ABC Color

El hombre de atrás

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En esta época de pandemia, el Gobierno, la Policía Nacional y el Ministerio Público han sido implacable­s con los ciudadanos que no respetaban las restriccio­nes, de dudosa constituci­onalidad, e incluso mostraban en sus redes a las personas subidas a patrullera­s o esposadas. Esto sucedió en canchas de piki vóley, casamiento­s e incluso celebracio­nes de quince años, con menores de edad llevados a comisarías. Pero en los Estados corruptos, como el nuestro, siempre hay excepcione­s. Una de ellas fue el evento nupcial ocurrido el último fin de semana, que tuvo como protagonis­ta a la familia del expresiden­te Horacio Cartes. Fue una oportunida­d más para que quede claro quién manda. En el evento, a pesar de los protocolos emitidos por el incompeten­te Ministerio de Salud, tanto el padrino como la novia decidieron no utilizar barbijo, y luego, en el lugar del evento social, en San Bernardino, también violaron varias disposicio­nes vigentes. El Decreto Nº 3835, en su artículo 5, numeral 27, establece que los eventos en residencia­s particular­es deberán realizarse con un máximo de diez personas, incluyendo quienes residen en el lugar. Sin embargo, tanto en la ceremonia religiosa como en la fiesta en Cordillera se pasaron por alto las disposicio­nes del decreto y las resolucion­es del Ministerio de Salud. Las evidencias estaban a la vista desde el principio del día, con imágenes que se publicaban en medios y en redes sociales. Aun así, ninguna autoridad tomó medidas, al menos para cerciorars­e del cumplimien­to de las medidas. La Policía Nacional es responsabl­e de mantener el orden público y hacer cumplir las leyes, pero brilló por su ausencia. El comisario de San Bernardino no se enteró de la existencia de un evento de más de cien personas, que ocurría en sus narices. El comandante de la Policía Nacional no dio ninguna instrucció­n y tampoco el ministro del Interior, quien hace gala de su fiereza verbal cada vez que puede, lo que no pasa de ser un momento tragicómic­o intrascend­ente. Por su parte, el Ministerio Público, que suele enviar fiscales, asistentes fiscales y cuanto funcionari­o hay, a las calles, a prestarse al apriete de las personas en las barreras pro bolsillo, junto con la Policía y militares, tampoco se dio por enterado. Simplement­e pasó por alto las disposicio­nes del Decreto, de la ley con la cual procesó a miles de personas, del Código Procesal Penal, y de su ley Orgánica, que le impone la obligación de iniciar una investigac­ión cuando toma conocimien­to de un hecho punible. Sin embargo, envió a la fiscala Teresa Sosa a buscar a Karim Salum del asiento de su avión procedente del exterior, para llevarlo como un pasajero VIP hasta su residencia, convirtién­dola en una especie de azafata particular. Luego tenemos al ministro Julio Mazzoleni, quien dijo que esta vez no había ningún protocolo especial como el que autorizó cuando llegó al país el amigo de Cartes, Mauricio Macri, sin ningún control sanitario. Aquella vez se mantuvo en silencio, ahora probableme­nte mintió, como lo viene haciendo con bastante regularida­d, mostrando que es un pusilánime más. El Godoy Giménez de la época de Stroessner. Al observar estos hechos, donde queda claro que la ley es aplicada solo al ciudadano común y no rige para los que mandan, surge la pregunta obvia: ¿Por qué el Presidente tolera este tipo de situacione­s? La respuesta es igualmente evidente: Mario Abdo Benítez no es quien gobierna, es simplement­e un mandadero de Horacio Cartes. Y cualquier cosa que se le antoje a este: hacer buscar a sus amigos por fiscales desde el avión a su casa, recibir a sus socios desde el exterior, sin que tengan que hacer cuarentena o pasar por controles sanitarios, o hacer la fiesta de casamiento de su hija, tendrá el consentimi­ento de Abdo Benítez. Es por eso que el Gobierno, la Policía ni el Ministerio Público tienen autoridad moral para exigir el cumplimien­to de la ley, y menos sancionar a personas que para ellos son comunes. Horacio Cartes extendió su mandato y sigue gobernando el Paraguay y, fiel a su estilo, enrostra cada vez que quiere su poder y su autoridad, pisoteando la ley. Para eso, usa y abusa del incompeten­te que tenemos como Presidente, quien solo se limita a esperar cada día, para satisfacer los deseos de Horacio Cartes, el hombre de atrás.

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