Futbolista
PELÉ
El Pelé futbolista es algo sensacional. Ha vulnerado todos los continentes con su nombre. “Es que suena a café, por eso todos inmediatamente quedan con él”, comenta risueñamente el ídolo del fútbol moderno. Con las manos entrelazadas, la mirada atenta y la sonrisa a flor de labios, el Rey se despoja de su atavío monárquico ya hecho y se sumerge en la niñez.
–“Estoy seguro de que el destino y solamente el destino me convirtió en futbolista. Mire, a mí, cuando niño, me encantaba la aviación. Desde lejos, miraba la pista con el sueño de volar algún día”.
Un agradable fresco transita por el hall del Hotel del Paraguay. Pelé está en una mesa redonda con Abc, metido en unos pantalones obscuros y un sweter celeste y blanco. Los fans del Rey son incansables. Lo rodean. Lo apretujan y le piden autógrafos. Él mira a los niños con una curiosa mezcla de ternura y paternidad. Y mientras habla a la prensa, acaricia la cabeza de un chico o amaga graciosamente una paliza para otro.
–“Ahora yo pienso que para cualquier profesión se nace. Con el tiempo, uno se perfecciona. Es que ya se viene con una tendencia, con una vocación. Y aquí es que la labor del director técnico es importante, en percibir las condiciones y defectos de los futbolistas, porque ellos no pueden enseñar a nadie a jugar...”.
De una experiencia internacional muy particular y de un conocimiento vasto del fútbol en el mundo, Pelé se pone un poco serio, medita y dice:
–“No sé realmente cuáles son mis defectos. Pero de lo que estoy muy seguro es que me falta muchísimo que aprender”.
Feliz como 10
Desde su inicio en el fútbol profesional, el Rey ocupó la plaza de interior izquierdo. En el mundial del 58, alguien le dio una casaca verde-amarelha y no la devolvió nunca más...
–“Y en ese puesto estoy muy feliz. Hago lo que puedo allí. Pero si algún día me mandan a otra parte, iré. Pero prefiero ese lugar”.
A medida que avanza el diálogo, la “Perla Negra” va desprendiéndose de todo aire protocolar. Ahora ya no solo responde, sino que pregunta. Y así, repentinamente, se convierte en una pieza accesible y comunicativa durante la charla. Recuerda anécdotas, lanza una carcajada y comenta en un castellano claro, apenas entorpecido por el acento portugués del ídolo brasileño.
–“¿El mejor futbolista después de mí? Yo no puedo apuntar a ninguno en particular, ni a mí como el mejor. No puedo decir que, por ejemplo, es un arquero o un delantero. El mejor debe saber jugar bien en todos los puestos”.
Pelé no puede precisar aún la personalidad del fútbol paraguayo.
–“Hace mucho que no veo jugar a un equipo paraguayo. La otra noche sí, pero, usted sabe, dentro del campo es imposible tener una idea. Lo mejor, para conocer las características de un fútbol, es observarlo
desde arriba, cómodamente...”
El Rey afirma que en su vida de futbolista nadie intentó sobornarlo.
–“Nadie podría hacer, desde luego. Porque si yo le conozco a usted como hombre de bien, no me atreveré a proponerle semejante asunto...”.
Para él ya es imposible recordar un mejor partido (10 largos años de fama mundial con el aplauso de centenares de estadios repletos y el caudaloso elogio de la crítica mundial) pero...
Contra Gales el gol más importante
–“El gol más importante de mi vida fue el que anoté ante País de Gales. Ganamos uno a cero. Tenía quince años...”.
El Rey tuvo aliento y desaliento para su carrera. Su padre alimentó sus deseos y su madre se opuso tenazmente.
–“Tuve que hablar con ella durante una semana para viajar a Santos y jugar por su club. Al final conseguí. Mi padre me comprendió en seguida porque él era futbolista. Y este deporte es grande. Tiene la virtud de ser un medio de buena amistad, entre los pueblos, creando vínculos”.
Y el fabuloso delantero brasileño define finalmente al fútbol actual del Brasil.
–“Del Mundial de Londres a esta parte, no ha variado en su forma de juego. Eso sí, han ganado prestigio varias nuevas figuras. Ya no pueden estar los Nilton Santos, Garrincha, Zito y otros, y ahora, se integran las nuevas promociones”.
Jugar hasta los 33 o 34 años
Ya el hall había quedado semivacío. Gilmar, Paulo Borges, Carlos Alberto y otros, que jugaban al ajedrez a pocos metros de nosotros, ya se habían retirado hacia el comedor. Pelé, que tiene actualmente 27 años y que piensa jugar “hasta los 33 o 34“, se levanta.
Recoge unos paquetes que contienen obsequios. Llena el recinto con una sonrisa, extiende su mano cordial y se aleja con la humildad de aquel niño.