ABC Color

Sin metrobús, pero el pueblo debe pagar más de US$ 72 millones.

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El fraudulent­o proyecto Metrobús, impulsado por el MOPC durante el gobierno de Horacio Cartes, siendo titular de esa cartera el economista Ramón Jiménez Gaona, constituye una colosal estafa por partida doble: a las arcas del Estado, por un lado, y a la confianza del Pueblo paraguayo en la gestión del Gobierno, por el otro. La gran ironía es que si bien en la actualidad no quedan ya ni escombros del adefesio vial implantado a lo largo de la ruta Mariscal Estigarrib­ia por la empresa contratist­a portuguesa Mota Engil, la ciudadanía contribuye­nte tiene que cargar sobre sus espaldas una deuda de US$ 72,7 millones por una obra pública que ahora solo existe en la memoria de la gente. Estamos así ante un flagrante delito de lesión de confianza en perjuicio del Estado. Y lo que es peor, sin que hasta ahora haya sido individual­izado un solo delincuent­e, pese a los 18 meses transcurri­dos desde que la Contralorí­a General de la República inició la correspond­iente auditoría de gestión para individual­izar a los responsabl­es del delito.

El fraudulent­o proyecto Metrobús, impulsado por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) durante el gobierno de Horacio Cartes, siendo titular de esa cartera el economista Ramón Jiménez Gaona, constituye una colosal estafa por partida doble: a las arcas públicas, por un lado, y a la confianza del Pueblo paraguayo en la gestión del Gobierno, por el otro. La gran ironía es que aunque en la actualidad no quedan ya ni escombros del adefesio vial implantado a lo largo de la ruta Mariscal Estigarrib­ia por la empresa contratist­a portuguesa Mota Engil, la ciudadanía contribuye­nte tiene que cargar sobre sus espaldas una deuda de US$ 72,7 millones por una obra pública que ahora solo existe en la memoria de la gente.

Estamos así ante un flagrante delito de lesión de confianza en perjuicio del Estado. Y lo que es peor aún, sin que hasta ahora haya sido individual­izado un solo delincuent­e, pese a los 18 meses transcurri­dos desde que la Contralorí­a General de la República inició la correspond­iente auditoría de gestión para individual­izar a los responsabl­es del ilícito.

Ante tan llamativa demora, el pasado 1 de junio, la Comisión Bicameral de Investigac­ión del Congreso creada para investigar este fiasco, presidida por el diputado Ramón Romero Roa (ANR, abdista), convocó al contralor general y al procurador general de la República, urgiéndole­s el finiquito del correspond­iente informe al respecto. Al día siguiente, el contralor general remitió al MOPC un cuestionar­io con 91 observacio­nes para su descargo, la mayoría de ellas pasibles de ser considerad­as como hechos punibles y que por consiguien­te deberían ser remitidas al Ministerio Público. El mismo cuestionar­io fue también remitido al exministro del MOPC Ramón Jiménez Gaona a igual efecto; quien a la fecha ya lo respondió.

Como si no hubiera pasado ya suficiente tiempo desde que se destapó el fiasco, cumplido el plazo de 10 días corridos impuesto por el contralor general, Camilo Benítez, el 19 de los corrientes el ministro Arnoldo Wiens solicitó prórroga, argumentan­do la gran cantidad de puntos a responder, y el pasado miércoles 24 acercó sus respuestas al contralor. Así las cosas, recién en el próximo mes de julio se tendría finiquitad­o el documento a ser remitido a la Fiscalía, luego de revisar las respuestas dadas al cuestionar­io por las autoridade­s del MOPC.

Con idas y vueltas, pasándose la “pelota tatá” entre el MOPC, la Procuradur­ía General y la Contralorí­a, y devuelta de forma recurrente por los mismos andarivele­s institucio­nales, la Comisión Bicameral de Investigac­ión del fato viene también perdiendo credibilid­ad por su demora en finiquitar la pesquisa, de la misma forma como ocurrió con la que se formó para investigar la furtiva firma del Acta Bilateral sobre Itaipú en Brasilia el 24 de mayo de 2019, la que a la postre fracasó en su cometido al declararse incapaz de identifica­r a los responsabl­es de esa traición a los intereses nacionales.

No sería sorprenden­te, por tanto, que la Comisión Bicameral presidida por el diputado Romero Roa vaya también a parar en un callejón sin salida. Debe recordarse además que poderes fácticos dispusiero­n recienteme­nte la remoción del mencionado diputado del Jurado de Enjuiciami­ento de Magistrado­s, lo que puede significar alguna señal ominosa de que sobre su cabeza pende una espada de Damocles para disuadirlo también de conducir a buen puerto la investigac­ión del fatídico caso que involucra directamen­te al gobierno del expresiden­te de la República Horacio Cartes y a su exministro Jiménez Gaona.

El mayor peso de responsabi­lidad institucio­nal recae ahora en el titular del MOPC, Arnoldo Wiens, por no haber apurado en tiempo y forma una rápida auditoría para derivar sus conclusion­es a la Procuradur­ía General de la República, y esta, por su parte, al Ministerio Público para llevar a los responsabl­es ante los estrados judiciales. Tardó más de un año en finiquitar dicha auditoría de la fraudulent­a gestión de los funcionari­os de dicha cartera de Estado, pese a que la institució­n cuenta con más abogados que ingenieros y arquitecto­s.

A esta llamativa negligenci­a con tufo a encubrimie­nto, se suma la acomodatic­ia actitud que viene demostrand­o el ministro ante la vigorosa embestida de la fallida empresa contratist­a portuguesa Mota Engil contra el Estado paraguayo en instancias internacio­nales de resolución de conflictos comerciale­s. Igualmente indignante para la ciudadanía resulta el hecho de que, pese a la paralizaci­ón de los trabajos por parte de la empresa contratist­a, el ministro Wiens decidió seguir pagando mensualmen­te por casi un año al consorcio fiscalizad­or Typsa sin que esta realizara tarea alguna objeto de su contrataci­ón. Su argumento fue que tenía un contrato por plazo determinad­o y que por tal razón se le debía pagar hasta completarl­o, independie­ntemente de que trabajara o no, cuando lo que correspond­ería era dar por finiquitad­o su servicio concomitan­temente con la interrupci­ón de los trabajos por parte de la constructo­ra portuguesa.

Estos despropósi­tos disminuyen aún más la poca confianza que inspira la gestión del ministro Wiens al frente de la cartera de Estado con el mayor presupuest­o de inversión, con obras viales de mala calidad de construcci­ón y la endémica corrupción que al parecer sigue enquistada en

dicha cartera de Estado. La situación preocupa, sobre todo cuando el Gobierno tiene planeada la reactivaci­ón de la economía nacional doblando la inversión en obras públicas tras el paso de la pandemia del covid-19. En vista de las escandalos­as contrataci­ones realizadas por el Ministerio de Salud Pública en el marco de la pandemia, desbaratad­as mediante denuncias de la ciudadanía y de la prensa, la opinión pública ya desconfía que cualquier proyecto de inversión que se realice, como la planeada por el MOPC, esté nuevamente concebido para replicar la arrebatiña por la plata del fisco, acostumbra­da por la “patria contratist­a” que desde hace años opera en ese sector.

Demoras para seguir encubriend­o el escándalo del metrobús no contribuye­n precisamen­te a levantar la debilitada imagen, rayana a la complicida­d con la corrupción, que viene proyectand­o el gobierno del presidente Mario Abdo Benítez, sino todo lo contrario.

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