Más agua en el lago Ypacaraí, con la contaminación de siempre.
Alo largo de las últimas cuatro décadas, el lago Ypacaraí ha sido utilizado como excusa para diferentes tipos de estudios técnicos, visitas de expertos, seminarios y otras reuniones, cuyos resultados a la fecha han de estar registrados al menos en varios armarios, pero que, lamentablemente, no han tenido repercusión concreta en el objetivo de recuperar ese valioso recurso ambiental y turístico. ¿En qué quedaron esas acciones? ¿Por qué no se impulsó ninguna de ellas, en vez de continuar creando grupos de trabajo y realizando nuevos estudios? ¿Alguien se ha beneficiado o se beneficia con donaciones, comisiones, consultorías, realizadas desde hace tanto tiempo? Algo pasa allí, porque la impresión que se transmite es que verdaderamente no se quiere concretar ningún proyecto que mate a la vaca lechera que al parecer para algunos es la supuesta intención de revivir el lago. Insistimos sobre esta cuestión, porque desde hace tanto tiempo se están dando vueltas sobre el mismo tema y ya es momento de dejar de engañar a la gente y hablar con la verdad.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, el lago Ypacaraí ha sido utilizado como excusa para diferentes tipos de estudios técnicos, visitas de expertos, seminarios y otras reuniones, cuyos resultados a la fecha han de estar suficientemente registrados al menos en varios armarios, pero que, lamentablemente, no han tenido repercusión concreta en el objetivo de recuperar ese valioso recurso ambiental y turístico.
Por citar algunos de ellos, y no hurgar tanto en el tiempo, tomemos solo el periodo comprendido entre los años 2014 y 2017. En esta etapa fueron realizados –solo a través de Itaipú Binacional– unos veinte proyectos, en un promedio de cinco por año, en cuestiones que van desde “mediciones hidrométricas en la cuenca del lago”, hasta “tratamiento biológico con alevines nativos de carimbatá, ñurundi’a y otros”. De todas estas investigaciones, apenas un poco menos del 10% fueron concluidas y sus resultados cajoneados y reservados para el museo de los recuerdos.
En consonancia con lo anterior, a fin de tener una secuencia del despilfarro de recursos económicos en el tiempo, es preciso rememorar algunas acciones de importancia que han quedado de igual forma en agua de borrajas.
Entre los años 2012 y 2018, expertos italianos y holandeses de una renombrada universidad de Italia realizaron propuestas que implicaban una inversión de unos 30 millones de dólares, para encaminar tareas relacionadas con la contaminación de las aguas del lago, su mayor problema de los últimos años. Posteriormente, se puso en marcha el proyecto denominado “restauración y recuperación del Lago Ypacaraí”, que en el informe presentado por el entonces coordinador del proyecto, ingeniero José Molinas, al expresidente Horacio Cartes, se hablaba de destinar unos 60 millones de dólares para la construcción de una planta de tratamiento de agua y de efluentes cloacales en el arroyo Yukyry, y fondos especiales del Banco Nacional de Fomento (BNF), de unos 30 millones de dólares para las empresas de los municipios que rodean la cuenca del lago, para que puedan adecuar sus instalaciones con miras al tratamiento de efluentes con tecnologías apropiadas. Para este proyecto, Itaipú Binacional desembolsaría unos 700.000 dólares para costear el diseño de dichas plantas de tratamiento, como así también, financiar el monitoreo en tiempo real del nivel de contaminación mediante sensores. En octubre de 2018, a través del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), se anunció que se dispondrían de unos 150 millones de dólares provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para evitar la colmatación y la contaminación del lago Ypacaraí. Nunca se supo qué destino tuvieron estas iniciativas.
A principios de este año se creó la Comisión Nacional de Gestión y Manejo del Lago Ypacaraí (Conalaypa) –coordinada por Renato Maas, del MOPC–, tras lo cual, en febrero, arribó a nuestro país el experto italiano Juan Esteban Lucca,
ingeniero civil, especialista en hidráulica, que de acuerdo al senador Arnaldo Franco (ANR), vino para socializar un trabajo de consultoría realizado hace tres años (2017), y que fue solventado con fondos del BID, que al decir del gobernador del departamento Central, Hugo Javier González, tiene el objetivo de desarrollar una propuesta de entre 10 y 30 años para salvar el lago, porque “si no tomamos las medidas inmediatas, el lago va a morir”.
¿En qué quedaron todas estas acciones? ¿Por qué no se impulsó ninguna de ellas, en vez de continuar creando grupos de trabajo y realizando nuevos estudios? ¿Alguien se ha beneficiado o se beneficia con donaciones, comisiones, consultorías, realizadas desde al menos hace cuatro décadas? Algo pasa allí, porque la impresión que se transmite es que verdaderamente no se quiere concretar ningún proyecto que mate a la vaca lechera que al parecer para algunos es la supuesta intención de revivir el lago.
En efecto, tenemos así que las copiosas acciones fallidas, de estudios y recursos que se llevaron el viento, no apuntan tanto al blanco y se siguen dando manotazos al aire. A este respecto, en una reciente entrevista por Abc Cardinal, el ministro del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), Ariel Oviedo, dio énfasis a la necesidad de aumentar el caudal del lago, mencionó el uso de las “geobolsas” y los muros de contención, pero, lamentablemente, no hizo hincapié en lo más importante y fundamental, la contaminación. Sobre este punto, anteriormente atribuyó las cianobacterias que contaminan el lago a coliformes fecales, por lo que consideró necesaria –algo sabido desde siempre– la instalación de plantas de tratamiento de efluentes, cuya solución no está en manos del Mades, según dijo. A sabiendas dónde está el origen de la polución del lago, ¿no tiene esa institución atribuciones para sancionar a los infractores, o, en su defecto, para impulsar ante las instancias respectivas acciones tendientes a la solución del grave problema? Si el Mades no puede impedir el derrame de efluentes contaminadores, nos preguntamos: ¿¿¿QUIÉN, ENTONCES??? ¿Nos podría indicar Ariel Oviedo dónde recurrir y junto a quién? Él, como ministro del Ambiente y Desarrollo Sostenible, se desentiende olímpicamente del asunto. No está en manos del Mades, sostiene. Solo está para exigir estudio de impacto ambiental para cualquier iniciativa que se encare.
Ahí está el problema de siempre: como hay varios organismos involucrados en el mismo tema, lo mejor para cada uno es trasladar la responsabilidad al otro. Así de simple.
La Conalaypa anuncia ahora el inicio de los trabajos para elevar el nivel de las aguas del lago, mediante la utilización de “geobolsas” en las cercanías de su desembocadura en el río Salado. A nuestro criterio, la bajante de las aguas constituyó una brillante oportunidad para encarar alguna iniciativa tendiente a paliar la contaminación. Lastimosamente no fue así y, ahora, con mayor caudal gracias a las geobolsas, probablemente con la llegada del verano se tendrá el resultado de siempre: mayor caudal de agua, pero podrida por las cianobacterias.
Insistimos sobre este embrollo, porque desde hace tanto tiempo se está dando vueltas sobre el mismo tema y ya es momento de dejar de engañar a la gente, sino hablarle con la verdad: ¿se quiere o no se quiere recuperar el lago Ypacaraí? ¿A quién beneficia la situación actual? Porque, mientras campea el mismo discurso de siempre, este emblemático recurso natural se está muriendo.