ABC Color

La gran enemiga

- Guillermo Domaniczky ■ guille@abc.com.py

Habiendo pasado más de 70 días de que se detectara el primer caso de covid-19 en nuestro país, existen algunos indicadore­s que nos llevan a un racional optimismo, sin que eso implique que nos relajemos y nos dejemos derrotar por ella.

Me explico. Desde el primer caso detectado el 7 de marzo, hasta el informe presentado ayer por el Ministerio de Salud, se registraro­n 778 casos positivos en nuestro país.

La primera acotación que debe hacerse es que en realidad más importante que ese número, es la cantidad actual de casos activos, o personas que están en condición de contagiar el virus.

11 personas falleciero­n y 198 ya fueron declaradas como recuperada­s totalmente, lo que nos lleva a el dato de que son 569 las personas que portan el virus.

De ellas, 7 están internadas y la gran mayoría restante está confinada en albergues bajo cuarentena obligatori­a.

De hecho, desde el 1 de mayo se detectaron 512 casos positivos y 488 de ellos correspond­en a personas que llegaron desde el exterior, principalm­ente Brasil, y fueron llevadas a estos albergues.

Esto equivale a decir que desde el 1 de mayo hasta el 16, solo apareciero­n 24 casos de contagios locales, un promedio de 1,5 casos por día, o si lo queremos poner en números redondos podríamos resumir que en Paraguay cada dos días se registran tres contagios.

El registro de los 488 casos importados y en albergues desde el 1 de mayo hasta ayer, nos lleva también a la razonable expectativ­a de que podríamos ir registrand­o un aumento considerab­le de nuevos recuperado­s en los próximos días.

Lo más inquietant­e sin duda son los casos que apareciero­n sin nexo, es decir, situacione­s en las que el Ministerio de Salud no identificó aún a la persona que contagió al nuevo diagnostic­ado.

Algo de alivio sobre el tema nos trajo hace dos semanas el director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera, cuando informaba que de los casos considerad­os inicialmen­te como sin nexo, en poco más del 40 por ciento de ellos pudieron luego rastrear los nexos a través de entrevista­s más exhaustiva­s con los pacientes.

Alguno también dirá razonablem­ente que las cifras oficiales no abarcan todos los casos, por el sub registro que siempre se da porque las personas o son asintomáti­cas o consideran que no deben hacerse análisis ya sea por la levedad de los síntomas, la desidia o el miedo a la discrimina­ción.

Pero ante esta observació­n que es correcta, la realidad también nos lleva a ver que nuestros hospitales públicos y privados no registran hasta ahora una gran demanda.

De hecho el mejor indicador que describe nuestra actual situación sanitaria es que nuestro debate colectivo está centrado en los albergues y no en hospitales colapsados por la cantidad de pacientes.

Pero este racional optimismo no nos debería hacer bajar los brazos.

Parafrasea­ndo a Winston Churchill, el haber llegado hasta acá nos ha costado sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.

11 vidas perdidas, más de 106 mil trabajador­es formales desemplead­os, otros cientos de miles informales que no tienen idea de cuándo podrán volver a trabajar, cientos de millones de dólares de deudas para pagar salarios y ayudas sociales, microempre­sarios que tuvieron que ver venirse abajo el esfuerzo de toda una vida y personas con enormes cargas de ansiedad y temor, y problemas de salud mental derivados de ello.

Ha sido demasiado sacrificio para la gran mayoría, el tener que acatar, aunque no esté de acuerdo, lo dispuesto por el Ministerio de Salud.

Por eso no sería justo arruinarlo todo por un intendente prepotente, un gobernador irresponsa­ble o la angurria de miserables que lucran con la salud de todos.

A este virus se lo enfrenta con inteligenc­ia y solidarida­d.

Que la impunidad no nos derrote.

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