La gran enemiga
Habiendo pasado más de 70 días de que se detectara el primer caso de covid-19 en nuestro país, existen algunos indicadores que nos llevan a un racional optimismo, sin que eso implique que nos relajemos y nos dejemos derrotar por ella.
Me explico. Desde el primer caso detectado el 7 de marzo, hasta el informe presentado ayer por el Ministerio de Salud, se registraron 778 casos positivos en nuestro país.
La primera acotación que debe hacerse es que en realidad más importante que ese número, es la cantidad actual de casos activos, o personas que están en condición de contagiar el virus.
11 personas fallecieron y 198 ya fueron declaradas como recuperadas totalmente, lo que nos lleva a el dato de que son 569 las personas que portan el virus.
De ellas, 7 están internadas y la gran mayoría restante está confinada en albergues bajo cuarentena obligatoria.
De hecho, desde el 1 de mayo se detectaron 512 casos positivos y 488 de ellos corresponden a personas que llegaron desde el exterior, principalmente Brasil, y fueron llevadas a estos albergues.
Esto equivale a decir que desde el 1 de mayo hasta el 16, solo aparecieron 24 casos de contagios locales, un promedio de 1,5 casos por día, o si lo queremos poner en números redondos podríamos resumir que en Paraguay cada dos días se registran tres contagios.
El registro de los 488 casos importados y en albergues desde el 1 de mayo hasta ayer, nos lleva también a la razonable expectativa de que podríamos ir registrando un aumento considerable de nuevos recuperados en los próximos días.
Lo más inquietante sin duda son los casos que aparecieron sin nexo, es decir, situaciones en las que el Ministerio de Salud no identificó aún a la persona que contagió al nuevo diagnosticado.
Algo de alivio sobre el tema nos trajo hace dos semanas el director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera, cuando informaba que de los casos considerados inicialmente como sin nexo, en poco más del 40 por ciento de ellos pudieron luego rastrear los nexos a través de entrevistas más exhaustivas con los pacientes.
Alguno también dirá razonablemente que las cifras oficiales no abarcan todos los casos, por el sub registro que siempre se da porque las personas o son asintomáticas o consideran que no deben hacerse análisis ya sea por la levedad de los síntomas, la desidia o el miedo a la discriminación.
Pero ante esta observación que es correcta, la realidad también nos lleva a ver que nuestros hospitales públicos y privados no registran hasta ahora una gran demanda.
De hecho el mejor indicador que describe nuestra actual situación sanitaria es que nuestro debate colectivo está centrado en los albergues y no en hospitales colapsados por la cantidad de pacientes.
Pero este racional optimismo no nos debería hacer bajar los brazos.
Parafraseando a Winston Churchill, el haber llegado hasta acá nos ha costado sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.
11 vidas perdidas, más de 106 mil trabajadores formales desempleados, otros cientos de miles informales que no tienen idea de cuándo podrán volver a trabajar, cientos de millones de dólares de deudas para pagar salarios y ayudas sociales, microempresarios que tuvieron que ver venirse abajo el esfuerzo de toda una vida y personas con enormes cargas de ansiedad y temor, y problemas de salud mental derivados de ello.
Ha sido demasiado sacrificio para la gran mayoría, el tener que acatar, aunque no esté de acuerdo, lo dispuesto por el Ministerio de Salud.
Por eso no sería justo arruinarlo todo por un intendente prepotente, un gobernador irresponsable o la angurria de miserables que lucran con la salud de todos.
A este virus se lo enfrenta con inteligencia y solidaridad.
Que la impunidad no nos derrote.