Mientras transcurre la pandemia de covid-19
La pandemia de covid-19 saca a la luz lo peor y lo mejor de las personas. No puede ser de otra manera, evidentemente. La sensatez, la tolerancia, la comprensión no surgen mágicamente en quienes carecen de esas cualidades.
Pienso en los politiqueros que quisieron aprovechar la situación para promocionarse, repartiendo alcohol en gel con su foto y su nombre en los frascos. Creían que lo del virus era cuestión de un rato e imaginaban a los electores agradecidos agolpándose después en los locales de votación para votar por ellos.
Pienso en las personas que son médicos o médicas y salen cada día rumbo al hospital o sanatorio, sabiendo que están en riesgo serio de contagiarse en su lugar de trabajo y que tal vez no vuelvan pronto a sus casas.
Pienso en los dirigentuchos políticos que calculan la manera de sacar ventaja, aprovechar la situación para ubicar a sus partidarios en cargos, en “picar” algo en las licitaciones de alimentos y medicina que se vendrán o aquellos que plantean propuestas inviables o muy difíciles de realizar para la crisis, pero que les dará (al menos eso creen) sus minutos de fama por simular que están preocupados por sus compatriotas.
Pienso en quienes se ponen contentos cuando ven que la policía “garrotea” a quienes incumplen con la cuarentena y no consideran que jamás harían lo mismo a otros igual de inconscientes, pero con poder o influencias políticas. De hecho, nadie golpea a quienes viajaron al exterior y no cumplieron la cuarentena o contra alguno que solo la cumplió después de un escrache mediático, como el ministro Juan Ernesto Villamayor.
Guardando las distancias, recuerda a la época de la dictadura cuando la policía stronista reprimía manifestantes, desaparecía, torturaba y algunos que se enteraban decían “para qué luego se meten en política”.
En estos tiempos que corren muchos juzgan sin saber, desde sus prejuicios o su ignorancia.
Tenemos un ministro del Interior, como Euclides Acevedo. Paradójicamente, alguien que tiene en su curriculum haber enfrentado a la dictadura no tiene miramientos con la gente, como si fuesen cifras y no personas. Amenaza, da carta blanca a los policías para que agredan a quienes incumplen la máxima de quedarse en casa.
Acevedo funge de simpático, traslada su posición económica y sus gustos personales al resto de la población paraguaya, aconsejándoles quedarse en sus hogares mirando películas con una copa de vino en la mano.
Ni él ni otros integrantes del Gobierno que tienen la autoridad y la obligación han hecho algo para que las familias que vivían con el dinero que podían juntar en el día no pasen hambre y otras necesidades.
Pienso en los dirigentes políticos que sinceramente son conscientes y solidarios con los padecimientos que hay y que vendrán todavía y que hacen lo posible para influir en las decisiones, para que las medidas alcancen a quienes realmente están mal ahora mismo.
Pienso en quienes se burlan de todo y sacan a relucir odio o maldad.
Pienso en quienes ven esta situación como una gran oportunidad para hacer grandes cambios políticos y sociales. Que creen que cuando pase la pandemia, deberíamos seguir priorizando la salud y también la educación. Dejar de malgastar en cosas que no son necesarias. Apoyar en serio a pequeños agricultores y microempresarios. No robar más.
En todos eso pienso mientras escribo en una redacción disminuida porque muchos están trabajando desde sus casas, en una ciudad con poca gente, con miedo, pero tal vez esperanzada en que vendrán tiempos mejores.