No relajarse es la consigna.
El Círculo Paraguayo de Médicos emitió un comunicado, en el que reconoce el enorme sacrificio del conjunto de la sociedad paraguaya para mitigar la propagación del coronavirus, y a la vez se sumó con dura voz a las críticas y reclamos por los malos manejos del Gobierno, cuyos exponentes no pudieron poner el foco en el bienestar general de la población por encima de su afán de lucro. Pero, a pesar del sacrificio reconocido por los médicos, siguen existiendo personas irresponsables que, por ignorancia o indolencia, obvian el cumplimiento de las medidas protocolares que incluso a nivel local han probado ser efectivas. En general, esas medidas pueden resultar un poco incómodas, pero tampoco implican cuestiones extremas. Se trata –como se ha repetido hasta el hartazgo y volveremos a mencionar aquí a riesgo de sonar incluso pesados– de usar tapabocas en lugares públicos, lavarse las manos con jabón y guardar el distanciamiento físico entre personas.
“Los médicos tenemos la responsabilidad ética de preservar la vida, pero no desconocemos el enorme daño económico y social que causa la pandemia. Reconocemos que si bien la cuarentena obligatoria fue debidamente sobrellevada por una gran parte de los ciudadanos y que se obtuvieron los mejores indicadores en materia de control epidémico, no logramos conseguir la infraestructura y el equipamiento hospitalario adecuado para soportar el pico
intensivo de la enfermedad”, dijo el Círculo Paraguayo de Médicos (CPM) en un pronunciamiento que dio a conocer esta semana. Los médicos reconocieron así el enorme sacrificio del conjunto de la sociedad paraguaya para la mitigación de la propagación del coronavirus, y a la vez se sumaron con una dura voz a las críticas y reclamos por los malos manejos del Gobierno, cuyos exponentes no pudieron –al menos por una vez en la vida– poner el foco en el bienestar general de la población por encima de su afán de lucro.
En lo que va de la pandemia de covid-19 en Paraguay, el
sacrificio comunitario ha sido enorme. Miles de personas se quedaron sin sus puestos de trabajo, sus empresas; otros cientos de miles tuvieron que abandonar las clases presenciales y resignar el encuentro con los afectos, además de alterar su modo de vida. En el camino, 28 paraguayos ya
perdieron la vida, el bien supremo. Las cifras diarias que difunde el Ministerio de Salud sobre nuevos contagios (con y sin nexo) demuestran en los últimos días un considerable aumento de los casos. La curva va claramente en subida y según anunciaron sus autoridades, es probable que pronto la cartera de Estado deje de informar en cuántos contagios no se pudo establecer el nexo, porque ya no tendrá sentido. La enfermedad está instalada y circulando.
Y a pesar del sacrificio reconocido por los médicos, siguen existiendo personas irresponsables que por ignorancia o por indolencia obvian el cumplimiento de las medidas protocolares que incluso a nivel local han probado ser efectivas, como se comprueba cuando se conocen casos positivos cuyos entornos inmediatos no fueron afectados, porque tomaron las medidas de prevención. En general, esas medidas pueden resultar un poco incómodas, pero tampoco implican cuestiones extremas. Se trata –como se ha repetido hasta el hartazgo y volveremos a mencionar aquí a riesgo de sonar incluso pesados– de USAR TAPABOCAS EN LUGARES PÚBLICOS, LAVARSE LAS MANOS CON JABÓN Y GUARDAR EL DISTANCIAMIENTO FÍSICO ENTRE PERSONAS. Elena Candia, presidenta de la Sociedad Paraguaya de Infectología, aclaró cómo debe ser un lavado de manos efectivo. Tiene que durar unos 30 segundos e incluir el dorso, las palmas, los pulgares, entre los dedos y las muñecas. Casi da vergüenza tener que explicarlo así, pero la realidad muestra que aún es necesario hacerlo. No basta con echarse un chorrito de agua encima y mucho menos si ni siquiera se usa jabón, que es fundamental. Con respecto a los tapabocas, parece mentira, pero también es necesario explicar que además de cubrir la boca, deben cubrir la
nariz. Y tienen que estar en esa posición todo el tiempo que la persona esté fuera de su casa.
En Central ya se declararon en emergencia sanitaria San Lorenzo, Luque y Areguá. En Alto Paraná lo hizo Santa Rita y en Guairá, Borja. Pero el virus no sabe de burocracia y presupuestos. Estos pronunciamientos no tienen ningún peso y no surten ningún efecto si en la calle y en los recintos privados de acceso público no se cumplen las consabidas medidas dispuestas para mitigar la propagación. De hecho, tampoco hay lógica en el accionar de mucha gente que ha decidido descuidarse, con la excusa de que el Gobierno malutilizó el dinero destinado de emergencia para combatir el covid-19. Estos políticos y empresarios nos engañaron y jugaron con nuestra salud y no deberían quedar impunes, qué duda cabe, pero cada uno tiene su pequeña o gran ineludible responsabilidad en esta historia, y debe rendir cuentas por ella. La de los ciudadanos comunes es adoptar con rigor las medidas de prevención.
Anoche, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, dijo que recomendó al Ejecutivo el avance a la fase 4 de la
cuarentena inteligente, la última del plan presentado por el Gobierno, con excepción de Asunción y los departamentos Central y Alto Paraná. Esta etapa estaba anunciada para el 5 de julio, pero su inicio fue pospuesto por recomendación del Ministerio de Salud. En esta nueva etapa se contempla habilitar el funcionamiento de bares, se permiten los eventos y se abren los hospedajes. Por el bien de la economía y de los miles de familias cuyos ingresos dependen de estos rubros es necesario que estas actividades se reanuden lo antes posible, a la par que es imperioso que se hagan bajo estrictos protocolos de cuidado que cumplirán todos los actores involucrados motu proprio y no porque haya alguien controlando que así sea.
No se debe bajar la guardia ni por un instante, ni perder de vista aquello de que “lo personal es político”. El cuidado individual, personalísimo, cobra así una dimensión gigante, porque implica un entendimiento profundo del bien común, y va más allá de solo cuidar a los mayores y vulnerables de la familia de cada uno; es cuidar a todos, a los que nos
rodean y a los que no. Desde un punto de vista cristiano, es amar al prójimo, pero en serio, no solo de la boca para afuera. Y es clave para el logro del objetivo que todos queremos, que es minimizar el impacto de la pandemia sobre la población.
Debemos asumir también que este modo de existir y hacer las cosas nos acompañará por un buen tiempo, por lo que forma ya parte de una cotidianeidad que debe ser considerada natural. Por eso, no relajarse es más que nunca la consigna que se debe tener presente en todo momento.