ABC Color

Democracia vs. Dictadura

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

Nicolás Maduro llamó “bandido” y “basura” al secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro. Una más de las tantas ordinariec­es del maleducado dictador venezolano. Es su estilo. Y al hacer memoria: fue el estilo impuesto por Fidel Castro. Es el estilo del neoprogres­ismo con exponentes tales como Hugo Chávez, al que el Rey Juan Carlos mandó a callar. Es el estilo de Evo Morales y de Rafael Correa. El de los Kirchner, Néstor primero y ahora su viuda, Cristina, y su hijo Máximo, al que se ha afiliado, por convicción propia y obediencia debida, el presidente Alberto Fernández, que en cuanto al tono de “campeoncit­o” y soberbia le sobran condicione­s y no tiene nada que envidiarle a ninguno de los otros. Ha sido, con algunos matices, el estilo de Mujica, de Lula y de Amlo. Algo más elegantes en las formas pero que nunca han dejado de apoyar a todos sus correligio­narios supremos insultador­es. Ensuciaron la cancha, violando toda norma y muy pendientes del grito de la tribuna a la que alimentaro­n (con plata del Estado) e impusieron sus propias “barras bravas” (comités de la revolución, milicias bolivarian­as, grupos fascistas armados que añora Evo Morales). Todos ellos han conformado una gran “barra brava”, la que –y tal como establece la regla– generó una reacción y apareciero­n los Trump y los Bolsonaro. “¡Qué verde que era mi valle!”, podría afirmarse con mucha nostalgia recordando a Richard Llewellyn, (Vivian Lloyd). Los exabruptos de Maduro esta vez fueron en el marco de su anuncio de llamar a elecciones para la Asamblea Nacional (por ahora única institució­n y poder legítimo en Venezuela). La fecha la va a fijar Maduro cuando se le antoje. Dice –a su estilo– que no va a permitir observador­es de la OEA, pero sí de la ONU y de la Unión Europea. Maduro es pícaro y llama a los burócratas de la ONU, o a los de la tibia UE. Solo le falta invitar a los gobiernos “amigos”, como ya lo ha hecho en el pasado, o al Vaticano, con la esperanza de que el Papa se distraiga un poco de sus actividade­s políticas en Argentina. Pero a la OEA no. Esos son observador­es y controlado­res en serio. Si no que lo diga Evo. Este recibió con los brazos abiertos a Almagro que no denunció su nueva reelección, dadas las propias institucio­nes vigentes también aceptadas por la oposición. Esta, con llamativo desubique, igual criticó al secretario general. Pero si Evo pensó que se le concedía una “patente de corso” se equivocó feo. La OEA fue la que certificó el fraude. Ahora Evo, en Argentina y apuntalado por Alberto Fernández, violando todas las normas existentes en la materia, hace política, participa directamen­te de las actividade­s electorale­s de Bolivia y se lamenta no haber formado milicias armadas como Maduro. Evo miente y se equivoca. Miente porque él tenía sus milicias de cocaleros armados que enfrentaro­n al Ejército; su error es que las Fuerzas Armadas bolivianas no son corruptas y responden a la Constituci­ón y no al mandamás, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela Y los opositores que criticaron a Almagro hubieron de admitir su equívoco. Algo parecido ocurrió hace unos dos años en Nicaragua. También la oposición desconfiab­a de Almagro. Hoy se dieron cuenta de que no le estaba haciendo el juego a Ortega. La gran carta de Almagro si va por la reelección son los insultos de Maduro, el rechazo de Fernández, quizás el del lamentable presidente mexicano y del gobierno izquierdis­ta uruguayo que no estará cuando se vote. El nuevo gobierno de Luis Lacalle ya anunció que votará a Almagro. En la OEA puede pasar algo similar a lo que pasó en las elecciones uruguayas: la opción fue Democracia vs. Dictadura. Esto es, entre los que desde el gobierno sostenían que en Venezuela había una democracia y que Maduro era el presidente legítimo, y la oposición que sostenía que lo que hay es una dictadura y Maduro un dictador. Y perdieron los progresist­as. La misma opción se plantea en la OEA.

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