Mal que desnuda
El dengue se instaló de lleno en nuestro país y desnudó grandes falencias: primero, el pésimo servicio de recolección de desechos sólidos, tanto de las empresas privadas como de las municipalidades y, segundo, la impresionante inconsciencia de los ciudadanos que no limpian sus casas, sus predios y muchos que arrojan basura a arroyos, ríos, lagos y otros recursos hídricos.
En el departamento Central, la mayoría de los municipios están minados de potenciales criaderos del mosquito transmisor del mal, el Aedes aegypti. Y no todo es culpa de la gente que no limpia sus casas, sino en gran medida de la falta de recolección de desechos.
Justamente debido a la falta de recolección de desechos mucha gente deposita sus desperdicios en baldíos, zanjas o en los arroyos. Estas prácticas debemos erradicar definitivamente.
Para que eso ocurra, las autoridades de los municipios deben ser ejemplo. Sin embargo, estamos lejos de eso, mientras el dengue nos gana la batalla.
Es hora de que las autoridades cumplan con seriedad su compromiso y que la ciudadanía tome conciencia de lo terrible que es el dengue, una enfermedad que este año en solo cuestión de días ya mató a media docena de compatriotas. Las más vulnerables, las más expuestas son aquellas personas que tienen alguna enfermedad crónica de base.
El dengue, además de dejar al desnudo lo poco higiénicos que somos, también deja al descubierto a la gente inescrupulosa que aprovecha este mal para hacer “su agosto”.
Muchos laboratorios y sanatorios privados aprovechan la sicosis colectiva que genera este mal y cobran a su gusto y paladar, debido al poco o nulo control de las instituciones oficiales responsables. Muchos llegan a cobrar hasta G. 500.000 por hacer el test para saber si uno tiene dengue o no.
Además, las declaraciones de emergencia son solo para derrochar recursos económicos y no precisamente para buscar soluciones eficaces y duraderas.