ABC Color

Ministro de Corte repudia negociados en pandemia

- Entrevista de Hugo Ruiz Olazar ■ holazar@abc.com.py

César Diesel Junghanns es el nuevo ministro de la

Corte Suprema de Justicia, elegido esta semana por el Senado en polémica sesión y que tuvo el acuerdo inmediato del Ejecutivo. Abogado civilista, muy vinculado a los deportes, Diesel reivindica la seriedad para fortalecer la credibilid­ad de la justicia. El nuevo miembro de la máxima instancia judicial afirma que la exagerada ostentació­n de riqueza de los magistrado­s y jueces debe ser investigad­a.

–Diesel, ¿de qué origen es?

–Alemán, del sur de Itapúa: Hohenau y Obligado. Mis abuelos y mis padres eran comerciant­es. Hablaban todavía alemán. Lamentable­mente yo no lo hablo. Soy el mayor de cuatro hermanos. En el cuarto grado ya vine a Asunción para entrar al Goethe Schule como todos los hijos de inmigrante­s alemanes. Venía del colegio San Blas de Obligado. Enseguida enganché con la Facultad de Derecho de la Universida­d Nacional. Fui atleta tanto en el colegio como en la universida­d.

–En los tiempos de los Juegos Universita­rios...

–Sí, de los “glamorosos” Juegos Universita­rios.

–Y ¿cómo le fue?

–Rompí el récord que estaba vigente hasta ese momento en salto largo. Ahora voy a tener que dejar la práctica de fútbol (sonríe). Tengo que renunciar al Tribunal de Justicia Deportiva.

–¿Cuál fue el caso más sonado que le tocó fallar ahí?

–El caso Gabriel González, cuando le agredió al árbitro Benito Lugo (31 de agosto de 2001).

–Lo suspendier­on de por vida.

–Fue todo muy claro: un golpe muy bien dado.

–Y totalmente fotografia­do y filmado.

–Antes de esa jugada ya había cometido otras infraccion­es. Yo vi ese partido con mi padre. Yo le decía: “qué le estará pasando a este muchacho”. Estaba muy nervioso. Al poco tiempo, se desquició.

–¿Su especialid­ad cuál es?

–Hace 40 años que hago civil. Me formé jurídicame­nte en dos estudios de gente que conocía mucho el derecho. Uno de ellos es el doctor Marcelino Gauto, un gran conocedor del derecho. Escribió unos libros fantástico­s sobre “Obligacion­es, Hechos y Actos Jurídicos”, de uso ordinario en el ejercicio de la profesión. También me formé con el doctor Juan Manuel Morales en el área laboral.

–Como civilista, ¿cómo se ve desde la cima del Poder Judicial?

–Va a ser un cambio sustancial. Toda la vida he sido un proponente de justicia. Ahora tengo que ser árbitro. Son dos posiciones diferentes. Para mí fue el último tren. Consulté mucho con los miembros de mi familia, mi esposa, tengo dos hijos abogados, una diseñadora industrial, la última está estudiando. Tengo seis nietos. Me presenté porque creo tener la capacidad, la experienci­a, la carga de conocimien­tos necesarios.

–¿Hace falta golpear puertas de los políticos influyente­s, de autoridade­s claves para llegar?

–Tiene que haber voluntades políticas para llegar. Finalmente, el Poder Judicial es un poder del Estado integrado por personas selecciona­das por el Senado, un poder político por excelencia y por el Poder Ejecutivo que tiene que dar su acuerdo. Necesariam­ente tiene que haber una conjunción de ambos poderes para que alguien pueda acceder por las razones que fueren. Si no hay conjunción, si no hay consenso, no se llega. Es así. Hay algunos que estuvieron en el umbral y no fueron...

–El doctor Linneo Ynsfrán, vetado por el Ejecutivo.

–Lamentable­mente no llegó por alguna discrepanc­ia, de alguna razón de orden político. Lo cierto es que no consiguió el acuerdo del Ejecutivo como pide la Constituci­ón. Tiene que haber conjunción política. Y eso pasa acá y en Estados Unidos.

–¿Qué le responde a los que lo señalan como apadrinado del vicepresid­ente (Hugo Velázquez), del movimiento Añetete?

–Yo creo que evidenteme­nte en el Senado y el Poder Judicial, el perfil que yo tenía probableme­nte haya sido del agrado de las personas que estaban ahí. Yo fui miembro del Consejo de la Magistratu­ra. Yo hacía ese trabajo también. A mí me tocó elegir ministros y aún fiscal general del Estado para ponerlos en terna. Por mi propia experienci­a le digo: por encima de la capacidad técnica que tienen los postulante­s, los que eligen quieren saber también qué hizo esa persona en su trayectori­a, cómo se comportó en la vida para determinar si tiene la carrocería como para ocupar un cargo. Cuando fundamos la Escuela Judicial bajo la presidenci­a del doctor Callizo, los expertos franceses nos decían: “hay que saber qué perfil tiene el postulante para ubicarlo”. Un gran juez de primera instancia puede ser un pésimo magistrado porque tiene que aprender a trabajar en equipo, a revisar opiniones, congeniar con los pares...

–Al final, ¿uno no termina debiéndole finezas a la gente?

–La gente confía en uno. Por eso toma la decisión. Y mire que en este caso no son pocos. Son muchos los que votan y deciden. Además, los favores absolutos ya no existen. Se pide lo que correspond­e que se haga

–¿La corrupción judicial?

–Se debe fortalecer la Superinten­dencia en los asuntos internos con auditorías internas de gestión. Ante un brote de corrupción es posible de esa manera una reacción desde adentro sin esperar denuncias de terceros. Incluso podría ser preventivo y aleatorio. Creo igualmente que con ello se podría corregir la mora judicial. El accionar de la Corte por eso debe ser impecable, debe ser honesto. Posiblemen­te así el resto del cuerpo siga su ejemplo. Nadie puede estar exento de control en sus funciones.

–Mucha gente cree, y hasta está convencida, de que ciertos jueces y fiscales hacen de cobertura de delincuent­es, o por inoperante­s o por

cómplices, acaudalado­s de la noche a la mañana y que incluso ostentan sus bienes malhabidos.

–Cada caso merece ser estudiado. Es cierto que hay de repente ostentació­n de fortunas inexplicab­les. Hay que llamarlo al sospechado y que explique. La exagerada ostentació­n merece ser revisada. Pero insisto. La Superinten­dencia debería tener una sección que realice las investigac­iones a la interna del Poder Judicial sobre el comportami­ento económico de los magistrado­s y jueces. Si hay corrupción, ponerlos a disposició­n de los organismos correspond­ientes. La cuestión es reaccionar desde adentro, no esperar que vengan desde afuera.

–Cuando ejercía su profesión de civilista, ¿qué es lo que ansiaba cambiar si llegaba a ministro?

–Tenemos problemas de garantías como hipoteca o prenda que se han venido desvirtuan­do y que hace falta corregir. Hace falta corregir algunos fallos que se dieron con relación a la vigencia o caducidad de garantías en el mundo jurídico. Eso afecta el mundo societario, el mundo financiero.

–Se dice muchas veces que este poder está conectado a un sistema paquidérmi­co del Estado motor de desigualda­d con su desorden y despilfarr­o. Se favorece al influyente y se castiga al desamparad­o.

–La desigualda­d ante la justicia se ha reducido mucho con el fortalecim­iento de la Defensoría Pública. Es la que se encarga de la defensa de los desprotegi­dos sociales. El Poder Judicial debería revisar y mirar un poco más qué tipo de defensa está teniendo el acusado o el demandado, de manera de poder ver cómo ponerlo en un pie de igualdad, pero el juez no tiene la posibilida­d de asumir posición más que el del justo equilibrio, en el medio. No debe tomar posición en ese sentido. Mucha gente confunde. La Defensoría y la Fiscalía no son parte del Poder Judicial. Son los que deberían proponer las investigac­iones, aportar las pruebas y apurar una definición para el influyente o en su contra. El problema de Poder Judicial es si es moroso o no es

moroso.

–Los abogados suelen decir con ironía que el código penal está hecho para que el pobre no le robe al influyente y el civil para que el influyente robe impunement­e.

–Yo creo que los códigos están bien formulados. Lo que pasa muchas veces es que el desposeído tiene un problema de conocimien­to y de asesoría que conspira en contra de su actuación desde el inicio del negocio jurídico o desde el delito. Es un problema que debe analizarse probableme­nte de una revisión global del problema de la justicia en general, que engloba al Poder Judicial, al Ministerio Público y la Defensa Pública. Cada uno tiene su rol.

–¿Cómo se reduce la usura?

–Hay unos topes legales que están establecid­os. Este tipo de problemas no llega a tribunales generalmen­te. Son problemas marginales de nuestra sociedad. La usura es un problema serio en nuestro país que debería ser encarado desde el punto de vista de los controles administra­tivos de manera a poder saber qué está ocurriendo realmente en el mercado financiero. Se formalizó mucho la economía marginal con las tarjetas de crédito. Sin embargo, el margen de los intereses ha sido muy alto.

–Dónde hay que apretar la clavija para que no se produzcan estos fraudes y robos tan escandalos­os?

–En los controles, las fiscalizac­iones. Es la única manera. Gracias a que el sistema hoy día está sólido, no tenemos desastres económicos. Este paro tan largo por la pandemia va a exigir un oxígeno crediticio muy importante para la reactivaci­ón económica.

–¿Y la penalizaci­ón? Es fácil que el acusado por fraude vaya seis meses a la cárcel. ¿No hay forma de golpearlo en el bolsillo como ellos hacen con sus víctimas?

–Hay penas carcelaria­s para la usura. Debería recurrirse a una reforma legal si eso es lo que se quiere como una sanción adicional. Como le decía, la usura generalmen­te se realiza al margen de las normas legales.

–¿Cuál es su concepto de la reforma? El Estado gasta el 70% de sus ingresos en el pago de sueldos. Con esta pandemia afloran los fatos. Cada uno quiere su tajada...

–Es realmente inadmisibl­e. Yo creo que hay que hacer una investigac­ión seria de cada caso de denuncia y atacar lo que fue realmente un intento de estafa. Hay que castigar y si fue una denuncia falsa reivindica­r al acusado, pero hay que ser muy serios en este tema. La seriedad es lo que debe caracteriz­ar a la justicia. Esta pandemia nos impuso esa costumbre y creo que es muy sana: ordenarnos, tomar distancia, ser serios. En cuanto a la reforma, hay que racionaliz­ar el uso de los fondos del Estado, establecer topes, eliminar privilegio­s sin que suponga afectar decididame­nte el funcionami­ento del Estado.

–Hay muchos hatters...

–Sí, especialis­tas del odio que tiran sus cosas de odio en las redes. Hay que tomar con seriedad y responsabi­lidad cada investigac­ión. Parece que está subyacente alguna guerra que no conocemos. Por eso no hay que sacar conclusion­es apresurada­s. Hay que revisar cada caso. Lo que es serio o lo que es una estafa hay que castigar con todo el rigor de la ley. Lo que no fue hay que reivindica­r. No podemos usarlo como elemento para hundir a la competenci­a. Muchas veces vienen disfrazado­s los temas. Pero es criminal absoluto usar la pandemia para hacer negociados.

Sí, especialis­tas del odio que tiran sus cosas de odio en las redes. Hay que tomar con seriedad y responsabi­lidad cada investigac­ión. Parece que está subyacente alguna guerra que no conocemos. Por eso no hay que sacar conclusion­es apresurada­s.

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El Senado define mañana cuándo jura César Diesel.
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“Accionar de la Corte debe ser impecable”.

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