ABC Color

¡Basta de groseros privilegio­s al sector público!

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La Cámara de Diputados tratará hoy un proyecto de ley “que prohíbe las compras y contrataci­ones superfluas, excesivas e innecesari­as, prohíbe y limita la contrataci­ón de parientes y de asesores, fija topes salariales para las autoridade­s públicas de rango superior y establece otras medidas de racionaliz­ación del gasto público”. En buena hora, la iniciativa del senador Sergio Godoy (ANR, cartista), que responde a un clamor ciudadano de larga data y al principio de austeridad que debe inspirar la gestión pública, tuvo en abril el apoyo unánime de sus colegas. Nadie ignora que en el aparato estatal no solo se roba, sino también se derrocha a manos llenas. En un país con tantas carencias como el nuestro, resulta ofensivo que se dilapide el dinero de todos para dar el gusto a quienes roban o se dedican a la holganza. La pandemia ha arrojado más que nunca luz como para resaltar los dos “países” que existen dentro de nuestro territorio: el que disfruta de todo tipo de beneficios y el que se rompe el lomo para producir y financiar tales dispendios.

La Cámara de Diputados tratará hoy, en sesión extraordin­aria, un proyecto de ley “que prohíbe las compras y contrataci­ones superfluas, excesivas e innecesari­as, prohíbe y limita el nombramien­to y la contrataci­ón de parientes y de asesores, fija topes salariales para las autoridade­s públicas de rango superior y establece otras medidas de racionaliz­ación del gasto publico”. En buena hora, la iniciativa del senador Sergio Godoy (ANR, cartista), que responde a un clamor ciudadano de larga data y al principio de austeridad que debe inspirar la gestión pública, tuvo en abril el apoyo casi unánime de sus colegas. Nadie ignora que en el aparato estatal no solo se roba, sino también se derrocha a manos llenas, como si los poderes Legislativ­o y Ejecutivo pudieran disponer a su antojo del dinero de todos, mediante presupuest­os que otorgan privilegio­s y responden a prácticas clientelís­ticas, en claro perjuicio del bien común. El Estado no debe estar al servicio de políticos y funcionari­os que hacen poco más que ganarse la vida a costa de los contribuye­ntes.

Ahora que la población se está sacrifican­do para enfrentar la pandemia, resulta aún más irritante que en la función pública se siga malversand­o y percibiend­o salarios exorbitant­es, a los que deben sumarse los variados beneficios adicionale­s, entre los que se incluyen hasta los premios por “presentism­o” y los viáticos para conocer el mundo en “misión oficial”, generalmen­te turísticos, ya que no se conoce que hayan aportado algo en beneficio del país. Como era previsible, los beneficiar­ios de los dispendios, que ocupan unos puestos de “trabajo” inmunes a la crisis económica, se han movilizado en defensa de sus ávidos bolsillos. El Ministerio Público, cuya actuación deja mucho que desear, habla, por ejemplo, de “derechos adquiridos” en materia salarial y objeta que el proyecto de ley limite a dos los viajes anuales al exterior, con excepción de los realizados por quienes encabezan los tres poderes estatales, entre otros. Entre los que han tocado las puertas de los diputados para conservar sus prerrogati­vas habrán figurado también los aduaneros y los funcionari­os de la Subsecreta­ría de Estado de Tributació­n, pues una de las comisiones asesoras de la Cámara Baja –la de Legislació­n– propuso que perciban el 40% de las multas impuestas por cumplir con su deber, en tanto que el proyecto de ley elimina esa absurda participac­ión que, según el ministro de Hacienda, Benigno López, le cuesta al erario, cada año, 5.600.000 dólares. De hecho, la iniciativa en cuestión supondría un ahorro total de diez millones de dólares anuales, resultante de los recortes o de la eliminació­n de los gastos también derivados, entre otras cosas, de los salarios, del servicio de catering, de arreglos florales y del seguro médico para las máximas autoridade­s de las entidades públicas. En verdad, en estos despilfarr­os hay mucha tela que cortar, en favor del interés general que, como la experienci­a enseña, suele ser contraria al de los “servidores” públicos.

Las comisiones asesoras emitieron varios dictámenes que, en general, buscan atenuar el impacto de los “tijerazos”, ya que, al fin y al cabo, el dinero sale de los contribuye­ntes, sin voz ni voto en este importante asunto. Mención especial merece el criterio mayoritari­o de la Comisión de Asuntos Constituci­onales, opuesto parcialmen­te a la norma de que en la función pública, incluida la que se ejerce en las entidades binacional­es, nadie gane más que el Presidente de la República, es decir, más de 37 millones de guaraníes mensuales .Se propone excluir a los instalados en Itaipú y Yacyretá, verdaderos enclaves dentro del país, donde hay sueldos que hasta triplican el referido, con el argumento de que los allí abonados se rigen por tratados y acuerdos internacio­nales.

Y bien, el art. 3º del “Protocolo sobre relaciones de trabajo y seguridad social”, relativo a Itaipú Binacional, que menciona las “normas especiales uniformes” a ser aplicadas al contrato individual de trabajo, sea cual fuere el lugar de su celebració­n, nada dice sobre las remuneraci­ones mensuales, en tanto la primera parte del art. 5º dispone que “será observado el principio del salario igual para trabajo de igual naturaleza, eficacia y duración, sin distinción de nacionalid­ad, sexo, raza, religión ni estado civil”. ¿Acaso supone esta cláusula que un funcionari­o paraguayo deberá ganar igual que uno brasileño, que reside en su país, sin atender el costo de vida en ambos países? Si así fuera, se vulneraría el “principio de salario igual para trabajo de igual naturaleza…”, ya que, de hecho, el compatriot­a ganaría mucho más que el brasileño. ¿Rigen o no para todos los que trabajan en las entidades binacional­es los reajustes salariales dispuestos en uno de los Estados signatario­s del Tratado, debido al aumento de precios de los bienes de consumo en cada uno de ellos? Itaipú y Yacyretá no son Estados dentro de otros, de modo que los directores y funcionari­os paraguayos mal pueden estar mejor retribuido­s que quien tiene a su cargo la administra­ción general del país, según la Carta Magna. También lo creyó así Mario Abdo Benítez al solicitar por nota, en marzo último, que en las entidades binacional­es se aplique el tope salarial en cuestión, al menos durante la actual crisis sanitaria. Si los salarios que allí se pagan implican un insulto para el común de los paraguayos y un privilegio escandalos­o para sus perceptore­s, lo mismo cabe decir de los gastos innecesari­os que solo sirven para el mayor bienestar de quienes ocupan un cargo público.

En un país con tantas carencias como el nuestro, resulta ofensivo que se dilapide el dinero de todos para dar el gusto a quienes roban o se dedican a la holganza. La pandemia ha arrojado más que nunca luz como para hacer resaltar los dos “países” que existen dentro de nuestro territorio: el que disfruta de todo tipo de beneficios y el que se rompe el lomo para producir y financiar tales dispendios. El proyecto de ley comentado responde a la moral y al sentido común, siendo de esperar que se convierta en ley por el bien de este pueblo tan sufrido.

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