javier Peralta Esquivel, de 29 años, condenado a 12 años por asalto).
Este último escape múltiple, como fue el segundo más numeroso en la historia del Paraguay, necesariamente, entonces, nos obliga a recordar la primera gran evasión, la de Emboscada en 1998.
Todo se inició el jueves 26 de febrero, a las 14:00, cuando un grupo de internos de la entonces cárcel de máxima seguridad desarmó a un guardiacárcel y, con el funcionario como rehén, asaltó la armería del penal. Los reos se apoderaron de fusiles, escopetas, pistolas y revólveres.
El cabecilla fue Nelson Alfredo Escurra, alias Kure Blanco, el asaltante más sanguinario que produjo nuestro país y que hasta ahora sigue preso (estuvo libre entre diciembre de 2010 y agosto de 2011).
Antes de abrir los portones para sus compañeros reos, Kure Blanco asesinó con un tiro en la cabeza al guardiacárcel José Antonio Torres. Ya durante su escape, mató al comerciante Agustín de la Cruz Araújo Samaniego, para robarle su camioneta y seguir huyendo, y esa misma tarde ultimó al policía Casimiro López González.
En pocos minutos, Emboscada y las ciudades aledañas cayeron en un caos y la población civil se sumió en el terror.
“Vivos o muertos, pero mejor muertos”
De inmediato, toda la dotación policial disponible fue convocada para el operativo de recaptura. Del otro bando, 106 presos armados, literalmente, hasta los dientes.
“Yo estaba trabajando en mi unidad, en Asunción. Cuando supimos de la fuga, llegamos a Emboscada como pudimos. La orden era por el camino más corto”, recuerda el entonces joven oficial Blas López (persona real, pero nombre ficticio), quien hasta ahora sigue en actividad.
“Nos formamos brevemente para recibir nuestras órdenes y después salimos a buscarlos. La zona estaba rodeada de cañaverales, mucho monte y esterales que desembocan en el río Piribebuy. La directiva era agarrarlos vivos o muertos, pero mejor muertos, porque nos iban a apeligrar a nosotros, ya que casi todos estaban armados”, rememora el policía.
“Yo personalmente maté a siete presos, porque tenía un arma automática, pero con mi grupo habremos eliminado a unos 15 fugados en esa primera semana. Teníamos carta blanca, podíamos actuar. Sabíamos que nadie nos iba a procesar por eso, como pasa ahora. Pero además, si no los matábamos, ellos no se iban a entregar e iban a matar a policías y civiles. Muchas personas fueron tomadas de rehenes”, justifica el efectivo.
Finalmente, el policía reconoce que arrojaron casi todos los muertos al río, donde muchos cuerpos se deshicieron. quien ahora está a punto de pasar a retiro.
“Nosotros teníamos carta blanca. Gracias a eso evitamos un daño peor para el país. Aunque también eso tuvo consecuencias lamentables”, admite el uniformado al hacer referencia al asesinato por error de un menonita de 24 años en una barrera de policías y militares en Limpio.
“Esa carta blanca del 98 se autorizó porque en 1993 hubo también una fuga de 67 presos de Emboscada y se tenía que dar ya una respuesta contundente a los constantes escapes”, finaliza el entrevistado.