Existe un solo Paraguay
Nuestro diario ha venido sosteniendo que la principal secuela de la pandemia que actualmente azota al país será sociopolítica, porque dejará a su paso una terrible crisis económica y social, cuyas consecuencias son imprevisibles, y cuyo costo será, sin dudas, mayor de lo que hoy se está asumiendo para combatirla. Por ello, superada la avalancha viral, el Gobierno no tendrá recursos para atender sus graves efectos económicos y sociales. La posibilidad de que tras el paso del coronavirus el Paraguay caiga en una difícil situación es real. Existen dos factores negativos que, integrados, pueden generar una crisis político-social que afecte la gobernabilidad democrática: la corrupta estructura de un Estado paquidérmico y una troika de Poderes públicos que aúpan la corrupción y la impunidad, con ramificaciones en las administraciones departamentales y municipales. Bajo el efecto de la sicosis desatada por la pandemia, sectores representativos de la sociedad civil están haciendo sentir su preocupación por la seria situación económica y social que va a enfrentar el Gobierno pasada la pandemia, con crisis de desempleo, déficit fiscal, necesidad de una salud, una educación y unos servicios públicos mejorados. Evidentemente, con un Estado que gasta más del 70 por ciento de la recaudación tributaria en sueldos de su enorme plantilla, y con una caterva de ladrones de cuello blanco administrando los escasos recursos disponibles para atender las necesidades sociales, ni el Gobierno del presidente Mario Abdo Benítez ,niel de quien le suceda, tendrá dinero suficiente –que no sea prestado– para atender los reclamos de los sectores más vulnerables, que hoy suman al menos la mitad de su población, y cuyo número aumentará tras la actual contingencia. Se impone, pues, que el Poder Ejecutivo impulse contra viento y marea la reforma estructural del anquilosado Estado, aunque para lo cual, al parecer, no encuentra eco suficiente en el Parlamento. Mientras tanto, debe dar el ejemplo adoptando medidas firmes para reorganizar las reparticiones públicas cuya racionalización depende de su “lapicera” como administrador general del Estado. En este último sentido, el presidente Abdo Benítez debe emitir un claro mensaje de voluntad política, con la destitución ipso facto de los responsables de las dependencias que mostraron falencias reiteradas o cuestionaron sus órdenes, como es el flagrante caso del director de la Entidad Binacional Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, quien, en pleno recinto del Congreso, desafió abiertamente su autoridad, oponiéndose al recorte de los estratosféricos salarios que allí perciben sus funcionarios, al igual que los de Itaipú Binacional. El senador Silvio Ovelar (ANR), quien milita en el movimiento Añetete, del Jefe de Estado, se ha manifestado en el mismo sentido, lo cual es comprensible, ya que su esposa, Magnolia Mendoza, gana en Itaipú más de 100 millones de guaraníes. La opinión de que las entidades binacionales no están sujetas al Estado paraguayo es una burda y ofensiva falacia. No existe ese “otro Paraguay” que proclaman los altos funcionarios compatriotas. Hay un solo Paraguay. En tal sentido, el Artículo XIX del Tratado de Itaipú (así como el de Yacyretá) establece taxativamente: “La jurisdicción competente para la Itaipú, con relación a las personas físicas y jurídicas domiciliadas o con sede en el Paraguay o en el Brasil, será, respectivamente, la de Asunción y la de Brasilia. A tal efecto, cada Alta Parte Contratante aplicará su propia legislación, teniendo en cuenta las disposiciones del presente Tratado y de sus Anexos”. Por otra parte, el Artículo XXI dice: “La responsabilidad civil y/o penal de los Consejeros, Directores, Directores Adjuntos, y demás empleados paraguayos o brasileños de la Itaipú, por actos lesivos para los intereses de ésta, serán investigados y juzgados de conformidad con lo dispuesto en las leyes nacionales respectivas”. En consecuencia, para llevar adelante una reforma del Estado que apunte a beneficiar a los habitantes del país, no se puede contar en el aparato gubernativo con personajes averiados que, con pretextos rebuscados, solo piensan en sus conveniencias y en la de su clientela. El Presidente de la República debe comenzar mejorando el plantel de sus colaboradores si pretende tener éxito en la tarea principal. Se debe poner fin al país donde existen ciudadanos de primera y de segunda.