Bufones del PCC
¡Ahora, salgan! Fue la orden que retumbó en el pasillo de la planta alta del pabellón B de la cárcel regional de Pedro Juan Caballero.
Más que un grito imperativo, sonaba a simple recordatorio. El plan de fuga se había pergeñado mucho antes, y las autoridades del reclusorio estaban al tanto de todos los detalles. Al menos 75 reos lograron escapar siendo noticia en todo el mundo.
El pabellón estaba destinado a los peligrosos miembros de la banda criminal brasileña identificada como el Primer Comando da Capital (PCC). Quedó más que demostrado que eran ellos los verdaderos mandamases del lugar. Con la estrategia del temor habían “bautizado” a otros internos, y a cambio de dinero, lograban anestesiar a custodios y enceguecer a autoridades.
La fuga en realidad fue una liberación. Un acto consentido desde su misma germinación. Un pacto que las paredes del reclusorio mantuvieron en absoluto silencio. La estrategia contemplaba que, consumado el plan, las autoridades nacionales deberían quedar en ridículo. El guión se cumplió a cabalidad.
Según se supo, solo algunos desdichados abandonaron el sitio por el túnel de 15 metros de largo que conectaba al pabellón con la calle, en un destino final que convertía a policías y militares en poco menos que estatuas vivientes amarradas a una deshonrosa inutilidad, que se intentó justificar posteriormente con la supuesta ignorancia del plan.
Apenas 24 horas después de haber abandonado el recinto, los jefes del PCC ya estaban en su nuevo aposento. Alojados con la satisfacción del deber cumplido y henchidos de una risa incontrolable, al estar observando en la televisión las explicaciones dadas por los responsables de la seguridad nacional y penitenciaria.
El ministro del Interior, Euclides Acevedo, dijo que los presos pudieron haber salido por el portón principal y que, incluso, se escondieron en furgonetas que proveen alimentos refrigerados al penal.
El Presidente de la República, Mario Abdo Benítez, aseguró que la guerra contra el crimen organizado no estaba del todo perdida, y que lo sucedido significó solo una mala batalla. Y en una finísima reflexión sicológica, dijo que la “fuga” de los miembros del PCC se dio porque “ya no estaban cómodos” en el lugar.
Hasta aquí las respuestas absurdas resultaban cómicas. No obstante, el gobierno estaba interesado en superar su récord.
El Jefe del Gabinete Presidencial y Exministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, aseguró que las fuerzas de seguridad estaban preparadas para enfrentar un rescate de los soldados del Primer Comando Capital y que estaban dispuestos a utilizar hasta cohetes.
Así lo habían advertido informes de inteligencia entregados en diciembre del año pasado. Pero no hubo cohetes ni inteligencia. Los reos acumularon decenas de bolsas de arena en sus propias celdas, instalaron conexiones eléctricas en las paredes del túnel y, según las propias autoridades, “salieron por el portón principal”.
Todavía falta que se conozcan más de las pericias, pero en la sociedad resuena el testimonio de uno de los fugados arrepentidos que en el dulce idioma guaraní relató que, pese a no pertenecer al PCC, salió por el túnel, porque las celdas estaban abiertas y aseguró que los líderes criminales abandonaron la cárcel como si hubiesen sido simples visitantes.
No se preocupe si al leer estas líneas no sabe distinguir en toda esta historia qué es lo real y qué es lo ficticio. Esa es una tarea que ni las propias autoridades la han descifrado. Y si todavía quiere saber más, mejor dele rienda suelta a su imaginación; igual más tarde el ingenio de los criminales terminará sorprendiéndole.